viernes, 16 de octubre de 2015

LA MATRIZ DEL INFIERNO (Marcos Aguinis)



EL AUTOR

Marcos Aguinis (n. Río Cuarto, Córdoba, 13 de enero de 1935) es un escritor argentino que se formó en diversas áreas que incluyen la medicina, el psicoanálisis, el arte y la historia.

En 1963 apareció su primer libro y, desde entonces, ha publicado once novelas, dieciséis libros de ensayos, cuatro libros de cuentos y dos biografías Escribió "El combate perpetuo", su primer biografía acerca Guillermo Brown realizada en 1977 y encargada por la DAIA con el objetivo de donar su primera edición a la Marina.  Ha escrito artículos en diarios y revistas de América Latina, Estados Unidos y Europa. Ha dictado conferencias y cursos en instituciones educativas, artísticas, científicas y políticas en Alemania, España, Estados Unidos, Francia, Israel, Rusia, Italia y casi todos los países latinoamericanos.



Ha recibido, entre otros, el Premio Planeta (España),  Premio Nacional de Sociología, Premio Lobo de Mar, Premio Nacional de Literatura, Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, Premio Swami Pranavananda, la Plaqueta de Plata Anual de la Agencia EFE  por su contribución al fortalecimiento de la lengua y cultura iberoamericanas, el Premio Esteban Echeverría (Gente de Letras), el Premio J. B. Alberdi (Hispanic American Center for Economic Research) y fue designado por Francia  Caballero de las Letras y las Artes. Le otorgaron el título de Doctor Honoris Causa, por la Universidad de Tel Aviv (2002),   la Universidad Hebrea de Jerusalem (2010)  y la Universidad de San Luis (2000).   En 1995 la Sociedad Argentina de Escritores le confirió el Gran Premio de Honor por la totalidad de su obra.   Es miembro del Consejo Académico de Fundación Federalismo y Libertad   y escribe columnas de opinión en varios diarios

En 1977 escribió "El combate perpetuo" realizada en 1977 y encargada por la asociación judia DAIA con el objetivo de donar su primera edición al almirante Emilio Massera.

Cuando se restableció la democracia en la Argentina en diciembre de 1983, Marcos Aguinis fue designado subsecretario y luego secretario de Cultura de la Nación; apoyó junto a otros intelectuales la “primavera cultural” a través del Centro de Participación Política.   Creó el PRONDEC (Programa Nacional de Democratización de la Cultura)   Duró once meses en el cargo ya que le pidieron la renuncia el 21 de enero de 1987 porque utilizaba los vehículos y los choferes de la Secretaría de Cultura para las actividades personales de su esposa.   Por su obra fue nominado al Premio Educación para la Paz de la UNESCO.   Al respecto ha sido fuertemente criticado por seguir cobrando jubilación de privilegio por sus 11 meses como Secretario de Cultura.

Aguinis fue colaborador de Ricardo López Murphy cuando éste se presentó como candidato a presidente en 2003.


EL LIBRO

      Editorial: Planeta
      I.S.B.N : 9789504916482
  • Lengua: CASTELLANO
  • Año edición: 2012
  • Páginas:236
  •  
     
     
    La mujer que atrae, por motivos bien distintos, a esos dos hombres,
    pronto sabrá que está en el umbral del fuego, en los albores de la
    destrucción y el Holocausto. Desfilan en el fondo los artífices de la
    tragedia: el general Félix Uriburu, el periodista Ernesto Alemann, el
    cardenal Eugenio Pacelli, Himmler, Goebbels y el propio Hitler. El autor
    toma como punto de partida hechos y personajes reales y logra vertebrar
    con ellos una narración plena de intriga que transcribe la tensión de
    los años de mayor incertidumbre y beligerancia ideológica del siglo.
    Todos los personajes se acercan y se rechazan, obedientes a sus pasiones
    y, a la vez, a la fatalidad histórica. Gracias al talento y a la
    penetración del autor de «La cruz invertida» y «Elogio de la culpa», los
    lectores somos conducidos al núcleo de una realidad compleja cuyas
    consecuencias aún hoy -hoy más que nunca- nos conciernen.
     
    IMPRESIONES
     
    Debo reconocer que no había leído anteriormente nada de Marcos Aguinis. Algunos artículos en prensa, algún intento de leer completa una de sus novelas, pero nada serio. Después de la lectura de La matriz del infierno, mis sensaciones son agridulces, por un lado la tremenda alegría de haber descubierto un autor de auténtica talla literaria, uno más que añadir a la ya extensa nómina de los imprescindibles en cualquier biblioteca que se precie. Y por otro lado, queda el regusto amargo del tiempo pérdido, de no haber leído antes a éste autor.
     
    Esto último, en defnitiiva, tiene solución, nos pondremos manos a la obra. Así pués centrémonos un poco en la novela La Matriz del Infierno, objeto de ésta publicación.
     
    El ritmo de esta historia es atrapante, uno puede vivir desde los tres puntos de vista de los personajes lo que sucede desde el comienzo, en una ubicación tan alejada como es una pequeña ciudad al sur de Argentina llamada Bariloche, hasta la mismísima Alemania en pleno auge del gobierno de Hitler. Somos testigos de cómo el mundo entero sufrió la influencia ideológica del nazismo, desde sus comienzos en pequeñas organizaciones que se encargaron de esparcir el resentimiento sin sentido y aprovechándose de aquellos en situación de necesidad.

    También nos encontramos con un triángulo amoroso bastante peculiar, y confieso que es difícil no adorar a Alberto como pretendiente para Edith, pero algo en mi retorcida cabecita todavía se entusiasmaba con ciertas escenas de Rolf y ella. Luego en un momento del libro todo se pone de cabeza y uno debe sostenerse de algo para no caerse. A partir de entonces la trama es como una montaña rusa. El vínculo entre ellos es una cicatriz que no parece cerrarse, y cuando lo que uno desea va en total oposición a las ideas que se ha grabado a fuego, el resultado puede ser terrible.
     
    Acto pronazi celebrado en el Luna Park de Buenos Aires en 1938, el más grande celebrado fuera de  Alemania
     
     
    Nadie mejor, que el propio autor, Marcos Aguinis, para describirnos ésta época convulsa del siglo XX en el mundo en general y particularmente en Argentina. Así pués me he permitido traer aquí un extracto del un articulo suyo publicado en el periodido La Nación, en 1997, fecha de publicación del libro:
     
    "En la década del veinte la República Argentina ejerció una notable atracción sobre los extranjeros. Vinieron germano-hablantes de los ex imperios alemán, austro-húngaro y ruso, de las perdidas colonias africanas y también de Estados Unidos y Brasil. Eran ex soldados, funcionarios de la monarquía, empleados administrativos, tenderos quebrados, estudiantes sin esperanza, campesinos expulsados de la cuenca del Volga y otros territorios, artesanos, científicos y artistas con el alma triste e industriales en ruina. La comunidad trepó hasta el cuarto millón de integrantes. Se convirtió en el tercer contingente lingüístico del país, tras los españoles e italianos.
    Crearon instituciones educativas, sociales y empresarias. La familia Alemann, de origen suizo, fundó y dirigió el diario Argentinisches Tageblatt, de excelente calidad periodística y que alcanzó una amplia difusión, incluso más allá de nuestras fronteras.
    En 1925, Albert Einstein visitó la Argentina. Su paseo triunfal por instituciones nacionales y privadas fue celebrado como el afianzamiento de lazos con la creativa República de Weimar y la pujante cultura alemana. Apenas se advirtió que el rencoroso boicot decretado por los nostálgicos del Reich contra el ilustre huésped, anunciaba una fractura de trágicas consecuencias.

    Sinagoga de la Calle Libertad, en Buenos Aires, que en los años 30 fue objeto de atentados por grupos paramilitares pronazis.
    En efecto, la derecha nucleada alrededor del Partido Nacional del Pueblo Alemán (DNVP), y luego el Partido Nacionalsocialista (NSDAP), iniciaron una agresiva acción para controlar hasta el último resorte comunitario y establecer vínculos con los factores de poder argentinos, en especial sus Fuerzas Armadas, la policía, Migraciones y las organizaciones nacionalistas. Entre sus tareas ocupaba un lugar destacado hundir al influyente diario democrático de los Alemann.

    Apenas Hitler asumió el mando cambió su embajador en Buenos Aires. Envió a un eficiente diplomático de carrera que antes de que pasara un año fue relevado porque tenía un abuelo judío. Lo reemplazó Edmmund von Thermann y su seductora mujer, la condesa Vilma. Von Thermann, funcionario de carrera era, además, oficial SS.
     
    Los siete pecados capitales Al principio las manifestaciones nazis fueron esporádicas, pero luego crecieron en número y potencia. Hubo crueles pujas por el liderazgo local mientras se organizaban violentos Landesgruppen que seguían el modelo de las SA. El entrenamiento de grupos paramilitares clandestinos en varios lugares del Gran Buenos Aires y una isla del Tigre estaba destinado a utilizar esos comandos para acciones intimidatorias en colegios y desfiles, además de castigar a los disidentes.

    El Argentinisches Tageblatt debió soportar bombas incendiarias, sabotaje y ataques callejeros a sus periodistas. Por orden del embajador, las escuelas alemanas debían llenarse con esvásticas y retratos del Führer; los funcionarios del Ministerio de Educación, atónitos, prefirieron hacerse los distraídos. En poco tiempo los nazis consiguieron dominar casi todas las instituciones sociales, educativas y religiosas alemanas del país. Los germano-hablantes democráticos fundaron entonces el Colegio Pestallozzi, pero pronto debieron soportar una furiosa agresión por tamaña osadía. En Vicente López fue celebrada públicamente la fiesta neopagana del solsticio, que los nazis recuperaban del pasado bárbaro, y von Thermann se presentó con su impecable uniforme de SS. En 1934 llenaron el Teatro Colón con oriflamas y cánticos nacionalistas; por primera vez y sin traza de pudor hicieron retumbar sus muros con los gritos de Heil Hitler! y Sieg Heil!

    El teatro Cómico de avenida Corrientes puso en escena la obra de Bruckner titulada Las Razas. que tenía un tono crítico con respecto a la discriminación racial. El embajador pidió a la Cancillería que se suprimieran varios fragmentos. El censor municipal se resistió y los Landesgruppe se ocuparon entonces de efectuar reiterados disturbios hasta conseguir que la bajaran de cartel.
    Barcos de la Hamburg-Sud y Hapag-Lloyd traían propaganda sobre el Tercer Reich y se detenían largamente en los muelles de Buenos Aires. En sus cámaras efectuaban ruidosas concentraciones con desocupados y resentidos para insuflarles la nueva ideología. Por el país se distribuían con velocidad miles de ejemplares de Mein Kampf.

    La lucha se tornó impiadosa. La prensa nazi calumniaba sin escrúpulos al Argentinisches Tageblatt, al que la embajada alemana inició varios juicios por criticar la política de Hitler.

    El odio antisemita era un combustible precioso y se manifestó en asaltos a comercios de judíos alemanes. Pronto, sin embargo, decenas de sinagogas sufrieron algún tipo de desmán. El golpe más escandaloso ocurrió contra el hermoso templo de la calle Libertad, en el Día del Perdón.

    En nuestro país ya había algunos pocos judíos en la época colonial. Pero la inmigración importante empezó a tomar fuerza con el general Roca. Desde fines del siglo XIX se fundaron colonias agrícolas en las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y La Pampa mediante una vasta odisea que narró Alberto Gerchunoff en Los gauchos judíos. Luego los judíos se multiplicaron en las grandes ciudades. La mayoría provenía de Europa Oriental, pero los hubo numerosos del Medio Oriente y de Alemania también.

    Sus diversos orígenes eran el tema de pullas de variada intensidad y color, incluso cuando geográficamente los distintos grupos habían sido vecinos. No era lo mismo provenir de Aleppo, que de Damasco; de Galitzia, que de Lituania; de Besarabia, que de Rumania, o de Rumania, que de Bulgaria. Los judíos alemanes exhibían con orgullo su más alto nivel cultural y despreciaban a los correligionarios de origen ruso y polaco aplicándoles la palabra Ostjuden (judíos orientales).
    En 1919 se produjo en Buenos Aires el primer progrom de América latina. Los "niños bien" de la clase dominante, estimulados por el brote nacionalista, canalizaron su xenofobia mediante embestidas sangrientas que los historiadores bautizaron "Semana Trágica".

    Esto pareció superarse pero, con el surgimiento del nazismo y su rápida expansión, los judíos se vieron obligados a expresar su resistencia. Las aún débiles organizaciones comunitarias debían responder a la violencia externa y también a absurdas rivalidades internas. Muchos judíos alemanes, exaltados por las figuras de Goethe, Kant y Beethoven, se negaban a reconocer la naturaleza criminal del Tercer Reich, creían que se trataba de una locura pasajera. Sentían más afecto por un alemán xenófobo que por un Ostjude. El envenenamiento de la atmósfera local y las noticias espantosas que llegaban de ultramar los hicieron cambiar de opinión.

    La comunidad judía logró unificarse; en la década del treinta nació el embrión de la actual Daia. Un conjunto de agrupaciones proclamó un Día Internacional de Ayuno en protesta contra el antisemitismo (la Iglesia católica prefirió guardar silencio). Hubo un masivo acto en el Luna Park de repudio a las persecuciones, que fue interrumpido por organizaciones paramilitares nacionalistas argentinas y alemanas. Se puso en marcha un boicot contra empresas pro nazis. Nació la Hilfsverein (Asociación de Ayuda) de los judíos alemanes, que se articuló con las demás instituciones judías y movilizó mucha gente para socorrer a las víctimas.

    Los judíos alemanes que siguieron negando el peligro, debieron soportar la humillación de ser expulsados uno a uno de clubes, restaurantes y escuelas. También el casi centenar de subsidiarias alemanas que se habían instalado en la Argentina eliminaron a directivos o empleados por motivos raciales. Dos grandes bancos no dudaron en seguir el mismo ejemplo, pese a contar con clientes judíos.

    Desde fines de la Primera Guerra Mundial empezaron a crecer ideas ultranacionalistas bajo la seducción de teóricos franceses como Joseph de Gobineau y Charles Maurras. A ellos pronto se agregarían Primo de Rivera y Mussolini. El caldo de cultivo se tornó virulento cuando estas ideas se asociaron con la religión. En la Argentina empezó a desarrollarse un nacionalismo católico militante y corporativo, análogo al que triunfaría en España con Franco.

    El golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930 lo encabezó un general retirado, con las manifiestas dudas de muchos oficiales en actividad. Pero el entusiasta apoyo que le brindó una ciudadanía ebria de irresponsabilidad, determinó que finalmente se plegasen, hiriendo por décadas a nuestra Constitución. Las ideas que dominaban en el cerebro del general José Félix Uriburu eran de neto corte fascista. Incluso pretendió modificar la Constitución para eliminar los partidos políticos.

    Durante su breve mandato y con una expresa bendición oficial se fundó la Legión Cívica, organización nacionalista paramilitar que dispuso enseguida de cuarteles para su entrenamiento y fue autorizada a desfilar junto a las Fuerzas Armadas regulares. Además de la Legión Cívica, en contados meses brotó una decena de organizaciones parecidas que reclutaban gente entre los vecinos de Barrio Norte. Aparecieron revistas y pasquines cargados de odio, y que llamaban a la acción.

    Bariloche, al sur de Argentina, lugar de emigración de ciudadanos alemanes y posteriormente de nazis, debido a su lejanía de Buenos Aires y a su paisaje y clima, que recuerdan los Alpes.

    Varios sacerdotes se movilizaron en una especie de cruzada cuyos enemigos eran el liberalismo finisecular en primer término y luego cualquier expresión que pudiera oler a izquierdismo o masonería. Indirectamente, recibieron el apoyo del Congreso Eucarístico Internacional que por primera vez tenía lugar en América latina. Lo más granado del universo católico mundial se congregó en Buenos Aires. La figura más destacada fue Eugenio Pacelli, legado papal que sedujo a las multitudes y, antes de finalizar la década, sería ungido Sumo Pontífice con el nombre de Pío XII.
    Las tradicionales relaciones con Gran Bretaña entraron en crisis luego de la Conferencia de Ottawa.

    El vicepresidente viajó a Londres para implorar un lugarcito dentro de la corona imperial. El pacto Roca-Runciman calmó las aguas, pero no resolvió el problema. La clase dirigente no tuvo imaginación ni coraje para asumir los cambios que se venían. Inventó el grosero "fraude patriótico" e impuso controles reguladores para lo que estuviese a su alcance. En esa década murió Yrigoyen, lo que produjo una impensada reivindicación popular de su figura. En esa década Lisandro de la Torre efectuó sus encendidas denuncias en el Senado; también en esa década se suicidó. Y se suicidó asimismo Leopoldo Lugones. Eran años de severas contradicciones y desbocada pasión. "

    En definitiva, y ya para concluir, un libro imprescindible, tanto por su interesantísima temática como por su estilo literario y, sobre todo, por la enseñanza que nos deja, mostrando la semilla del odio, la fuente de la intolerancia, como se origina y luego va creciendo la barbarie cuando se la deja imprudentemente desarrollarse. Un aviso para navegantes, una advertencia para cuando se dejan germinar y crecer las semillas del odio ciego y del enfrentamiento, ya que las consecuencias, como bien se apuntan, aún colean, aún están repercutiendo hoy en día.

    ACTUALMENTE LEYENDO:  DETRAS DE LA LLUVIA  (Joaquín M. Barrero)

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario