EL AUTOR
Camilo José de Cela y Trulock, marqués de Iria Flavia, (Iria Flavia, Padrón, La Coruña, 11 de mayo de 1916 – Madrid, 17 de enero de 2002) fue un escritor español. Autor prolífico (como novelista, periodista, ensayista, editor de revistas literarias, conferenciante...), fue académico de la Real Academia Española durante 45 años y galardonado, entre otros, con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1987, el Premio Nobel de Literatura en 1989, y el Premio Cervantes en 1995. Por sus méritos literarios, en 1996 el rey Juan Carlos I le otorgó el Marquesado de Iria Flavia, creado ex profeso
Camilo José Cela nació en la parroquia de Iria Flavia, perteneciente al término de Padrón, en la provincia de La Coruña, el 11 de mayo de 1916. Su padre (Camilo Crisanto Cela y Fernández) era gallego y su madre gallega de ascendencia inglesa e italiana (Camila Emanuela Trulock y Bertorini); su sexto apellido es belga, Lafayette. Fue el primogénito de la familia Cela Trulock y bautizado con los nombres de Camilo José María Manuel Juan Ramón Francisco Javier de Jerónimo en la Colegiata de Santa María la Mayor. Durante los años 1921 a 1925 la familia vivió en Vigo, instalandose en 1925 en Madrid. Donde Camilo cursó estudios en el colegio de los Escolapios de la calle General Porlier.
En 1931, hubo de ser internado en el Sanatorio antituberculoso de Guadarrama, experiencia que aprovechó posteriormente para su novela Pabellón de reposo. Empleó los periodos de inacción que su enfermedad le impuso en intensas lecturas de Ortega y Gasset y la colección de autores clásicos españoles de Rivadeneyra, según él mismo indicó más tarde. En 1934 terminó sus estudios secundarios en el Instituto San Isidro de Madrid e inició la carrera de Medicina. No se ha abundado suficientemente sobre las actividades que nutrieron su acervo intelectual (académicas, influencias, amistades, viajes, idiomas o lecturas) con el que el joven Cela cimentara su erudición. Se sabe que gustaba asistir de oyente a las clases de Literatura Española Contemporánea de Pedro Salinas en la nueva Facultad de Filosofía y Letras. Allí se hizo amigo del escritor y filólogo Alonso Zamora Vicente. También trató a Miguel Hernández y María Zambrano, en cuya casa de la plaza del conde de Barajas conoció en tertulia a Max Aub y otros escritores e intelectuales.
La Guerra Civil estalló mientras él estaba en Madrid, con 20 años y recién convaleciente de tuberculosis. Cela, de ideas conservadoras, logró escapar a la zona sublevada y se alistó como soldado, fue herido y hospitalizado en Logroño.
Al acabar la guerra mostró indecisión en sus estudios universitarios y entró a trabajar en una Oficina de Industrias Textiles, donde empezó a escribir lo que será La familia de Pascual Duarte. «Empecé a sumar acción sobre acción y sangre sobre sangre y aquello me quedó como un petardo».
A los 50 años comenzó Cela a escribir sus memorias y trazó entonces un amplio proyecto que llamó La cucaña. De aquel plan sólo se editó en libro La rosa que termina en los recuerdos de su infancia.
El volumen II se publicó en el año 2001 abarca parte de la infancia, la adolescencia y juventud del autor.
Se casó en 1944 con María del Rosario Conde Picavea, maestra de formación con quien tuvo dos años después su único hijo, Camilo José. Se divorció de Rosario Conde en 1990 para casarse en 1991 con Marina Castaño López, periodista con la que compartió sus últimos doce años.
Orientado a la literatura y ambicioso, puso en marcha en plena autarquía un mecanismo que el poeta falangista Dionisio Ridruejo definió como «estrategia de la fama, el culto a la personalidad y la voluntad imperativa».
Utilizó para ello una triple estrategia a largo plazo: colaboracionismo político con el Régimen, estilo literario impactante e imagen pública epatante (aparte, naturalmente, de escribir mucho).
Cela malvivió de colaboraciones con la prensa en la posguerra. Obtuvo el imprescindible carné de periodista con el apoyo de Juan Aparicio en 1943. Fue censor del régimen. El periodista Eugenio Suárez, censor confeso, refiere estos primeros años difíciles de Cela. Optó y ocupó un puesto en el Cuerpo Policial de Investigación y Vigilancia del Ministerio de la Gobernación del régimen franquista donde trabajó como censor durante 1943 y 1944. Sus dos primeras obras literarias fueron censuradas lo que hizo aumentar las expectativas de los lectores.
Conquistado literariamente Madrid, se trasladó a Palma de Mallorca (1954–1989), donde se introdujo en el negocio editorial creando en 1956, con Caballero Bonald como secretario de redacción , una revista literaria llamada Papeles de Son Armadans (1956–1979) que Cela supo orientar más allá del sectarismo propio de aquellos tiempos, apoyando la participación de relevantes escritores del exilio.
También creó la editorial Alfaguara, donde se publicaron sus obras y las de otros muchos autores del momento. A pesar de su mayor estabilidad económica Cela demostró su talante mercantilista y su connivencia con el poder político del tardofranquismo.
El profesor Ysàs desveló recientemente con documentos cómo personas de renombre de la literatura española, como era ya Camilo José Cela, se ofrecieron a colaborar con el Ministerio de Información en los años de la Transición con el objeto de reconducir, o mejor dicho frenar, la disidencia de otros compañeros. Cela sugirió que algunos intelectuales, disidentes en apariencia, podrían ser sobornados, «domesticados» o convertidos en fieles al sistema. Incluso llegó a sumarse a un grupo de escépticos e inconformistas simulados para poder así espiar sus actividades. Conociendo las dificultades del oficio, entre otros trucos Cela proponía la compra de libros a ciertos autores para favorecerlos, o hacerles contratos de edición en alguna editorial que colaborara con el franquismo, y si era preciso que se crease al efecto, aumentándoles el porcentaje a percibir para ganárselos.
Presidió la Sociedad de Amistad España-Israel, constituida en los años 70 con el fin de ayudar al establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países y a fomentar las relaciones culturales, bajo la idea de los elementos constitutivos judíos de la cultura española.
Cela fue nombrado senador en las primeras Cortes Generales de la transición democrática y tomó parte activa en la revisión que el Senado efectuó del texto constitucional elaborado en el Congreso de los Diputados. Su enmienda consistió en denominar a la lengua oficial del Estado como «castellano o español» y que el color «gualda» (término casi exclusivo del léxico de la heráldica) de la bandera española sea designado como «amarillo». Con el comienzo del año de 1979 y con la convocatoria de nuevas elecciones generales, Cela concluyó su etapa de senador por designación real.
Tenía grandes dotes de actor, entre ellas una voz poderosa, una excepcional capacidad paródica, sabia dosificación de la expectativa y la sorpresa, empatía con el auditorio y un gran sentido del espectáculo. Cela siempre se mantuvo independiente y a contrapelo de muchas tendencias aun reconociendo una «grave falta de interés por la aventura intelectual». Mantuvo sus ideas políticas derechistas, y el hecho de haber combatido y trabajado a favor del campo nacionalista, le granjearon la enemistad del establishment literario "progresista" y la de los gobiernos socialistas de la época. A ello contestaba Cela con su humor dedicando algunos de sus libros «a mis enemigos que tanto me han ayudado en mi carrera».
Considerado como «gran farsante», por la constante antinomia que mantuvo durante su vida entre lo que decía y lo que hacía, Cela propició una especie de relaciones públicas al revés. Era pronto para la imprecación y el exabrupto.
En octubre de 1989 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura según la propia Academia sueca: «...por la riqueza e intensidad de su prosa, que con refrenada compasión encarna una visión provocadora del desamparo de todo ser humano».
En 1994 recibió el Premio Planeta. La obra premiada de Cela, La Cruz de San Andrés, dio origen a un juicio por supuesto plagio que ha sido reabierto,] al haber sido denunciado por una de las participantes que enviaron manuscritos al citado certamen, si bien los peritos judiciales que intervinieron descartaron la existencia de plagio.
En 1995 recibió el Premio Cervantes, el más prestigioso galardón literario de los países de lengua española.
Murió el 17 de enero de 2002 a los 85 años. Sus últimas palabras fueron: ¡Viva Iria Flavia!.
EL LIBRO
Ligero de equipaje, el viajero sale temprano de su casa. Lleva en su cabeza un plan que el capricho de sus pasos irá alterando, y en su mochila un cuaderno que se llenará de encuentros y paisajes. Por sus páginas va desfilando una geografía de rostros con los que ha compartido un cigarro, un trecho del camino o hasta la manta y el jergón. Son personajes desconfiados y hoscos, hospitalarios y amables; personajes típicos forjados por la dureza de la tierra y personajes extravagantes forjados por el absurdo de la vida. Del buhonero al que apodan el Mierda, al chamarilero que se precia de conocer al rey de Francia; de las hacendosas Elena y María al niño Paquito que una parálisis tiene postrado en su silla... todos ellos van poblando las páginas del cuaderno y dejando en el corazón del viajero la herida que causan los encuentros fugaces y las despedidas definitivas. Junto a ellos, el viajero toma buena nota de la belleza, a veces austera y a veces generosa, de la comarca alcarreña, de sus ríos, sus campos y sus historiados pueblos.
IMPRESION PERSONAL
El 9 de marzo de 1948 sale de la imprenta el libro VIAJE A LA ALCARRIA, del que es autor el conocido novelista gallego Camilo José Cela. Cela ya es popular porque desde hace seis años su novela La Familia de Pascual Duarte admira y escandaliza a los españoles. También ha publicado Pabellón de Reposo, las Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, El bonito crimen del carabinero y un libro de versos y otro de cuentos. Y hasta ha tenido la audacia de exponer sus pinturas en Madrid.
El nuevo libro VIAJE A LA ALCARRIA está editado por la Revista de Occidente, tiene 232 páginas y 44 fotografías de Karl Wlasak. La encuadernación es en rústica y el precio 65 pesetas.
El famoso relato de Camilo José Cela, es una obra consagrada de la literatura española que, dentro de una aparente simplicidad, encierra una gran sabiduría formal. La sencillez de VIAJE A LA ALCARRIA es resultado de un difícil ejercicio de depuración formal y su amenidad es el acceso a un mundo de gran hondura lírica. La pureza de empleo del idioma, lo ha convertido en libro de texto en muchas universidades extranjeras y no sólo ha servido para el estudio del idioma castellano sino también de la fisonomía de la España rural de la posguerra.
La narración en tercera persona diferencia a este texto del tono tradicional de los relatos de viajes, en que siempre habla el protagonista.
Una indagación que pretenda no dejar desperdicio, encontrará que el VIAJE A LA ALCARRIA es una novela de aventuras. Al menos, rastreará en sus páginas lo dos elementos más característicos de ellas: el exotismo y el riesgo. Nada más singular que el escenario primitivo por donde transcurre el relato y en donde el viajero encuentra las situaciones más comprometidas. Pasa hambre en el camino, duerme al raso, desciende con peligro de deslomarse por el barranco de Trascastillo en Durón, es atacado en Tendilla por perros y gansos, sube a Casasana por vericuetos ásperos, en la senda por las Tetas de Viana encuentra los vestigios de un crimen, sufre prisión en Budia, le echan de Pareja a las voces de “Usted coge su morral y se va. ¡Como hay Dios..!” Nuestro aventurero también irá registrando con su corazón el hallazgo de mozas, criadas y señoritas que aparecen en su camino por la Alcarria.
De la lectura del libro VIAJE A LA ALCARRIA, se desprende que el viajero hizo el viaje a pie y en solitario, pero la confrontación con las notas de su cuaderno de viaje obliga a matizar estos dos supuestos. Cela tuvo la compañía intermitente de una pareja de fotógrafos austríacos -Karl Wlasak y Conchita Stichaner- que se encargaron de hacer las fotografías que ilustran la edición príncipe. En la primera y tercera parte de sus viajes, es decir, la correspondiente a Guadalajara, Taracena, Torija, hasta Brihuega, y desde La Puerta, Budia, El Olivar a Durón, Cela fue en solitario. En la segunda y cuarta, esto es, desde Bruhuega, Cifuentes, Trillo, Viana, hasta La Puerta y desde Pareja, Casasana, Sacedón, Tendilla hasta Pastrana fue acompañado por ellos.
Cela tiene una obsesión por los detalles geográficos, los nombres, apodos, leguas y circunstancias que contribuyen a dar una sensación de veracidad. La España de la posguerra era pobre y doliente y llena de temor y resentimiento. La España de 1946 estaba sometida al bloqueo internacional por la complacencia que había tenido con las fuerzas del Eje durante la segunda guerra mundial y por la persistencia de Franco en el poder. Sólo Churchill había valorado con realismo la tozudez de Franco y el orgullo del español que haría contraproducentes las presiones exteriores y sólo servirían para que el régimen se eternizase. Aparte que algunas de las campañas de los aliados contra la España franquista eran bastante pintorescas, como la que ese mismo año 46 acusaba de agresor a nuestro país por fabricar la bomba atómica en Ocaña.
Itinerario del viaje a la Alcarria
En el interior se vivía con cautela y desconfianza y sólo se toleraba la discrepancia en cuestiones deportivas. Se hablaba de los goles de Zarra, de la escalada de Langarica, del arrojo de Ortueta. Y poco más. La España de 1946 era una fotografía confusa y dramática que Cela intentaba desvelar. Cela hace un recorrido por una España de posguerra, rural y en más de una ocasión hambrienta, son los años del hambre, algunas de los personajes del libro manifiestan su preocupación por “poder llevarse algo a la boca durante el día”.
“Ahora no es como antes; ahora, para malcomer, hay que sudarlas” (pagina 187 - Destino. Edición 16.ª)
El año 46 fue un año de sequía así lo reflejaba la censurada prensa:
“Ante la agravación de la sequía se suprimen los trenes eléctricos de Madrid y se restringen los demás en toda España”
Sin embargo nuestro viajero no sólo coge el tren sino que éste va lleno de gente, debió ser un tiempo antes de las restricciones. La sequía se puede apreciar si bien no directamente de las palabras de los personajes sí por las numerosas menciones que se hace al agua de lo que se deduce la importancia que tenía para la zona hasta el punto incluso de conocer un pueblo por su abundancia o no de agua.
Es una época de represión, de control policial, esto se refleja en VIAJE A LA ALCARRIA por el número de guardias civiles que salen reflejados, un total de cuatro.
También es la época de construcción de nuevos pantanos totalmente típicos de esta etapa del régimen franquista (“queda inaugurado este pantano”). La referencia se refiere a la aparición en varias ocasiones en el libro de la alusión a la construcción de las presas de Entrepeñas y del río Guadiela:
“La gente habla de los pantanos que están haciendo en el Tajo y en el Guadiela. Según aseguran, van a ser algo muy importante” (paginas 191-192 - Destino. Edición 16.ª)
Incluso algunas de las zonas por las que pasó Cela en 1946 hoy se encuentran anegadas bajo las aguas:
“Marchando por la Entrepeña el viajero ve una hermosa decoración (…)”
El libro también hace referencia al “estraperlo” o mercado negro:
“Pasan carros de mulas para arriba y para abajo, y de vez en cuando, cruza un camión cargado hasta los topes; a veces la guardia civil detiene algún camión; el estraperlo suelen llevarlo debajo de la carga”. (Pagina 176 - Destino - Edición 16.ª)
Ante la Política intervencionista del Estado a todos los niveles (producción, comercialización, consumo, racionamiento) agricultores y consumidores optaron por los intercambios ilegales, consolidándose así un mercado negro o “estraperlo”, que llegó a ser de más envergadura que el mercado oficial. El mercado negro generaría importantes beneficios a grandes propietarios, intermediarios y a los propios interventores haciendo aparecer así la figura del “estraperlista”.
Centrándonos ya en el libro, Cela ha sabido reflejar la realidad social y rural de la España del año 1946 usando con una forma y un estilo que roza la perfección nuestro ya de por sí difícil idioma que es el castellano. El libro es ameno, despierta la curiosidad en cada momento y traslada a nuestra mente de manera ejemplar la sociedad de la posguerra alcarreña. Cela ha sabido usar como nadie la narración en tercera persona, lo que diferencia a este texto del tono tradicional de los relatos de viajes, pues este libro en mi opinión es algo más que un libro de viajes, Cela no reduce su obra a una narración de lo que se encuentra por el camino, sino que traslada formas de sentir de las gentes de la comarca alcarreña.
ACTUALMENTE LEYENDO: MISTERIOSA BUENOS AIRES (Manuel Mujica Lainez)
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