jueves, 7 de mayo de 2015

LOS AMIGOS DEL CRIMEN PERFECTO (Andres Trapiello)





EL AUTOR

Nació en Manzaneda de Torío, León, en 1953. En el año 1975 se radica en Madrid. Cursó estudios universitarios, pero los abandonó para trabajar y estudiar periodismo. Colabora como periodista en diversas publicaciones (ABC, El País, La Vanguardia,…) además de ser novelista, poeta y ensayista. Como poeta ha publicado Junto al agua (1980), Las tradiciones (1982), La vida fácil (1985), El mismo libro (1989), una recopilación de su obra poética bajo el título Las tradiciones (1991) y Acaso una verdad (1993) Para leer a Leopardi (1995). Los temas de sus obras son casi siempre de reflexión sobre la guerra civil española. Sus novelas son La tinta simpática (1988), El buque fantasma (1992), La malabanza (1996). Además se han editado libros de su colección de diarios Salón de los pasos perdidos: que se inauguró con El gato encerrado (1990) y Locuras sin fundamento (1993).



Como ensayista, ha publicado Las vidas de Cervantes (1993), Viajeros y estables (1993) Las armas y las letras (1995), Clásicos de traje gris (1997) y Los nietos del Cid. La nueva edad de oro (1898-1914)(1997). Ha sido director de la editorial Trieste y de la colección La Veleta, de Granada. Fue el ganador del premio Nadal del año 2003 con la novela "Los amigos del crimen perfecto".
EL LIBRO

  • Nº de páginas: 410 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: DESTINO
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788423343171



  • En 1981, los amigos del crimen perfecto es el nombre con el que se denominan una serie de variopintos personajes que una vez a la semana se reúnen en tertulia en el Café Comercial de Madrid para hablar y filosofar sobre su gran pasión, las novelas policíacas. Personajes anodinos y fracasados que, bajo el seudónimo de un gran personaje del género, desgranan la comisión de la cuadratura del círculo del género negro, el crimen perfecto. Cuando, inesperadamente, se enfrentan a un asesinato real que desafía sus aptitudes, los amigos, liderados por Paco Cortés, un escritor de novelas de a duro de los kioscos, irán descubriendo que la realidad siempre supera la ficción.

    IMPRESION PERSONAL

    Los amigos del crimen perfecto presenta a un grupo de personajes aficionados a los relatos de misterio que se reúnen todas las semanas en una tertulia en la que cada uno de ellos ostenta el nombre de un famoso detective o de un autor del género: Simenon, Miss Marple, Marlowe, Sherlock Holmes, Poe, etc. El inspirador y paladín del grupo es Paco Cortés, modesto escritor de novelas policíacas de quiosco, que ha elegido para la tertulia el alias de Sam Spade en honor al detective de su admirado Hammett y que es, en el fondo, un “letraherido” al que los fracasos le sobrevienen “por no saber dónde llegaba la literatura y dónde empezaba la vida” (pág. 172). Las acciones tienen como hilo conductor las andanzas de este personaje. Tras un arranque un tanto prolijo y no bien resuelto, asistimos en la primera parte a la tensa entrevista con su editor, a la frágil y melancólica relación con su ex mujer, a su intervención en las reuniones del variopinto grupo de los ACP o Amigos del Crimen Perfecto -entre los que hay un relojero, un policía, un abogado de poca monta, un emplea-do de Banco y hasta una dama de cierta posición-, precisamente en un aciago 23 de febrero, cuando se está produciendo la frustrada intentona del asalto al Congreso. La oportuna introducción de este motivo adquiere valor constructivo: permite enlazar con el personaje del comisario jefe golpista y prepara el sesgo político que la novela adquirirá en la segunda parte, con el inesperado asesinato que salpica por distintos motivos a algunos de los ACP.

    Exterior e interior del Café Comercial, sito en la Glorieta de Bilbao (Madrid), lugar de reunión de los Amigos del Crimen Perfecto

    Porque lo que importa en Los amigos del crimen perfecto no es la historia de la pintoresca tertulia -cuyos componentes aparecen cuidadosamente delineados por el autor, aunque tal vez con caracterizaciones demasiado descriptivas y definidoras-, ni siquiera la del frustrado matrimonio de Paco Cortés y Dora -cuya primera entrevista (págs. 93-104) tiene un espléndido desarrollo literario-, o la del misterioso crimen. Lo que aúna todos los motivos y componentes diseminados en la novela, es el problema de la justicia y sus límites con respecto a la ley y a la venganza personal. ¿Puede justificarse el asesinato de un asesino? La cuestión, que invade progresivamente la novela en su segunda mitad, proyecta sobre la historia narrada el recuerdo de sufrimientos heredados de la guerra, y enlaza el presente de los hechos relatados con el pasado histórico, lejano y, a pesar de todo, aún operante. Pero, al margen de esta localización temporal, la pregunta podría formularse a propósito de muchas otras situaciones, algunas de ellas más cercanas; si insisto en ello es para advertir que Los amigos del crimen perfecto no es una novela más sobre las consecuencias o la sombra alargada de la guerra civil. La respuesta a la pregunta enunciada antes no es sencilla, y en la novela de Trapiello resulta peligrosamente ambigua. Aunque el logro no sea perfecto, esta búsqueda de un tema que no se reduzca, como en otras novelas del autor, a determinadas circunstancias históricas concretas, sino que aspire a plantear cuestiones esenciales de la naturaleza humana y de la sociedad sin arrojar sobre el texto el énfasis de la trascendencia, es un indicio del avance que Trapiello ha dado a su obra narrativa.

    La novela comienza con un tempo moroso en el que apenas reconocemos al autor salvo en pequeños detalles, muy suyos: determinadas referencias cervantinas como el nombre de la editorial para la que trabaja el escritor protagonista; la misma decisión de éste en abandonar su oficio de escritor de novelas policíacas a la manera del Quijote al renunciar a las novelas de caballería para lanzarse a la vida; las logradas descripciones de los primeros personajes que aparecen en escena o el carácter hilarante de algunas situaciones como la de la página 37.

    Es muy importante lo del tempo en ésta y en cualquier novela. La morosidad de la primera parte en la de Trapiello es, claro está, intencionada y su intención no es otra que la de dejar claro, desde un principio, que no se trata de una novela policiaca al uso. Como bien nos dirá más adelante el autor, las novelas policíacas, por lo general, comienzan con un crimen, ésta no. Los arranques de las novelas negras o de las películas de cine negro actuales suelen ser trepidantes, éste no lo es, sencillamente porque no es una novela de serie negra sensu stricto. Su tempo es gradual como exige el cabal desarrollo de su trama para desembocar en la tesis, en la sustancia de lo que el novelista quiere comunicar al lector. Un crescendo sin el que resultaría imposible llegar a la última parte. Entre otras razones porque de no ser así no existiría novela. Es más, esa gradualidad es la que mantiene la intriga y la atención del lector en todo momento.

    Actual Comisaria en la Calle Luna, Madrid


    No hay, pues, desorden en la estructura de esta novela. Todo lo contrario, responde a una partitura muy bien pautada, entre otras razones porque sin ser una novela policiaca se debe a ese género y es éste, sin duda, uno de los géneros que más exige del autor un trabajo de precisión milimétrica, de relojería y del que Andrés Trapiello es bien consciente.

    Para buscar un símil musical diría que Los amigos del crimen perfecto es como El bolero de Ravel pero sin tanto ritornello –o sí, según se mire–, y con un final sorprendente e inexcusable, como reza el texto de la contracubierta del libro.

     Por otro lado Los amigos del crimen perfecto no es exactamente una parodia de las novelas de serie negra, yo diría más bien que se trata de un análisis posmoderno del género, es decir, ejercido desde dentro utilizando los recursos de éste a la vez que subvirtiéndolos, para concluir en algo diferente. Es, si me lo permiten, una inteligente metanovela policiaca.

    Literatura y vida, justicia y venganza son las líneas maestras de esta gran novela que da, y mucho, en qué pensar. Es, al mismo tiempo, una contribución importante al debate que viene suscitándose, tal vez más en otros países que en el nuestro, en torno a la literatura testimonial o comprometida o como deseen llamarla. La elección del género adoptado por Trapiello en esta ocasión no viene a ser más que un pretexto, una excusa para poder trazar una trama, muy bien urdida, capaz de situar al lector frente a una realidad que no debería resultarle en nada indiferente, por cercanía y porque en ella queda inscrita parte de su propia vida, la del autor y la del lector.

    ACTUALMENTE LEYENDO:  TRES HISTORIAS DE AMOR  (Manuel Vazquez Montalban)

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario