EL AUTOR
Washington Irving (Manhattan, Nueva York, 3 de abril de 1783 – Tarrytown, Wetschester, Estado de Nueva York, 28 de noviembre de 1859) fue un escritor estadounidense del Romanticismo.
Washington Irving fue el menor de once hermanos; su padre era un rico comerciante escocés y su madre una inglesa nieta de clérigo. Ambos sentían gran admiración por el general George Washington (primer presidente de EE.UU.), por lo que en su honor bautizaron a su hijo con su nombre. Desde pequeño desarrolló una gran pasión por los libros (devoraba Robinson Crusoe y Las mil y una noches) y, aunque sus intereses iban más bien por el camino del periodismo y la literatura, emprendió y concluyó estudios de Derecho, aunque no ejerció sino durante poco tiempo. Trabajó en los bufetes de Henry Masterton (1798), Brockholst Livingston (1801) y John Ogde Hoffman (1802). Después, entre 1804 y 1806, viajó por Europa visitando Marsella, Ginebra, España, Sicilia (donde conoció al almirante Nelson) y Roma. Volvió a Nueva York en 1806 y fundó una empresa comercial con sus hermanos. Durante la guerra con Gran Bretaña de 1812, asistió militarmente al gobernador de Nueva York, Tompkins, en el ejército americano.
Entre los años 1802 y 1803 comenzó a escribir algunos artículos para el periódico de Nueva York Morning's Chronicles, editado por su hermano Peter; por ejemplo, las Cartas del caballero Jonathan Oldstyle. Entre 1807 y 1808, en Salmagundi, escrito en colaboración con su hermano William y James Kirke Paulding. En 1809 apareció una Historia de Nueva York contada por Dietrich Knickerbocker tan popular que desde entonces los descendientes neoyorkinos de antiguos emigrantes holandeses fueron conocidos por el nombre de su protagonista, Knickerbocker. Se trata de un relato humorístico y satírico que tuvo una gran acogida por parte del público y le tributó una enorme fama. Sin embargo, el reconocimiento que estaba obteniendo tanto en el ámbito social como en los círculos literarios se nubló con la muerte en ese mismo año de su joven prometida (tenía diecisiete años), Matilda Hoffmann; Irving quedó tan afectado que ya nunca más pensó en casarse y permaneció soltero toda su vida. De 1812 a 1814 fue redactor de la Analectic Magazine, en Filadelfia y Nueva York. Después marchó a Liverpool como socio de la empresa comercial que compartía con su hermano; allí trabó amistad con importantes hombres de letras como sir Walter Scott, Thomas Moore etc., pero la empresa familiar quebró en 1818 e Irving se consagró ya por completo a la literatura.
Pero, después de la muerte de su madre, Irving decidió seguir en Europa, donde permanecerá diecisiete años entre 1815 y 1832. Habitó sucesivamente en Dresde (1822–1823), Londres (1824) y París (1825). En Inglaterra mantuvo una relación romántica con la escritora Mary Shelley, viuda del poeta Percy Bysshe Shelley.
Utilizó en algunos escritos el pseudónimo de Geoffrey Crayon, publicados en Libro de apuntes (The Sketch Book of Geoffrey Crayon, 1820). En este libro se incluyen dos de sus cuentos más famosos: La leyenda de Sleepy Hollow, más conocido como La leyenda del jinete sin cabeza (adaptada al cine por Tim Burton en 1999) y Rip Van Winkle, que narra la historia de alguien que duerme durante decenas de años, inspirándose en la leyenda de Los siete durmientes de Éfeso. En 1822 se publicó una continuación, Bracebridge Hall. Estos dos libros se inspiran en los cuentos populares alemanes.
Fue a España llamado por el embajador de su país para que estudiara en El Escorial los documentos relativos al descubrimiento del Nuevo Mundo (1826–1829). Este encargo constituyó el comienzo de su carrera diplomática. Entre 1829 y 1832, bajo la presidencia de Andrew Jackson, Irving fue nombrado secretario de la legación norteamericana, y más tarde será ascendido a embajador de los Estados Unidos en Madrid (1842–1845) por orden de Daniel Webster, secretario de Estado. Sus largas estancias en España le llevaron a conocer profundamente la historia y la literatura española y a identificarse de tal modo con su espíritu, que llegó a ser un hispanista de la más alta calidad, y seguramente el primero en la historia de su país. Fruto de su actividad como hispanista fueron The Life and Voyages of Christopher Columbus (Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón, 1828), Chronicles of the Conquest of Granada (1829), Voyages and Discoveries of the Companions of Columbus (1831) y sus celebérrimos y harto traducidos Cuentos de la Alhambra (Tales of the Alhambra) (1832), donde refunde para el público inglés las más conocidas leyendas hispanoarábigas sobre el Castillo Rojo. Se le deben además unas Legends of the Conquest of Spain, (1835). En 1848 fue nombrado presidente de la Biblioteca Astor, cargo que abandonaría en 1859 a causa de sus achaques. Sin embargo pudo aún elaborar las biografías de Oliver Goldsmith (1849) y de George Washington (1855–1859), también éxitos de venta.
Murió rodeado de su familia en Tarrytown (estado de Nueva York), el 28 de noviembre de 1859, en su mansión de Sunnyside, que ahora es museo y casa histórica. En ese día de noviembre Nueva York cerró sus puertas y 150 carruajes en procesión fúnebre y más de 1000 coronas esperaron su último paso. Está sepultado en el cementerio de Sleepy Hollow, la aldea de sus más conocidos cuentos. Entre 1860 y 1861 apareció póstuma una edición de las obras más importantes de Irving en 21 volúmenes.
Fue el primer norteamericano en alcanzar la celebridad como escritor profesional, gracias a la literatura, y por eso numerosas calles y ciudades de los Estados Unidos llevan su nombre: Irvington, ciudad del estado de Texas y otra en New Jersey, la calle Irving en Birmingham, Alabama, o la villa de Bracebridge, en Ontario, Canadá (en referencia a su novela Bracebridge Hall).
Es considerado como el mentor de autores como Nathaniel Hawthorne, el también hispanista Henry Wadsworth Longfellow y Edgar Allan Poe. Irving popularizó además el sobrenombre « Gotham » para referirse a Nueva York, usado en las historietas de Batman; también se le pretende inventor de la expresión «el todopoderoso dólar». Tuvo una gran influencia en la visión exótica y orientalista de España.
EL LIBRO
Tras su llegada a España Washington Irving inicia un recorrido por tierras andaluzas. Durante su visita a Granada queda extasiado por la majestuosidad de la Alhambra en cuyas habitaciones tiene la fortuna de alojarse. Allí conoce a varios personajes que le acompañarán durante su estancia en tierras granadinas. De las conversaciones con éstos y de las historias que escucha a su fiel criado y guía Mateo Jiménez transcribirá leyendas y tradiciones transmitidas de padres a hijos durante generaciones. De esta forma con sus Cuentos de la Alhambra Washington Irving escribió una rica y detallada crónica de la España de la primera mitad del siglo XIX y sobre todo supo transmitir la magia y el misterio de toda una época. Porque algunas de las narraciones que componen el cuerpo central de la obra -la del astrólogo árabe que contribuyó con su magia a derrotar a los ejércitos enemigos; la de las tres hermosas princesas encerradas en una torre para que no se enamoraran; la del peregrino del amor también encerrado en una torre por su celoso padre; la del legado del moro que nos habla de un fabuloso tesoro encontrado por un aguador; la de la Rosa de la Alhambra en que se nos muestra un laúd maravilloso capaz de curar la melancolía del rey- bien podrían provenir de Las mil y una noches.
IMPRESION PERSONAL
Esta original novela entremezcla una serie de narraciones o cuentos con el libro de viajes y el diario. El protagonista e hilo conductor es el propio autor, Washington Irving, que tras su llegada a España inicia un recorrido por tierras andaluzas que le llevan a Granada. Allí queda extasiado por la majestuosidad de la Alhambra en cuyas habitaciones se hospedará. Durante su estancia conoce a varios personajes, entre los que hay que destacar al que se convierte en su criado, Mateo Jiménez, que le acompañarán y le darán noticia de esos cuentos y leyendas que giran en torno al monumento y su pasado árabe.
Es imposible pensar en la Alhambra y el Generalife sin recordar a Irving, y hasta quienes no han leído los Cuentos de la Alhambra han oído hablar de ellos o han recibido, a través de otros conductos, sus efluvios: por osmosis o, como diría Rubén Darío, gran admirador del enclave nazarí, por cerebración inconsciente. Un libro puede cambiar profundamente nuestra percepción de un lugar y conseguir que, después, nunca sea para nosotros el mismo. Lo hace Cuentos de la Alhambra. Irving no se limita a reproducir -sin duda embelleciéndolos considerablemente- los cuentos y leyendas oídos a su amigo Mateo Jiménez, legítimo hijo de la Alhambra, y otros, sino que nos transmite lo que va descubriendo por sí mismo. Quien se adentre en estas páginas por vez primera, con espíritu de aventura, no se va a sentir defraudado. Y qué querrá visitar cuanto antes, si no lo ha hecho ya, el paraíso que tuvo que abandonar Boabdil y cuya pérdida le recriminara, con tanta amargura, su madre.
Hotel Washington Irving, ubicado en los jardines de la Alhambra
Descubre así historias como la del astrólogo árabe que contribuyó con su magia a derrotar a los ejércitos enemigos; la de las tres hermosas princesas encerradas en una torre para que no se enamoraran; la del peregrino del amor también encerrado en una torre por su celoso padre; la del legado del moro que nos habla de un fabuloso tesoro encontrado por un aguador; la de la Rosa de la Alhambra en que se nos muestra un laúd maravilloso capaz de curar la melancolía del rey.
Pero al mismo tiempo el libro avanza por el tiempo presente (1829), correspondiente a la realidad que vive el autor. Esto le permite mostrar un rico cuadro de la Granada de la época, de sus calles, sus gentes, sus costumbres, etc.
La obra es de gran calidad artística, tanto en los aspectos formales como en el contenido y estructura de las historias. Está escrita con una técnica descriptiva muy parecida a la empleada en la pintura, con ingenio, respeto y afecto por los protagonistas, los objetos y los lugares que le rodearon en su estancia en el palacio del Rey Chico. La secuenciación de las historias no es ni caprichosa ni aleatoria, sino que responde a un ordenamiento meditado y a una estrategia calculada. La primera parte de la obra (volumen I) está formada por historias que narran acciones, la segunda (volumen II) está dedicada a las leyendas y las reflexiones. Si el estilo de Irving es siempre cuidado, en esta obra se supera aún más y alcanza nuevas cotas de elegancia y refinamiento.
La Alhambra de noche, con Sierra Nevada al fondo
Nos gustaría acabar estas líneas recordando que Irving debe tanto a España, Granada y a la Alhambra como el palacio nazarí debe a Irving. La diferencia está en que él nos ha dejado sus cuentos, sus personajes y su humor. Creo que nosotros le hemos dado muy poco. Estas líneas buscan resarcir el cariño, respeto y amor que profesó por nuestro país, por nuestras gentes y por nuestro carácter. Muchos han sido los escritores y literatos enamorados de España, pero pocos los que la hayan querido tanto como Washington Irving.
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