sábado, 20 de febrero de 2016

EL ARTE DE MATAR DRAGONES (Ignacio del Valle)




EL AUTOR

(Oviedo, 1971) vive en Madrid.

Es autor de la serie de suspense histórico protagonizada por Arturo Andrade y formada por 
El arte de matar dragones (Algaida, 2003; Alfaguara, 2016. Premio Felipe Trigo), El tiempo de los emperadores extraños (Alfaguara, 2006. Prix Violeta Negra del Toulouse Polars du Sud 2011, Premio de la Crítica de Asturias 2007, mención especial Premio Dashiell Hammett 2007, Premio Libros con Huella 2006), que fue llevada al cine por Gerardo Herrero (Silencio en la nieve, película con Juan Diego Botto y Carmelo Gómez estrenada en 2012), Los demonios de Berlín (Alfaguara, 2009; Premio de la Crítica de Asturias 2010) y Soles negros (Alfaguara 2016).

Asimismo ha escrito las novelas 
De donde vienen las olas (Aguaclara, 1999; Premio Salvador García Aguilar), El abrazo del boxeador (KRK, 2001; Premio Asturias Joven), Cómo el amor no transformó el mundo (Espasa, 2005) y Busca mi rostro (Plaza & Janés, 2012); y el libro de relatos Caminando sobre las aguas (Páginas de Espuma, 2013).




Además de los galardones mencionados, tiene en su haber más de cuarenta premios de relatos a nivel nacional y sus obras han sido traducidas a varios idiomas. Escribe columnas de opinión en el diario 
El Comercio de Gijón y el Panamá América, y colabora con El Viajero de El País, entre otras publicaciones.  

De 2012 a 2015 ocupó el cargo de subdirector y coordinador para Europa de la fundación cultural Mare Australe de Panamá.
 
Actualmente dirige la sección cultural Afinando los sentidos en Onda Cero Radio.


https://youtu.be/cyf4-B2A3MY

EL LIBRO

  • Nº de páginas: 480 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: ALGAIDA
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788498771855




  • Poco después de finalizar la guerra civil, la Sección de Información de Alto Estado Mayor franquista recibe el encargo de localizar El arte de matar dragones, una tabla italiana perdida en el traslado de los fondos del museo del Prado. La orden procede del propio Serrano Suñer, y Arturo «un agente de pasado turbio y endebles convicciones políticas» habrá de investigar el desconcertante periplo de la obra El arte de matar dragones no es sólo una novela de intriga sobre traficantes de arte y ajustes de cuentas en la posguerra. También es la historia de un amor imposible, e incluso un relato iniciático donde la tabla de un pintor italiano anónimo parece ocultar unas claves más allá de la razón y de la historia, y preservar el espíritu de la caballería medieval a través de los siglos, en un país dominado por la crueldad y el odio.

    IMPRESIONES

    La primera entrega de la serie de novela negra protagonizada por Arturo Andrade, ganadora del XXII Premio Felipe Trigo, en una nueva edición revisada por el autor.

    He aquí el primer volumen de otra saga detectivesca peculiar: la de Arturo Andrade, un teniente del servicio secreto franquista al término de la Guerra Civil. ¡Toma ya!

    Para mi grata sorpresa, no se trata de un simple best-seller de crímenes (de intriga, para ser exacto, porque, aunque hay muertos, el caso va de encontrar un cuadro), sino de una novela compleja. El escenario tan peculiar; la ambigüedad del personaje de Andrade, nominalmente franquista pero con un pasado oscuro y unos actos que contradicen su militancia; la ambientación de la novela, en un Madrid que muestra todas las huellas que le ha dejado la reciente guerra; la obsesión que el cuadro genera en el protagonista, y hasta la longitud inusual del libro, convierten el relato en algo más (mucho más) que una novela de detective

    Arturo Andrade es un teniente del Alto Estado Mayor al que se le otorga el cometido de recuperar una tabla pre-renacentista y que desapareció en el traslado de los fondos del Museo del Prado entre 1936 y 1939, fechas en las que los mayores tesoros de España hicieron un recorrido hasta Suiza, ida y vuelta, con paradas en Valencia y Cataluña. Serrano Suñer es el ordenante de la búsqueda, por ello no puede fallar en su indagación y, en su contra, el tiempo corre rápido. Los rastros de la obra le depararán a nuestro protagonista recorrer la España más profunda cercana a la Guerra Civil y abocetarnos parajes y situaciones tan anacrónicas como alejadas ya en el tiempo.



    Hay algo en la novela que atrae y enamora. Y es su honroso y para nada velado homenaje a Don Quijote y la obra de Cervantes en cualquiera de sus páginas y en cualquiera de los párrafos, todos de buena escritura, y que siembran de luz e inteligencia el texto. Y ello ocurre desde el comienzo, en el que encuentra a su escudero Vicente, o Vladimiro, como bien oculta el secundario, limpiabotas lisiado y estandarte de la España de los cuarenta, metiendo naipes entre zapato y calcetín para proceder al cepillado y lustrado. Los malos de la novela, verdaderos gigantes a abatir -¿o molinos?- se le irán interponiendo al paso hasta el hallazgo de su amada Dulcinea, esa quebradiza Anna, princesa no de la Mancha, sino de origen prusiano, y que le embelesa y cautiva desde su primera visión. Y a esa princesa es a la que ideará en el cuadro en cuestión.

    Pero no para en esta trama la grandiosidad de la obra. Sus personajes aledaños: Margot, esa psicóloga más que meretriz, Greta, bien la Garbo o la organización secreta, Xargu, enigma sobre enigma, Rosa, la dueña de la pensión y templanza de la obra, Román, delegado de Orden Público, asesino, tanguista, de cuerpo escultural… y, ¿algo además para Arturo?

    Si bien la estructura de la novela está compuesta de dos partes bien diferenciadas, la búsqueda de la realidad no acaba, como hilo sutil que cruza la trama, hasta la última de las páginas. Y hasta me atrevería a decir más: hasta casi las últimas palabras, y que nos dejan el regusto de saber del protagonista algo que el mismo ni conoce, un Arturo que atribulado por los aconteceres, sus deseos más ocultos nunca ha llegado a descubrir. Y es que ese final nos hace replantearnos, si no toda la obra, sí la compleja ¿y ambigua? personalidad del protagonista. ¿Marcará este final las connotaciones de las dos siguientes aventuras de nuestro Arturo?

    Museo del Prado, 1940


    El texto es poesía hecha prosa o, lo que es lo mismo, delicatessen literaria. El lenguaje de época está pulido al máximo al igual que los localismos y expresiones costumbristas, que siembran el texto de luz y color. Pero es en el uso de adjetivaciones y evocaciones cuando Ignacio da conocimiento de su gran valía: las hachas que laten (p. 310), los siglos uterinos del bosque (p. 310), las mentes que coletean confundidas (p. 321), el humo que se esclerosa sobre las cabezas (p. 326), un lenguaje evocador y de primera.

    Todo un alarde de buen hacer, esta novela: personajes muy bien trabajados, una trama que mantiene el interés y está bien dosificada, un conflicto personal que lucha en interés con la historia principal... En resumen, una buena novela, atípica en el género, recomendable tanto para asiduos como para esporádicos, e incluso para quienes no gustan particularmente del género. La saga va por su tercer volumen.

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