lunes, 17 de febrero de 2014

NOSTROMO (Joseph Conrad)

 

 
 


EL AUTOR

Józef Teodor Konrad Korzeniowski, más conocido como Joseph Conrad (Berdyczów, entonces Polonia, actual Ucrania, 3 de diciembre de 1857 – Bishopsbourne, Inglaterra, 3 de agosto de 1924), fue un novelista polaco que adoptó el inglés como lengua literaria. Conrad, cuya obra explora la vulnerabilidad y la inestabilidad moral del ser humano, está considerado como uno de los mas grandes novelistas de la Literatura Universal.

Su nombre polaco original era el de Józef Teodor Konrad Nałęcz-Korzeniowski, aunque al tomar la nacionalidad británica adoptó el de Joseph Conrad. Nacido en el seno de una familia pertenenciente a la baja nobleza en Berdyczew, Podolia el 3 de diciembre de 1857, en una ciudad hoy situada en Ucrania y por entonces perteneciente a la Polonia sujeta al ocupante ruso. Su padre combinaba la actividad literaria como escritor y traductor de Shakespeare y de Víctor Hugo con el activismo político del nacionalismo polaco, objeto de la represión del régimen zarista, actividades que le acarrearon una condena a trabajos forzados en Siberia. La madre de Josef murió de tuberculosis durante los años de exilio, y cuatro años más tarde el padre, al que se le había permitido volver a Cracovia.



Al quedar huérfano a los doce años, Conrad hubo de trasladarse a la casa de su tío Thaddeusa a Lvov, ciudad entonces bajo administración del imperio austro-húngaro, y luego a Cracovia donde estudió secundaria. Pero a los 17 años, hastiado de la vida estudiantil, viajó hasta Italia y luego a Marsella para terminar enrolándose como marinero a bordo del buque "Mont Blanc" (1875). Esa experiencia cambiaría su vida ya que con ella nacería una pasión, que no abandonó jamás, por la aventura, por los viajes, por el mundo del mar y por los barcos.

De los siguientes cuatro años apenas se conocen datos. De esa etapa, que él se empeñó siempre en mantener en penumbra, se ha documentado, no obstante, un viaje por el Caribe, su apoyo activo al legitimismo bonapartista, cierto asunto de contrabando de armas a favor de los carlistas españoles (del que extrajo algún pasaje para su relato de El tremolino) y, según parece, hasta un intento de suicidio por razones amorosas.

En 1878, para escapar al reclutamiento militar ruso, se trasladó a Inglaterra, trabajando como tripulante en barcos de cabotaje en los puertos de Lowestof y Newcastle, ocupando sus ratos libres a bordo con una afición un tanto sorprendente para un joven marinero extranjero, la lectura de Shakespeare, lo que le permitió ya a los 21 años un amplio dominio del idioma inglés, lengua en la que escribió toda su obra y en la que se consagraría como uno de sus autores clásicos. En palabras de Javier Marías, "el inglés de Conrad se convierte en una lengua extraña, densa y transparente a la vez, impostada y fantasmal, (...) utilizando las palabras en la acepción que les es más tangencial y por consiguiente en su sentido más ambiguo".

Tras obtener la nacionalidad inglesa, pudo presentarse a los exámenes de aptitud de oficial de la marina mercante británica, navegando en el "Duke of Sutherland", "Highland Forest", "Loch Etive", "Narcissus" y "Palestine" y luego obtuvo el título de capitán, cargo que desempeñó en los barcos "Torrens" y "Otago", éste último de bandera australiana.

En el último cuarto del siglo XIX, al llegar el imperio británico a su máxima expansión, las necesidades del comercio a gran escala y a larga distancia por vía marítima entre la metrópoli y el rosario de colonias, factorías y puertos que se extendía por todas las costas del mundo, junto con las nuevas tecnologías de la siderurgia y el perfeccionamiento de la máquina de vapor, produjo una crísis en la técnica secular de la navegación impulsada por el viento, debido a que los barcos de vela, pese al romántico canto de cisne de los rápidos clippers, era incapaz de competir en velocidad, capacidad de carga y mayor fiabilidad del transporte en los grandes vapores de acero. Enfrentado a la encrucijada de esos dos mundos que se cruzan sin comprenderse e ignorándose, uno, el dominado por el imprevisible capricho del viento, el de la dura y secular técnica de la navegación a vela que tan magistralmente aparece descrita en "El bello arte" y, el otro, el de la esclavitud por la tiranía de la puntualidad y la deshumanización de la vida a bordo, Conrad toma partido ardiente por el primero, aún sabiendo que está irremisiblemente condenado a sucumbir legándonos, ese es su mayor valor, esa irrepetible galería de tipos humanos, armadores, oficiales, capitanes, marineros, etc., que lo han convertido en uno de los clásicos de la literatura del mar, a la altura de Melville y Stevenson. Como reconoce en el prólogo a la edición de El espejo del mar, fue gracias al bagaje vital adquirido durantes sus años como marino, los episodios vividos durante esa época, los tipos humanos que pudo conocer y las historias que oyó en puerto o durante las tediosas horas a bordo, los que modelaron ese universo geográfico y moral en el que el individuo aparece confrontado en solitario a las fuerzas desatadas de una naturaleza hostil o amenazadora, junto a una fuerte carga de pesimismo respecto a la condición humana y en relación al papel de la civilización, esto último objeto de su relato El corazón de las tinieblas, en el que narra de forma oblicua las atrocidades que se estaban cometiendo contra la población indígena en el Estado Libre del Congo, por cierto denunciadas de forma mucho más abierta y decidida por el diplomático irlandés Roger Casement, con el que tuvo cierta amistad personal.

Tras lograr la nacionalidad británica (1886) y escribir su primera novela La locura de Almayer, en 1894, a la vuelta de su último viaje a Australia, conoció a su futura mujer, Jessie George, con la que se casó dos años después, residiendo en los años siguientes en el sur de Inglaterra, ya dedicado exclusivamente a su labor literaria, trabajando para la Editorial Unwin, más tarde para el editor Pinker y después para la English Review. Se publican Un paria de las islas (1896), al año siguiente, Salvamento, El negro del Narcissus y Una avanzada del progreso.

Durante estos años conoció a Rudyard Kipling, a Henry James y a H.G. Wells, colaborando con Ford Madox Fox en la novela Los herederos. En 1898 pasa dificultades económicas debido a su afición al juego, por lo que trata infructuosamente de regresar a la marina. En 1900 escribe Tifon y Lord Jim, novela en la que evoca el traumático accidente que sufrió a bordo del vapor "Palestine", y que estuvo a punto de costarle la vida.

Los años siguientes verán la publicación, con suerte desigual, Tifón, Nostromo, El espejo del mar y de El agente secreto. No obstante sufre de depresiones y de otros problemas de salud, además de continuar sus dificultades económicas. En 1913 lo visita Bertrand Russell y él devuelve la visita viajando a Cambridge. En 1914, durante un viaje por Polonia, estalla la primera guerra mundial y los Conrad tienen que regresar a Inglaterra por Austria e Italia. En 1916 el Almirantazgo le encarga diversas comisiones de reconocimiento por varios puertos británicos.

Al término de la guerra se traslada a Córcega y en 1923 viaja a Estados Unidos. Poco antes de morir, el 3 de agosto de 1924, aún tiene tiempo para rechazar un título nobiliario que le ofrece el gobierno inglés.

EL LIBRO



Autor/ra: Conrad, Joseph
Materia: Literatura(narrativa,cuentos)
Páginas: 448
Formato: 20 x 12,5
Isbn: 978-84-85346-07-3

El capataz italiano Nostromo es el único hombre capaz de actuar con la decisión necesaria para salvar la plata de la mina de Santo Tomé y proteger la independencia de Sulaco, la provincia occidental del estado latinoamericano de Costaguana. Pero ¿su integridad es tan incuestionable como todos creen? ¿O sus ideales se doblegarán frente a las presiones económicas y políticas? En esta gran obra, se ilustra a la perfección el impacto de las explotaciones comerciales extranjeras en una joven nación en desarrollo, así como las dificultades que conlleva conciliar la identidad individual con un papel social. A partir de cinco personajes unidos por el aislamiento, pese a que cooperan entre sí, Conrad se adentra en un mundo de revoluciones, de intereses materiales y emocionales, de enormes tensiones, y construye una novela en la que numerosos personajes y situaciones de todo tipo se entremezclan en una trama sin fisuras. Sólo un excepcional novelista como Conrad -de cuyo nacimiento se cumplen ahora 150 años- podría penetrar en el alma política de una civilización tan distinta de la suya hasta el punto de reproducir su idiosincrasia con éxito y reflejar el espíritu de una época fundamental en la historia latinoamericana.

IMPRESION PERSONAL

Con distancia, la mejor novela sobre Latinoamérica jamás escrita fuera de la lengua española… Está mucho más emparentada con ciertos episodios de Cien años de soledad que toda la ficción latinoamericana de la primera mitad del siglo XX.

La novela se desarrolla en el puerto imaginario Sulaco cuya economía depende de la minería de plata.

 Dibuja las características de la política interna e internacional en los países latinoamericanos de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX y la intervención de Estados Unidos para asegurar sus intereses económicos. Las guerras civiles de las élites criollas, las intrigas y el supuestamente "incorruptible" líder popular, determinan finalmente la secesión de Sulaco que se declara independiente de Costaguana, en aras de asegurar la mina de plata de San Tomé a los estadounidenses y a sus asociados en la élite local.

Conrad se inspiró en los sucesos reales de Colombia y la separación de Panamá apoyada por Estados Unidos en aras de asegurar el control del canal interoceánico, suceso ocurrido en 1903, un año antes de la publicación de la novela.

Soldados Panameños durante la llamada Guerra de los Mil Dias, que acabó con su independencia, respecto de Colombia (1903)


Muchos consideran Nostromo la más grande de las novelas de Conrad; y es, sin duda, la que ofrece la más variada riqueza de personajes y situaciones memorables, tramados en una nítida acción de conjunto. En la construcción de un enorme edificio novelístico sin fisuras, Nostromo responde a la perfección a las exigencias de ese autor según el cual una obra de arte "debe justificarse línea a línea"
La república de Costaguana, en la tenaza entre las sombras de su Sierra y las profundidaes de su Golfo Plácido, es el teatro de un mundio que hierve de realidad en sus torbellinos de revolución y contrarrevolución, de intereses materiales y emocionales, de tensiones entre las aspiraciones y los logros. Nostromo es una gran novela política y una gran novela de aventuras, y más que eso. El timonel y las tinieblas son dos presencias constantes en la obra de Conrad; y, en Nostromo, alrededor del tesoro oculto se estructura un compromiso entre el orden y el caos, internos y externos: del hormiguero humano de la novela de sangre, en la acción aventurera que vertebra la narración, la vigorosa humanidad de Nostromo, que poseedor de "la propia fuerza del pueblo", "gobierna desde dentro": desde dentro del pueblo, y desde dentro del hombre mismo.


Conrad imaginó un lugar imaginario en Sudamérica, un país llamado Costaguana, trasunto de cualquier república del subcontinente, un lugar que dotó de una gran historia y de muchas pequeñas historias en forma de personajes que tratan de sobrevivir a la ambición por el poder y el dinero. Quien tenga la fortuna de aproximarse a las páginas de Nostromo se encontrará con un escenario que le resultará conocido: la Sudamérica que inventó Conrad es la Sudamérica que aún podemos encontrar en nuestros días, un territorio revuelto, complejo, palpitante y controvertido.

El eje sobre el que hace girar la acción es la puesta en marcha de una mina de plata en la ciudad de Sulaco, que condiciona desde el principio las vidas de los personajes vinculados a ella. La concesión de la mina hace irrumpir como un cataclismo el progreso en la República, y con él, la riqueza y la codicia, la corrupción y el dilema moral: será el dinero extranjero, procedente de los Estados Unidos, el que hará posible extraer la plata de la tierra, pero serán las manos indígenas, ásperas manos de pobres, las que trabajen en ella. Se trata de un tesoro que pronto ejercerá una nefasta influencia sobre todo el país, comenzando por los gobernantes, cínicos tiranos que tratan de imponer por la fuerza lo que no pueden hacer a través de las ideas.

Sulaco se convertirá en un territorio que trastoque todos los valores éticos y sociales del país y de sus habitantes. Nostromo aparece entonces como un gran fresco de dimensiones impresionantes, por donde circularán sanguinarios dictadores, políticos desaprensivos, bandas intrigantes que jugarán a hacer revoluciones, amos que se aferran a sus intereses materiales por encima de cualquier moral, fanáticos religiosos sedientos de poder y un pueblo ignorante que lucha por su supervivencia, dentro de un ambiente opresivo de mentira y destrucción.


Insurrección en la ciudad de Panama (1903)

Sobre todos ellos sobresale un hombre, Gian Battista Fidanza, al que la gente llama Nostromo, capataz de cargadores, inteligente, sagaz, ágil, fuerte, incorruptible. Parece que sólo este hombre puede estar por encima de los intereses que rodean a la mina. Podríamos creer que se trata de un hombre de altos ideales, un modelo de integridad, un ejemplo a seguir; pero sólo es un hombre vanidoso, que sólo espera secretamente la atención y la gratitud de los demás, el ser bien considerado entre sus semejantes. ¿Lo hace eso peor persona? Nadie tiene una queja de él y los hechos demuestran que siempre ha sido un ser leal: salvó de la muerte al presidente constitucional cuando era perseguido por unos sublevados, y una hazaña suya ha hecho posible que la paz vuelva a Sulaco, cuando un militar ambicioso trató de hacerse con la ciudad. Es el hombre perfecto, el hombre en el que se puede confiar, y quién mejor para confiarle una embarcación llena de plata para ponerla a salvo de los enemigos.

Pero la riqueza pesa, destruye. ¿Podrá Nostromo sustraerse a su absorbente influjo? ¿Quedará en Sulaco alguna persona realmente incorruptible, alguien que se subordine a la ley, a la justicia y al orden, cuando parece que la ciudad vive víctima de su maldición? ¿Está el hombre por encima de estos ideales, con sus propias necesidades, sus luchas interiores, sus sentimientos más profundos? En un clima de desconfianza, de intereses cruzados, de flagrantes deslealtades, el mal acecha en cualquier situación. Joseph Conrad expuso con pesimismo su particular tesis en esta obra extraordinaria que puede leerse como una novela política y social, pero también como una novela de aventuras, en la que crea con mano maestra un microcosmos integrado de inolvidables personajes trazados con singular meticulosidad, reales, vivos, muy reconocibles. Es la historia de una obsesión, de muchas obsesiones, tantas como suscita el dinero y el poder, iluminadas por la presencia odiosa e inmensa de una mina de plata, dominando con su enorme riqueza el valor, el trabajo, la lealtad de los pobres, la guerra y la paz, la ciudad, el mar y la naturaleza.

Nostromo oculta entre sus páginas un exacto mecanismo de relojería que va desvelando con pulso firme situaciones cada vez más complejas, donde las acciones morales se llevan a cabo por razones equivocadas, los ideales irrealizables no llevan nunca al orden y a la prosperidad y los personajes se encuentran más allá de sus posibilidades. Por eso compartimos la opinión de Francis Scott Fitzgerald, cuando afirmó que hubiera preferido haber escrito Nostromo que cualquier otra novela.

Conrad demuestra que es un escritor que puede medirse tranquilamente con Sthendal, Balzac, Proust, Flaubert y otros dioses, crea una novela hermosa, con una narrativa de una grandísima altura y todo un placer para los sentidos literarios y además para rematar todo, es sin lugar a dudas la mejor novela sobre Latinoamérica escrita nunca por un escritor inglés, a la altura ( en ese aspecto ) al monumento "Cien Años de Soledad".

IMPRESCINDIBLE EN CUALQUIER BIBLIOTECA.

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