lunes, 1 de septiembre de 2014

SHERLOCK HOLMES Y LA SABIDURIA DE LOS MUERTOS (Rodolfo Martínez)





EL AUTOR

Rodolfo Martínez (Candás, Asturias, 1965) es un escritor español de fantasía y ciencia ficción.

Descubre la ciencia ficción y la fantasía siendo niño, probablemente a través de los cómics de superhéroes, y posteriormente, a través de su padre, lector habitual del género.

Cursó estudios de filología inglesa, aunque no llegó a terminarlos y, desde 1995, trabaja como programador informático.

Comenzó a publicar relatos en revistas y fanzines en la década de los noventa y en 1995 publica su primera novela, La sonrisa del gato.

Rodolfo Martínez es una personalidad dentro del fandom en España, no sólo como autor, sino también por la labor que ha desarrollado dentro de diferentes asociaciones y publicaciones.



A los doce años comienza a escribir, pero no es hasta 1987 que publica su primer relato en el fanzine Maser, editado por Juan José Parera. Estos cuentso serán El chico de la moto es el rey y En los confines del norte. En 1986 escribe, El robot (aunque no fue publicado hasta 1995), un relato basado en las Historias de robots de Asimov. Sigue escribiendo y publicando cada vez más. Poco a poco va dando forma a Drímar, el universo referencial donde Martínez ha ambientado gran parte de la ciencia ficción que ha escrito.

Entre 1990 y 1995, fecha de su primera publicación profesional, se convierte en un colaborador habitual de buena parte de los fanzines dedicados al fantástico de la época (Maser, BEM , Tránsito, Elfstone, Kenbeo Kenmaro, Parsifal, Sueño del Fevre, Núcleo Ubik...) y de alguno dedicado al cómic (Círculo andaluz de Tebeos, El Wendigo).

En 1995 publica su primera novela, La sonrisa del gato, en Miraguano Ediciones, una novela de espionaje ciberpunk, dando paso así a su etapa de escritor profesional. Al año siguiente aparecerá Tierra de nadie: Jormungand, en Ediciones B, y La sabiduría de los muertos, editada por la Consejería de Cultura del Principado de Asturias y con la que el autor había ganado el Premio Asturias de novela, convocado por la Fundación Dolores Medio. Con esa novela da inicio a su popular saga holmesiana, donde el detective de Baker Street se enfrenta y conoce a algunos de los iconos de la cultura popular más característicos del siglo XIX y XX.

Durante los siguientes años mantiene su colaboración con las publicaciones periódicas dedicadas al fantástico, aunque empieza a diversificarse y además de cuentos comienza a publicar varios artículos en las revistas del grupo Gigamesh (Gigamesh, Stalker y Yellow Kid) además de realizar alguna que otra traducción (varios artículos para BEM, un cuento de Neil Gaiman para Gigamesh).

En 1999 publica El abismo te devuelve la mirada y, dentro del volumen que recoge los ganadores del Premio UPC de novela corta, Este relámpago, ta locura. Ése mismo año la Semana Negra de Gijón publica Territorio de pesadumbre, con la que Rodolfo había ganado la Beca de novela corta que el festival gijonés había convocado el año anterior.

Entre 1999 y 2004 su producción literaria parece ralentizarse. En ese periodo continúa publicando artículos y algún cuento ocasional, pero no saca ninguna novela al mercado.

La aparente sequía novelística de Martínez termina en 2004, coincidiendo con la reedición por parte de Bibliópolis de La sabiduría de los muertos, ahora bajo el título de Sherlock Holmes y la sabiduría de los muertos. Robel también reedita Territorio de pesadumbre ese año y, finalmente, Gigamesh publica El sueño del Rey Rojo, donde Rodolfo regresa al ciberpunk de su primera novela.

Al año siguiente aparece Sherlock Holmes y las huellas del poeta, continuación de la anterior novela holmesiana y que también edita Bibliópolis. Y publica Los sicarios del cielo, con la que el asturiano acababa de ganar el Premio Minotauro de novela fantástica.

Termina el año con la edición de Callejones sin salida, donde Ediciones Berenice recopila su obra breve de ciencia ficción y que será completada al año siguiente con Laberinto de espejos, que recoge sus relatos de fantasía y algunos de sus poemas.

En 2007 vuelve a la carga con el detective de Baker Street con Sherlock Holmes y la boca del Infierno. Finalmente, en junio de 2008, se ha publicado Sherlock Holmes y el heredero de nadie, cuarta novela de su ciclo holmesiano y que Rodolfo ha confirmado que sería la última de esta saga.
Un mes más tarde sale a la calle El abismo en el espejo, una reescritura y ampliación de El abismo te devuelve la mirada.

En 2009, Rodolfo crea el sello editorial Sportula y, a través de él, y utilizando la impresión digital bajo demanda, publica su novela El adepto de la Reina.

En 2010, y a través de Sportula, edita El carpintero y la lluvia el primero de los cuatro volúmenes que recogerán el ciclo narrativo de Drímar. No conforme con eso, publica la edición electrónica de El sueño del Rey Rojo.

En 2011 publica Sondela con la editorial Dolmen, así como Fieramente humano con NGC Ficción!. También, con su propia editorial publica ese año El Jardín de la Memoria, segunda parte del ciclo iniciado con El adepto de la Reina.

En 2012 publica su primer libro de ensayo: La ciencia ficción de Isaac Asimov', un exhaustivo por la obra del escritor americano.

En 2013 edita Jormungand, tercer volumen recopilatorio de su Ciclo de Drímar.

En 2014 finaliza la edición de ese ciclo con Bifrost y publica una nueva novela de su ciclo de la Ciudad: Las astillas de Yavé.

EL LIBRO

Año de publicación: 2004
Editorial: Bibliópolis
Colección: Bibliópolis Fantástica nº 13
Traducción: ---
Edición: mayo de 2004
ISBN: 978-84-96173-09-5

Sir Arthur Conan Doyle, creador del personaje de Sherlock Holmes, que aparece tambien en uno de los relatos


Corre el año 1895 y Sherlock Holmes y el doctor Watson se ven envueltos en un caso de suplantación de identidad que tiene sus raíces en la época en la que el mundo daba por muerto al detective. Juntos, los dos investigarán una trama que gira alrededor del más famoso de los grimorios: el libro de los nombres muertos, el temible Necronomicon de Abdul Alahzred.

La sabiduría de los muertos es la primera novela holmesiana de Rodolfo Martínez y, desde el momento de su primera publicación, en 1996, fue recibida muy positivamente por los fans del detective victoriano. En ella, Martínez recrea con gran habilidad la voz del doctor Watson y reconstruye un siglo XIX en el que lo real y lo ficticio van de la mano en una historia trepidante.

IMPRESION PERSONAL

El libro, ganador del Premio Asturias de novela en 1996, viene precedido de un prólogo donde Martínez cuenta como (se supone que) halló los manuscritos originales del doctor Watson (una caja vieja en una tienda cerca del Soho, etc, que él dice sólo traducir), y viene seguido de una nota sobre las dificultades de dicha traducción. Ni caso. Es todo para dar sabor, como han hecho también por ejemplo J.R.R. Tolkien o Arturo Pérez-Reverte, entre otros. Es todo suyo de pe a pa. Martínez lleva más de una década en este tipo de género (tiene otros tres libros de Holmes), y está metido en el grupo organizador de la Semana Negra de Gijón.

Habrá lectores que piensen que usar personajes de otros es una forma un tanto caradura de ganarse la vida literariamente, pero esto se lleva haciendo desde siempre, y algunas veces con grandes resultados. Los romanos copiaban a los griegos, los autores medievales rehacían los relatos que oían y leían (los basados en el rey Arturo y su Tabla Redonda, por ejemplo), Shakespeare buscaba ‘inspiración’ donde podía, y hasta hoy en día hay best sellers por doquier basados en Alejandro o el emperador Cla-cla-Claudio
, por no mencionar escritores cojitrancos para quien “no queda sino batirnos”. En un futuro, a medida que los derechos vayan caducando, seguro que veremos cosas como ‘Las aventuras del joven Aragorn’ o ‘Harry Potter, el regreso (de nuevo)’.

Es un género o subgénero como cualquier otro, y hay que valer para ello, lo mismo que para todo. Los editores y lectores serán quienes decidan la valía final del resultado. Habrá quien se niegue a acercarse siquiera a un libro así y habrá otros que, al contrario, se sentirán interesados por poder seguir saciando su adicción (nunca mejor dicho), aunque sea sabiendo que consumen un sucedáneo. Es el riesgo inherente de usar nombres que son auténticos iconos de la literatura.


El primer relato de éste volumen, gira en torno a la literatura de H.P. Lovecraft, siendo el protagonista un supuesto pariente suyo

Y la verdad es que, una vez metidos en harina, y tras aceptar las reglas del juego, el libro no está ni medio mal. Contiene tres historias, una de ellas mucho más larga que las otras (las tres cuartas partes del volumen), y se nota que Martínez se ha currado el mimetismo. No ya el del original, sino incluso el de las traducciones canónicas al español. El tempo del relato sigue fielmente la mezcla original de rapidez al contar el caso, y a la vez de esa lentitud exasperante y teatral que tiene Holmes a la hora de ir explicando qué sabe o averigua. Al final de un párrafo lo tenemos marchándose de casa (Baker Street, 221 B, por supuesto), bien apresuradamente tras ver una pista en el Times, o bien tras pasar horas en su estudio en medio de drogas, experimentos, violines o disfraces, y a las dos líneas ya lo tenemos de vuelta, respondiendo a lo que Watson (y el lector) quiere saber. O no, según le dé el punto. Igualito que en el original. La prosa de Watson también está muy bien imitada, con sus frases bien terminadas y su gran cortesía al hablar. 
La novela empieza con un breve relato que explica cómo el autor consiguió el manuscrito del doctor Watson donde se relata la historia. Después se nos indica que el inseparable amigo del Maestro lo escribió en 1931, ya muy anciano, lo que da como un permiso “lógico” al hecho de que nuestro narrador en ocasiones utilice un estilo un poco –no mucho- diferente al que nos tiene acostumbrado. A partir de ahí, juega con una cierta ambigüedad en la historia: el que considere que es una narración imposible de acoplar al universo holmesiano tiene la excusa perfecta en la senilidad de Watson. El que por el contrario crea en ella, la puede asimilar sin problemas.

Aparte de esto, el verdadero regalo para los seguidores del personaje es la resolución de tres de las incógnitas que más quebraderos de cabeza han dado a lo largo de la historia del detective: La desaparición de James Phillimore, que fue a buscar un paraguas y jamás volvió a ser visto, la locura repentina del periodista y duelista Isadora Persano, que enloqueció tras encontrar un gusano desconocido para la ciencia en el interior de una caja de cerillas, y la desaparición del buque Alicia, los tres mencionados en “El Problema del Puente de Thor”. Los tres casos están enlazados con brillantez, además de aprovechar la ocasión para añadir varias referencias literarias a otras autores aparte de Doyle o Lovecraft. Es ese último escritor quién comparte la “co-propiedad” del pastiche, encontrando algunas de las criaturas de su universo pululando por las páginas de la historia, de las cuales Holmes parece saber algo más de lo que nunca ha contado…

La obra de Bram Stoker tambien es homenajeada en el segundo relato de este volumen


 Lo que quizá se le puede echar en cara es demasiado entusiasmo a la hora de meterse en el universo holmesiano, y así no sólo han de salir Holmes y Watson, sino también Lestrade. Y Mycroft Holmes. Y los Irregulares de Baker Street. Y Wiggins. Muchos de ellos sin hacer gran cosa, además. Y hasta el propio Conan Doyle, convertido en agente literario de Watson. Y hay tantas referencias a Moriarty y las cataratas de Reichenbach que llega a parecer que el autor ha tenido que contenerse a duras penas para no hacer resucitar al Napoléon del Crimen
también.

Pero esto no disminuye el disfrute. Al revés, es lo que uno quiere ver, ¿no? Para eso uno se lee un libro de Sherlock Holmes, para volver a ver a todos éstos. Ese sabor tiene que estar ahí. Además, y esto ya terminará de convencer a quien quiera leer el libro (o no), Holmes no tendrá que resolver casos como los de los relatos originales, sino que se enfrentará a adversarios salidos… de las plumas de otros escritores. Dos nombres, que igual dicen poco o igual demasiado, bastarán:
H.P. Lovecraft y Bram Stoker.

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