lunes, 5 de mayo de 2014

HISTORIA DE UN ALEMAN (Sebastian Haffner)



EL AUTOR

Sebastian Haffner, nombre verdadero: Raimund Pretzel, (Berlín, 27 de diciembre de 1907-Ibídem, 2 de enero de 1999) fue un periodista, escritor e historiador alemán.

Nació en una familia protestante y cursó estudios de Derecho en su ciudad natal. En 1938, debido a su malestar con el régimen nazi, emigra a Inglaterra junto a su novia judía donde trabaja como periodista para The Observer. Adoptó el seudónimo "Sebastian Haffner" para evitar que su familia en Alemania fuese víctima de represalias por su actividad como disidente del nazismo en el extranjero.



El nombre Haffner lo tomó de la sinfonía del mismo nombre, compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart.

En 1954, una vez acabada la II Guerra Mundial  regresa a Alemania y colabora como columnista en varios periódicos de izquierdas.

Haffner fue un radical opositor de Hitler desde el exilio y uno de los más destacados escritores sobre la historia alemana del siglo XIX y XX.

Aunque su libro de memorias Historia de un alemán no se publicó hasta después de su muerte,

Haffner lo había terminado en 1939.

En 1980 le fue conferido el Johann-Heinrich-Merck-Preis.



EL LIBRO

  • Nº de páginas: 264 págs.
  • Encuadernación: Tapa dura
  • Editoral: DESTINO
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788423333431



  • La autobiografía de Sebastian Haffner se ha convertido ya en un clásico de la literatura memorialística y en una obra imprescindible para comprender la aparición y consolidación del movimiento nazi en la sociedad alemana. Escrita en 1939 -aunque encontrada entre los papeles del autor tras su muerte en 1999- versa, según anuncia Haffner en el prólogo, sobre un «duelo entre dos contrincantes muy desiguales: Un estado tremendamente poderoso, fuerte y despiadado, y un individuo particular pequeño, anónimo y desconocido... El estado es el Reich, el particular soy yo». Así, Haffner describe su vida como la de un hombre cualquiera, al que las circunstancias obligan a combatir contra un estado totalitario por la salvaguarda de su dignidad y de su intimidad. Estructura el libro en tres partes: «Prólogo» (del verano de 1914 al verano de 1932), «La Revolución» (del 30 de enero de 1932 al verano de 1933) y «Despedida» (verano de 1933) a lo largo de las cuales expone, de manera discreta y pudorosa, su propio itinerario vital. Parte de un autorretrato de su niñez nacionalista y militarista en absoluto complaciente, en el que progresivamente asistimos a la evolución de su pensamiento, fundamentada en la aguda observación de los hechos que sacuden a su patria. El autor narra los meses de revolución que precedieron y siguieron al armisticio, y la proclamación de la república de Weimar.

    IMPRESION PERSONAL

    Cualquiera que esté interesado en la historia del siglo XX se habrá topado en los últimos años con el nombre de Sebastian Haffner. Sus libros se citan como clásicos entre la inabarcable bibliografía sobre el nacionalsocialismo y la Alemania de los años anteriores a la IIGM, y en España se han publicado varias de sus obras en apenas tres años.

    ¿Cuál es la razón para que un autor prácticamente desconocido hasta 2000 parezca de repente imprescindible para conocer una época sobre la que parecía estar todo escrito? Se puede decir que todo comenzó con este libro.

    Publicado 60 años después de ser escrito, tras ser rescatado de los papeles que el autor dejó al morir en 1999, esta autobiografía -si se puede llamar así a una obra escrita con apenas 31 años- se plantea como la lucha desigual entre un poderoso Estado y un individuo, “pequeño y anónimo”, dice Haffner, pero lo suficientemente lúcido como para hacer balance, en 1939, del primer tercio de siglo en Alemania y de lo que esperaba a su país si seguía – como siguió- el camino iniciado en 1933.

    Libro sutil, analítico e introspectivo, probablemente inconcluso, y memorable por muchos motivos, me apetece destacar aquí tres. El primero, la soberbia descripción de los estados de ánimo colectivos durante los distintos gobiernos de la República de Weimar, desde 1918 hasta 1933. En particular, el papel del recuerdo de aquella guerra que nunca se perdió hasta que, brusca e inaplazable, llegó la derrota, en la psicología de los adolescentes alemanes de entonces; así como la incapacidad, primero de los revolucionarios de 1919, y luego de todos los partidos republicanos para ofrecer algo creible y pararle los pies al antisemitismo y al nacionalismo.

    El segundo, la descripción de una cara vista de pronto a la salida de un baile del carnaval de 1932, abruptamente interrumpido: “una cara llena de dientes”; un rostro con “ojos muertos, acuosos e incoloros, cabellos incoloros, piel incolora, labios incoloros y una prominente nariz de lucio sobre la dentadura”. Un rostro que ya “no era un rostro humano en absoluto, sino más bien la cara de un cocodrilo”. El “rostro de las SS”.

    El tercero, la espléndida distinción que el autor hace entre “la nación amada” (en su caso Francia) y el propio país, ese lugar que “si se pierde, casi se pierde también el derecho a amar a otra nación”; el elogio de “la invitación recíproca”, del “aprender a entender al otro”. Y, también,  su profunda comprensión de que, en aquellas condiciones,  “el verdadero enfrentamiento… tenía lugar entre “el nacionalismo y el sentimiento de lealtad al propio país”. Para  Haffner, como para tantos otros antes y después de él, el nacionalismo, “es decir, la autocontemplación y egolatría nacionales, es en todas partes un enfermedad mental peligrosa, capaz de desfigurar y afear los rasgos de una nación, igual que la vanidad y el egoismo desfiguran y afean los rasgos de una persona”. En pocas palabras, el peor enemigo del propio país.

    Aspecto de la Wilhelmstrasse,  céntrica calle de Berlín donde se ubicaba la sede del Partido Nazi y otros edificios oficiales,  en los años 30


    El libro se divide en tres partes: “Prólogo” (del verano de 1914 al verano de 1932), “Revolución” (del 30 de enero de 1932 al verano de 1933) y “Despedida” (verano de 1933). A lo largo de ellas Haffner recorre el itinerario del país de la mano de su propia trayectoria vital, casi a la manera de una educación sentimental en la que vemos como pasan ante sus ojos la IGM y sus desastrosas consecuencias para Alemania, la fracasada revolución espartaquista, la república de Weimar, la ocupación francesa del Ruhr y la gran crisis económica, pasos previos todos ellos a la victoria de Hitler en las elecciones de 1933.

    En cualquier caso, lo que hace diferente a este libro es la persona que lo escribe y su inusual lucidez y coraje, a la vista del comportamiento del resto de sus compatriotas. Haffner no es judío, ni comunista, ni miembro de ninguna otra minoría amenazada por el nuevo régimen. Bien al contrario, se trata de un alemán de buena posición, abogado, conservador y considerado ario. Acostumbrados como estamos a ver cómo las grandes obras de denuncia del nazismo suelen provenir de aquellos directamente amenazados por él, reconforta encontrarse con la denuncia que hace un ciudadano “de primera clase”, que además se considera patriota, ante la deriva de su país. Al final, nos dice con tristeza, sólo una derrota militar podrá salvarlos de esa deriva. Estamos en 1939.

    Revista de tropas de Asalto S.A. (Fuerzas paramilitares nazis)

    Más allá de la admiración que pueda suscitar el valor de Haffner, quedan sus críticas, y no son pocas.

    En primer lugar, el pueblo alemán. Cobarde, pusilánime, falto de dignidad y aborregado, se deja arrastrar en nombre de aquellos instintos que la civilización llevaba intentando superar durante siglos. Haffner es tan implacable con sus compatriotas como con él mismo: qué poco han luchado. A la cabeza de él, los políticos, incapaces de otra cosa que no sea esperar la llegada de Hitler, asumida como inevitable. Dicho sea de paso, cuando uno se entera de los aplausos que la socialdemocracia dedicó a Hitler en el Reichstag, no puede resistirse a recordar el poema de Kavafis en el que los senadores romanos esperan resignados, y secretamente ansiosos, la llegada salvadora de los bárbaros.
    Pero hay más críticas en el libro, en las que quizá no pensó el propio Haffner: todos aquellos – una vez más, y en primer lugar, los propios alemanes, pero también otros países y la propia Iglesia- a los que la guerra despertó a la realidad, y que después habrían de lamentarse por lo ocurrido. Después de este libro, no es creíble alegar desconocimiento para no ser culpado de, como mínimo, pasividad cómplice. Y la mayor crítica, que planea sobre todo el libro: saber que su éxito se basa, precisamente, en lo extraordinario de su caso.

    Y junto a estas críticas, un par de reflexiones: la primera es el estupor ante la degeneración de un país que representaba los más altos valores de la cultura occidental. Así como Adorno decía que no puede haber poesía después de Auschwitz, Sloterdijk dirá que el humanismo puede ser una vía muerta después de lo que ocurrido en Alemania.

    La segunda es lo inquietante del refugio nacionalista, de la autocontemplación y egolatría nacionales. Cuando Haffner dice que un alemán que cae víctima del nacionalismo deja de ser alemán – precisamente por ser éste un individuo abierto, autocrítico y generoso-, lo hace alabando también el valor romántico de su pueblo, su musicalidad, sus infinitas posibilidades intelectuales. Es esa línea sentimental, entre lo idílico y lo macabro, la que a día de hoy sigue recorriendo el nacionalismo.

    Haffner terminó abandonando Alemania, para ayudarle desde fuera, contando cómo era su país para que otros pudieran entenderlo. Y lo contó tan bien, que no son pocos los que pusieron en duda la fecha de autoría de esta obra, por su clarividencia.

    Historia de un alemán es un libro totalmente recomendable, para alemanes y no alemanes, aunque impresiona bastante, sobre todo a los no alemanes,  en la que es un alemán el que cuenta desde dentro cómo se gestó el auge del Nazismo, y así conocer mejor una época que no debe ser olvidada, para que nunca más pueda repetirse.

    ACTUALMENTE LEYENDO:  HISTORIAS DE FANTASMAS (Manuel Vázquez Montalbán)

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