jueves, 7 de marzo de 2013

LIBROS QUE HE LEIDO: LA ABADIA DE LOS CRIMENES (Antonio Gomez Rufo)



EL AUTOR

Antonio Gómez Rufo nació en Madrid y estudió Derecho y Criminología en la Universidad Complutense. Considerado uno de los mejores escritores españoles, es autor de una docena de novelas, así como de la biografía de Berlanga y de diversos libros sobre Madrid.



Su obra, elogiada por la crítica española e internacional, ha sido traducida al alemán, holandés, búlgaro, portugués, francés, griego, rumano, polaco e italiano. Premio Fernando Lara de Novela y Premio Independencia Dos de Mayo por El secreto del rey cautivo (2005), fue finalista del Premio Nacional de Narrativa con El alma de los peces (2000). También es autor, entre otras, de Las lágrimas de Henan, Los mares del miedo (2003, Premio de la Asociación de Libreros de Cartagena), Adiós a los hombres (2006), El señor de Cheshire (2006, Premio Ducal de Loeches), Balada triste en Madrid (2007), La noche del tamarindo (2008) y La abadía de los crímenes (2011).

EL LIBRO

Corre el año 1229 y las extrañas circunstancias que rodean al Monasterio de San Benito, en la cordillera leridana de los Pirineos, son motivo del traslado urgente del rey don Jaime I de Aragón con todo su séquito de nobles, caballeros, médicos y damas de Corte. Lo que se supone será un corto viaje de pronta resolución, acaba convirtiéndose en una trampa retorcida de la que resultará difícil escapar: la muertes acontecidas de ocho religiosas aragonesas y las violaciones a tres monjas catalanas, no esconden sino acercar a su majestad al monasterio en busca de algo irreparable: “dar muerte al Rey”.

Sin saberse engañado, a la misteriosa abadía acude el monarca acompañado de la reina Leonor, hija de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Inglaterra. Mientras su hijo Alfonso queda al cuidado de la Corte, la reina viaja junto a su dueña Berenguela y sus cinco damas, Teresa, Águeda, Sancha, Juana y Violante. Ésta última no es ni más ni menos que la princesa de Hungría, quien, por orden de su padre el rey Andrés II, entra a su servicio con el fin de aprender todo cuanto una futura reina debe ser para entender a su pueblo.

Sin embargo, el objetivo de Violante y de la Corona de Hungría no es otro que utilizar su hermosura y juventud para enamorar al rey, ser su esposa, y convertirse en reina de Aragón, impulsando así la beneficiosa unión de dos reinos destinados a unirse políticamente.

Y es que el matrimonio del rey con Leonor está a las puertas de una nulidad matrimonial solicitada al Papa por el mismo rey, alegando falsas razones de lejano parentesco, que no esconden sino un profundo hastío hacia una reina con la que contrajo matrimonio por imposición y a la que nunca amó.


Rey Don Jaime I de Aragon

A su llegada al monasterio, su abadesa doña Inés, una severa y reservada mujer de actitud extraña, solemne y altiva, demuestra al instante que tiene muchas cosas que ocultar, lo cual no duda en disimular ante la presencia de Constanza de Jesús, una monja investigadora recién llegada de Navarra que, llamada por el rey, acude igualmente al monasterio para averiguar los funestos misterios que esconden sus muros. El carácter divertido, risueño y jovial de Constanza causará una agradable sensación en el rey, y pronto se convertirán en amigos y confidentes, cuyos secretos y averiguaciones compartirán mientras almuerzan suculentos faisanes, pichones, elegantes vinos y dulces postres.

Encerrados entre muros que asfixian, los monarcas nos hacen partícipes por separado de sus temores, angustias y recuerdos que viajan desde la infancia del monarca hasta el doloroso presente de la reina Leonor. Y mientras don Jaime revive en su piel el rechazo sentido por su padre, la reina doña Leonor nos reivindica un amor sumiso y complaciente que, aunque se sabe con derecho a odiar por ser repudiada y constantemente engañada, se siente culpable por no haber sabido estar a la altura de su esposo. No así Violante, que pronto vive el amor en las noches silenciosas de una celda junto a un monarca que promete y abraza sin reparo.

A un ritmo trepidante, el monasterio va adoptando la forma de un lupanar del infierno en el que todo el mundo esconde  algo bajo los faldones. Averiguar el porqué de la muerte de las religiosas desata una tormenta que nos muestra salas de tortura en la torre de la abadía, un scriptorium secreto en el que se traducen libros prohibidos, embarazos que se truncan y sirven de excusa para aquellas novicias que se han rendido al pecado, huertos sombríos que esconden cadáveres de animales junto a restos humanos, novicias aragonesas que son castigadas y novicias catalanas ultrajadas.

En ese macabro escenario la hermana Constanza y el rey don Jaime resuelven el misterio. En tres jornadas tan intensas como plagadas de sorpresas y letanías.


IMPRESION PERSONAL

El autor combina con habilidad los análisis histórico y político del momento –a  través de un deliberado guiño a El nombre de la rosa- con un argumento que mantiene en vilo al lector gracias a la solidez de sus personajes. La religión, la sexualidad en un entorno cerrado y hostil, la vida de las mujeres en un mundo de hombres, el enfrentamiento entre la nobleza independentista y la figura centralizadora del rey. Todos estos elementos se dan la mano para recrear toda una época ahondando, además, en las emociones de los personajes. La creación de ambientes es casi tan esencial en la novela como el desarrollo de la psicología de sus personajes. Así ocurría también en otra novela de Gómez Rufo, La leyenda del falso traidor, con la que La abadía de los crímenes mantiene numerosos paralelismos.

Antonio Gómez Rufo nos aleja de los deseos políticos de un rey empeñado en conquistar tierras moras, y retratar a cambio un universo que se debate entre la moralidad y lo correcto, el enamoramiento y la felicidad. Una novela que a ratos parece acercarse a la parodia y en otros atenerse al rigor de la novela histórica con el ritmo y las pistas del género de intriga.


La historia se desarrolla en la abadía catalana de San Benito, donde se están cometiendo unos atroces crímenes que mantienen en vilo al resto de monjas que en ella habitan. La abadesa requiere la presencia de su majestad el rey Jaime I para ayudar a resolver dichos crímenes. El mismo rey acompañado de su esposa doña Leonor de Castilla y de un ejército de personas que trabajan para ellos se presentan en la abadía.

A lo largo de toda la novela encontramos dos historias paralelas que nada tienen que ver entre sí. Por un lado, la de intentar encontrar al homicida que ha asesinado a las siete monjas y evitar que se comentan más crímenes, así como resolver la muerte de cada una de ellas. Y por el otro la historia de amor entre el rey y la reina y el inexistente entusiasmo de él hacia ella.


Doña Leonor de Castilla, esposa del Rey Don Jaime I


Con todo ello La abadía de los crímenes la definiría como novela negra, entretenida de principio a fin, ambientada en plena época medieval, con personajes perfectamente definidos, con la corona de Aragón como parte principal del argumento algo que me parece muy interesante y original, pero también es una historia escabrosa donde las haya, y con esto último me refiero a la forma en la que se cometen los asesinatos y sobre todo quien los comete. Impresionante. Por ésto último no puedo cerrar la reseña sin decir que su lectura puede herir la sensibilidad de algún lector.

Los personajes están muy equilibrados, tanto los protagonistas como los antagonistas (aunque estos quizás con una caracterización un poco menos profunda), y sin duda, me quedo con Constanza, la monja navarra que esgrime su buen juicio y vivacidad para resolver tan siniestros crímenes. Aunque queda a la sombra de las figuras del rey Jaime I y doña Leonor, quienes también están perfectamente reflejados,(tanto que en ocasiones es su hilo argumental el que eclipsa la trama de los asesinatos), ella es, a mi juicio la protagonista perfecta para este libro.

Esta religiosa peculiar, espontánea y con gran sentido del humor y desparpajo, nos acerca a los modos y maneras precursores del CSI actual (observación, exposición de tesis y refutación de hipótesis basadas en la experiencia), y no le desagrada perturbar a quien corresponda y cuanto sea necesario para resolver tantos interrogantes y enigmas como le depare su ingenio.
A lo largo de cuatro jornadas, el autor nos depara un ritmo dinámico (que no trepidante) y una lectura adictiva en la que Constanza irá desenrollando el grueso ovillo que se ha creado alrededor de las muertes de las novicias.

La resolución de los crímenes es quizás el aspecto que más me ha despistado. Antonio Gómez Rufo había mostrado un cabo suelto, un señuelo que yo, alegremente, me había encargado de recoger y con el que contaba para el desenlace (quizás el menos original pero el más acorde con las pistas que nos había dado el escritor). Sin embargo me equivoqué de pleno. El resultado de la investigación se va adivinando sin tapujos finalmente, y me queda la sensación de final poco sorprendente. Me hubiera gustado un poquito más de "magia".
Por otro lado, me queda la duda de la comparación de esta novela con "El nombre de la rosa", como anuncia el propio libro. Si bien ambos se ambientan en un monasterio, en ambos ocurren una serie de crímenes y también poseen un investigador/a sagaz y astut@, creo que es en lo único que pueden parecerse.

Cada cual en su sitio. "El nombre de la rosa" me encantó en su día, y lo recuerdo como un relato con mucha destreza para mantener la intriga hasta el final. Este en cambio es bastante más sosegado y menos dramático en el final aunque sí es truculento en algunas de las circunstancias que lo rodean.

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