EL AUTOR
Gauke Andriesse, escritor holandés, nació en Bloemendaal, en 1959. Economista de profesión, es un experto en el mundo del arte.
Trabajó durante diez años en la cordillera andina de Ecuador en proyectos de desarrollo. Desde el año 2000 viaja con regularidad a África para colaborar con instituciones que conceden microcréditos.
Su compromiso social queda patente en el aspecto crítico de sus novelas. En 2006 publicó Las pinturas desaparecidas (De verdwenen schilderijen), donde a través de una trama policial describió de manera magistral el expolio nazi del arte europeo durante la II Guerra Mundial. Silencio (Stilzwijgen, 2008) es una novela de intriga que nos lleva de los bajos fondos de la prostitución a las altas esferas, no menos reprobables, del mundo del arte. Una denuncia de las trampas legales y la hipocresía social en un nuevo caso del detective Jager Havix en la que, como en toda buena novela del género negro, nada es lo que parece.
Ha recibido el premio De Gouden Strop 2011 a la mejor novela negra holandesa por Las manos de Kalman Teller (De handen van Kalman Teller) que también tiene como protagonista al detective Jager Havix.
EL LIBRO
Durante el entierro de un amigo, experto en arte, el detective Jager Havix es abordado por los hermanos Eva y Bernard Lisetsky, cuyos padres, el banquero judío Otto Lisetsky y su mujer Lili, fueron asesinados en 1941 durante la ocupación alemana de Holanda. Su intención es recuperar la colección de pinturas paterna expoliada por los nazis y de la que no se ha tenido noticia desde entonces. Al cabo de unos días, Havix recibe la herencia dejada por su difunto amigo: un cuadro desconocido de Vermeer y una carta en la que cuenta la historia de Han van Meegeren, el pintor al que poco después de la guerra desenmascararon como el gran falsificador que había vendido a los jerarcas nazis imitaciones perfectas de obras de aquel gran artista holandés por cifras astronómicas. La investigación sobre el paradero de la colección Lisetsky precipitará a Havix en un laberinto vertiginoso plagado de asesinatos, suicidios y transacciones artísticas de dudosa calidad moral.
Las pinturas desaparecidas es una novela de suspense, apasionante y de lectura cautivadora. Con un estilo elegante y depurado, y un trabajo de documentación serio y riguroso, Gauke Andriesse nos sumerge en la obra de Vermeer, en la escuela paisajística del siglo XVII y en las técnicas de falsificación pictórica, a la vez que nos revela algunos aspectos de la persecución judía y del comercio artístico en la época nazi en el que entró en juego el intercambio de obras por vidas humanas.
IMPRESIONES
“Las pinturas desaparecidas” es una novela negra pero también un interesante estudio sobre el mundo del comercio de las obras de arte, tema en el que el autor es, sin duda, un experto.
Estudio sobre el mundo del comercio de las obras de arte. Gauke Andriesse nos sumerge en la obra de Vermeer, en la escuela paisajística del siglo XVII y en las técnicas de falsificación pictórica, a la vez que nos revela algunos aspectos de la persecución judía y del comercio artístico en la época nazi en el que entró en juego el intercambio de obras por vidas humanas.
Mujer de azul leyendo una carta, cuadro de Vermeer, que supuestamente es legado al protagonista
Decimos que es una novela negra porque tiene los elementos básicos que debe tener una novela de este género: un detective y un misterio por resolver. Durante el entierro de un amigo experto en arte, el detective Jager Havix entabla contacto con unos venerables hermanos cuyos padres, un banquero judío y su esposa, fueron asesinados en 1.941 durante la ocupación alemana de los Países Bajos, siéndoles robada por los nazis una colección de pinturas de los más reputados pintores de la Edad de Oro neerlandesa de valor incalculable.
Simultáneamente, Havix recibe por herencia del mismo amigo fallecido, una supuesta falsificación de gran perfección de un cuadro de Johannes Vermeer, uno de los pintores más reconocidos del barroco holandés.
Johannes Vermeer, autorretrato
A partir de este momento, las pesquisas del protagonista nos permiten adentrarnos en los secretos del comercio de las obras de arte partiendo de una idea fundamental que resume el autor perfectamente cuando dice “al experto Adriaan Mantingh se le preguntaban dos cosas cuando una pintura salía al mercado: si era auténtica y de dónde procedía, la provenance...” Y lo cierto es que el tema es apasionante. Si una persona tiene la suerte de poder invertir unos cuantos millones de euros en un artículo de lujo, puede optar por comprar un inmueble, en cuyo caso notarios y registradores de la propiedad le garantizarán que el inmueble es propiedad legítima del vendedor y que está libre de cualquier carga; también puede comprarse un coche de lujo, un jet o un yate y no deberá temer, ya que su propiedad consta inscrita en registros administrativos; pero si opta por una obra de arte, se le plantearán dos problemas, como dice Andriesse, si es auténtica y si pertenece a quien se la vende. Para intentar dar respuesta a la primera de las preguntas existen sesudos expertos en arte que certifican la autenticidad pero no deja de ser un mero peritaje privado, sin valor definitivo y sujeto a posibles errores. Pero más complicado resulta aún tener la certeza de la propiedad de la obra ya que, tratándose de un bien mueble no registrable, la simple posesión de la obra otorga una apariencia de propiedad.
Por otra parte, la novela tanbién aborda otro tema que no por tratado repetidamente en la literatura deja de ser interesante, que es el colaboracionismo, concretamente el de muchos empresarios neerlandeses con las fuerzas de ocupación alemanas durante la II Guerra Mundial por motivos puramente económicos, en unos casos, o con la finalidad añadida de salvar vidas de judíos en otros, utilizándolas como moneda de cambio de transacciones comerciales que tenían por objeto obras de arte.
Vista de Rotterdam
Si entramos en el aspecto formal de la novela, tiene un ligero olor a película de serie B. Estas películas se filmaron en Hollywood aproximadamente entre 1.929 y 1.960 y se caracterizaban, por lo que se refiere a su contenido, por una trama simple y bien expuesta que ofrecía al espectador un planteamiento, un nudo y un desenlace en 80-90 minutos. Un ejercicio de síntesis narrativa que produjo auténticas obras maestras como “El último refugio” (High Sierra, 1.940), que dio el espaldarazo a Humphrey Bogart, “La mujer pantera” (Cat people, 1.941), que permitió a Jacques Tourneu entrar en el mundo de las grandes productoras, o “Sed de Mal” (Touch of Evil, 1.958), de Orson Welles, lo que indica que no debemos dar necesariamente un tono peyorativo a la serie B. Pues bien, la novela de Andriese tiene también estas características. La trama se plantea rápidamente, con gran claridad y discurre de forma que el lector puede seguirla sin ninguna dificultad, resolviéndose en un número relativamente corto de páginas.
A esta agilidad contribuye también el uso por el autor de la narración en primera persona por parte del protagonista y de los diálogos como simples elementos complementarios.
El problema es que a la novela parece que le falta algo. El detective protagonista es un personaje plano, de modo que el lector no encontrará elementos característicos del género negro como los conflictos psicológicos, la ironía, el sarcasmo, diálogos brillantes y ambigüedades morales. Nada de indefiniciones. Los buenos son buenos y los malos, malos. Así de simple.
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