sábado, 4 de abril de 2015

FULGOR DE AFRICA (Francisco Umbral)



EL AUTOR

Francisco Alejandro Pérez Martínez, más conocido como Francisco Umbral (Madrid, 11 de mayo de 1932 - Boadilla del Monte, Madrid, 28 de agosto de 2007) fue un poeta, periodista, novelista, biógrafo y ensayista español.

Fruto de la relación entre Alejandro Urrutia, un abogado cordobés padre del poeta Leopoldo de Luis, y su secretaria, Ana María Pérez Martínez,  nació en Madrid, en el hospital benéfico de la Maternidad, entonces situado en la calle Mesón de Paredes, en el barrio de Lavapiés, el 11 de mayo de 1932,  esto último acreditado por la profesora Anna Caballé Masforroll en su biografía Francisco Umbral. El frío de una vida.  Su madre residía en Valladolid, pero se desplazó hasta Madrid para dar a luz con el fin de evitar las habladurías, ya que era madre soltera.  El despego y distanciamiento de su madre respecto a él habría de marcar su dolorida sensibilidad. Pasó sus primeros cinco años en la localidad de Laguna de Duero y fue muy tardíamente escolarizado, según se dice por su mala salud, cuando ya contaba diez años; no terminó la educación general porque ello exigía presentar su partida de nacimiento y desvelar su origen. El niño era sin embargo un lector compulsivo y autodidacta de todo tipo de literatura, y empezó a trabajar a los catorce años como botones en un banco.



En Valladolid comenzó a escribir en la revista Cisne, del S.E.U. y asistió a lecturas de poemas y conferencias. Emprendió su carrera periodística en 1958 en El Norte de Castilla promocionado por Miguel Delibes, quien se dio cuenta de su talento para la escritura. Más tarde se traslada a León para trabajar en la emisora La Voz de León y en el diario Proa y colaborar en El Diario de León. Por entonces sus lecturas son sobre todo poesía, en especial Juan Ramón Jiménez y poetas de la Generación del 27, pero también Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna y Pablo Neruda.

El 8 de septiembre de 1959 se casó con María España Suárez Garrido, posteriormente fotógrafa de El País, y ambos tuvieron un hijo en 1968, Francisco Pérez Suárez «Pincho», que falleció con tan sólo seis años de leucemia, hecho del que nació su libro más lírico, dolido y personal: Mortal y rosa (1975).  Eso inculcó en el autor un característico talante altivo y desesperado, absolutamente entregado a la escritura, que le suscitó no pocas polémicas y enemistades.

En 1961 marchó a Madrid como corresponsal del suplemento cultural y chico para todo de El Norte de Castilla, y allí frecuentó la tertulia del Café Gijón, en la que recibiría la amistad y protección de los escritores José García Nieto y, sobre todo, de Camilo José Cela, gracias al cual publicaría sus primeros libros. Describiría esos años en La noche que llegué al café Gijón. Se convertiría en pocos años, usando los seudónimos Jacob Bernabéu y Francisco Umbral, en un cronista y columnista de prestigio en revistas como La Estafeta Literaria, Mundo Hispánico (1970-1972), Ya, El Norte de Castilla, Por Favor, Siesta, Mercado Común, Bazaar (1974-1976), Interviú, La Vanguardia, etcétera, aunque sería principalmente por sus columnas en los diarios El País (1976-1988), en Diario 16, en el que empezó a escribir en 1988, y en El Mundo, en el que escribió desde 1989 la sección Los placeres y los días. En El País fue uno de los cronistas que mejor supo describir el movimiento contracultural conocido como movida madrileña. Alternó esta torrencial producción periodística con una regular publicación de novelas, biografías, crónicas y autobiografías testimoniales; en 1981 hizo una breve incursión en el verso con Crímenes y baladas. En 1990 fue candidato, junto a José Luis Sampedro, al sillón F de la Real Academia Española, apadrinado por Camilo José Cela, Miguel Delibes y José María de Areilza, pero fue elegido Sampedro.

Ya periodista y escritor de éxito, colaboró con los periódicos y revistas más variadas e influyentes en la vida española. Esta experiencia está reflejada en sus memorias periodísticas Días felices en Argüelles (2005). Entre los diversos volúmenes en que ha publicado parte de sus artículos pueden destacarse en especial Diario de un snob (1973), Spleen de Madrid (1973), España cañí (1975), Iba yo a comprar el pan (1976), Los políticos (1976), Crónicas postfranquistas (1976), Las Jais (1977), Spleen de Madrid-2 (1982), España como invento (1984), La belleza convulsa (1985), Memorias de un hijo del siglo (1986), Mis placeres y mis días (1994).

En el año 2003, sufrió una grave neumonía que hizo temer por su vida. Murió de un fallo cardiorrespiratorio el 28 de agosto de 2007 en el hospital de Montepríncipe, en la localidad de Boadilla del Monte (Madrid), a los 75 años de edad

Su calidad literaria viene dada por su fecundidad creativa, su sensibilidad lingüística y la extrema originalidad de su estilo, muy impresionista, de sintaxis muy suelta, metafóricamente muy elaborado y complejo, flexible para los matices más esquivos de la actualidad, abundante en neologismos y alusiones intertextuales y, en suma, de una exigente calidad lírica y estética. Esta particularidad le hace especialmente intraducible y en consecuencia es un autor apenas vertido a otros idiomas y casi desconocido en el extranjero. Francisco Umbral es «uno de los primeros prosistas de la lengua española del siglo XX», según Fernando Lázaro Carreter, y Miguel Delibes lo califica como «el escritor más renovador y original de la prosa hispánica actual».

Como articulista practicó una especie de costumbrismo desclasado y antiburgués que no renunciaba al yo más intensamente romántico e intentaba dar a lo cotidiano, en palabras de Novalis, la dignidad de lo desconocido, mezclando calle y cultura e impregnándose a veces de una desolada ternura.

Como cronista político Umbral hizo gala, además, de una gran acidez y mordacidad y una increíble intuición para captar la epidermis oculta de los asuntos. En 1993 se vio envuelto en una agria polémica por llamar «paletos» a las personas de Aranda de Duero en el programa Queremos saber, de Antena 3. El candidato a la presidencia del gobierno José María Aznar había sido recibido en esta localidad en olor de multitudes mientras que Felipe González había sido abucheado en la Universidad por esos mismos días. En ese mismo programa se produjo también la célebre anécdota de «yo he venido a hablar de mi libro», en la que Umbral pidió la palabra para reclamar de manera muy airada e insistente que no se estaba abordando el tema de su libro Mortal y rosa como se le había prometido, mientras Mercedes Milá intentaba apaciguarle.

Otros pasajes de su trayectoria columnística quedan expuestos en el libro Ladrón de fuego de Gómez Calderón, profesor de la Universidad de Málaga que, hasta la fecha, ha realizado la aproximación más completa a la retórica del fecundo escritor madrileño.

EL LIBRO

  • Nº de páginas: 192 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: SEIX BARRAL
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788432206023



  • El fulgor de Africa es una galería de cuadros de la vida provinciana —centrada en Valladolid, desde comienzos de siglo hasta la irrupción de Azaña en la vida pública— que contiene un vasto retablo de episodios y personajes casi esperpénticos de un núcleo familiar, retratados al hilo de la retaguardia de las guerras de Africa. Nos hallamos —en lo estilístico, y también en la materia narrada— en un ámbito cercano al de Valle-Inclán: diorama coloreado o daguerrotipo sepia del ayer y, al propio tiempo, severo grabado al boj de una sociedad enferma.

    La energía verbal, la inventiva constante y la vitalidad expresiva de Umbral se manifiestan aquí en grado sumo, ya sea en lo épico, en lo lírico o en lo satírico, mediante una ininterrumpida y poderosísima creación de lenguaje. El fulgor de Africa es una de las obras mayores de la narrativa de Francisco Umbral.

    IMPRESION PERSONAL

    Francisco Umbral da una vuelta más de tuerca en su novela "El fulgor de África" a la historia real, o ficticia, de su familia; son, la mayoría, retratos y sucesos ya conocidos; al menos, para un lector como yo que lee sin sujetarse a un canon ni a una sucesión cronológica de las obras literarias; entre ellas, la suya. Uno podría prescindir de la colorista composición de su casa vallisoletana, de sus asuntos familiares y de los secretos de alcoba, de tan sobados y repetidos como están en sus ejercicios memorialísticos, o lo que sean, pero lo que nos hace volver una y otra vez al surco de su literatura es el tremedal de su prosa, el mágico limo de su palabra que se nos pega a los ojos como el barro salutífico de un spa; de modo que, al menos en este caso, no habría que hablar del fulgor de África sino del fulgor de Umbral, que brilla con luz propia describiéndonos, en este nuevo decorado, las andanzas, aventuras y desventuras de sus madres-tías, sus abuelas y bisabuelas, sus primos, sus ancestros más gloriosos y sus criadas más consentidoras.
     
    Militares españoles en la guerra de Africa (1921)
     
     
    Si antes fueron la guerra civil, o la postguerra o los tiempos gloriosos en que se publicaba el Diario Pinciano, en esta ocasión pone a la misma familia sobre el escenario de las guerras africanas: soldaditos que pelean contra el moro en las montañas del Rif y enamoran a las jóvenes doncellas en los salones señoriales de provincias; jóvenes cadetes que buscan el amor en las íntimas alcobas y la muerte en la espesura de los parques; aguerridos oficiales que lucen su medalla en el combate y sus cuernos en cama ajena, etc, etc.
     
    Despedida de las tropas que parten hacia el frente, desde la estacion de Atocha
     
     
    Todo ésto y mucho más nos lo cuenta Francisco Umbral en tercera persona, a través de los ojos y la escritura de Jonás, el niño bastardo que el escritor ha llevado toda la vida dentro como la ballena bíblica, y su relato, familiar y ficticio, auténtico y embaucador, es como una sucesión de postales de época que el adolescente, ya un poco rijoso, mira debajo del piano o debajo de la historia, la suya y la de los demás, con indudable delectación.

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