martes, 20 de mayo de 2014

ARTORIUS (César Vidal)











EL AUTOR

César Vidal (Madrid, 1958) es un historiador, escritor y comunicador de origen español residente desde 2013 en los Estados Unidos de América.

Se licenció y doctoró en Historia – Premio extraordinario de fin de carrera – en la UNED con una tesis titulada De Pentecostés a Jamnia: el judeo-cristianismo en la Palestina del s. I.  La tesis, publicada inicialmente por la editorial Trotta, fue reeditada por Planeta bajo el título de Los primeros cristianos.  Igualmente, se licenció en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, doctorándose en la Universidad Alfonso X el sabio con una tesis sobre los sistemas jurídicos de regímenes revolucionarios como el ruso de 1917 o el español de 1936.  Es también doctor en Teología y en Filosofía, por la Logos University.

Nacido en el Puente de Vallecas, una zona suburbial del sur de Madrid, la infancia de César Vidal estuvo marcada por la escasez, el deseo de superación y la realización de los estudios de bachillerato en el colegio de San Antón. 

En el año 1977, experimentó lo que él considera el acontecimiento más relevante de su vida: su conversión tras la lectura del Nuevo Testamento en la lengua griega original.  Su descubrimiento del Jesús de las Escrituras y de la condición espiritual del hombre, especialmente a partir de la carta a los Romanos, determinó su deseo de seguir la Biblia por encima de cualquier consideración y, algunos meses después, su entrada en una iglesia evangélica.

Objetor de conciencia durante la dictadura de Franco, sólo la muerte del general lo salvó por poco más de un mes de ser encarcelado.  Durante los años siguientes, asesoró de manera gratuita a objetores de conciencia en España y el continente americano, una tarea que le llevó a ser parte relevante en la redacción del recurso de inconstitucionalidad presentado por el Defensor del pueblo contra la ley de objeción de conciencia española y a también a estar a punto de ser fusilado en dos ocasiones. 

Ejerció la abogacía desde 1980 por espacio de más de una década, abandonándola finalmente para dedicarse a la Historia y a la literatura.   Su conocimiento de distintas lenguas lo convertiría también en un traductor de considerable prestigio internacional.  A él se debe la primera versión de los Evangelios gnósticos de Nag Hammadi al español, la primera reconstrucción en español del hipotético Documento Q, la primera traducción al español de la Historia de Egipto de Manetón, la primera traducción en español de numerosos documentos procedentes de los archivos de la extinta Unión soviética, la primera traducción crítica interlineal del texto griego del Nuevo Testamento, así como traducciones de antologías del Talmud, los documentos del mar Muerto y otros textos relacionados con la Historia de las religiones.  Ha traducido igualmente a diversos autores extranjeros como Alexander Solzhenitsyn.  Igualmente, ha ejercido la docencia en distintas universidades de Europa y América. 



Su paso por los medios de comunicación ha estado señalado por una especial resonancia.  Ha escrito para Nato Watch, Mostaza, El Periódico de Aragón, Diario-16, El Mundo, Quo, Muy interesante, Libertad digital o El economista y en la actualidad es columnista de La Razón y de Protestante digital.  Ha participado igualmente como contertulio en TV (Tele-5, Antena- 3…) y radio (SER, Cadena COPE).  Ha dirigido el programa de TV “Corría el año…” y los de radio “La Linterna”, “Es la noche de César”, “Camino del Sur” y “Regreso a Camino del Sur” obteniendo distintos premios de comunicación como el Micrófono de plata, la Antena de Oro, el Premio a la comunicación de Hazte oír, el Premio de Ciencias Sociales (2005) de la Academia de ciencias, tecnología, educación y humanidades o la Pluma de oro entre otros.   Su editorial de inicio de “La Linterna” y “Es la noche de César” fue definido como “los cinco minutos mejores de la radio diaria en España”.

Su defensa de los Derechos humanos se ha traducido en distintos galardones como, entre otros, el Premio Humanismo de la Fundación Hebraica y reconocimientos como los dispensados por organizaciones como Yad-Vashem - Supervivientes del Holocausto (Venezuela), ORT (México), Jóvenes Contra la Intolerancia o distintas organizaciones relacionadas con las víctimas del terrorismo.

Con todo, los mayores éxitos los ha cosechado en el mundo de la literatura y de la Historia.  Stanley G. Payne definió su libro Las Brigadas internacionales como “el mejor y más completo en cualquier idioma y en cualquier época” y señaló que su estudio La guerra de Franco era la mejor Historia militar de la guerra civil española en un volumen.  No menos elogios ha recibido por otras obras relacionadas con diferentes áreas de la Historia como la de las religiones.  A día de hoy, son varios los libros de César Vidal utilizados como textos en distintas universidades.  

De manera bien significativa, los libros de César Vidal han sido objeto de ataques y agresiones desde diversas manifestaciones de pensamientos dogmáticos e intolerantes.  Sus obras sobre el Holocausto fueron destruidas por grupos neo-nazis a mediados de la década de los noventa del siglo pasado; personajes paradigmáticos de la izquierda como Cristina Almeida han expresado su deseo de prenderles fuego; nacionalistas catalanes han destruido ejemplares de sus obras en programas de TV pagados con el dinero de los ciudadanos y alguna página web católica ha llamado expresamente al boicot de sus libros.  Semejante identidad de conducta por parte de instancias tan diversas sólo sirve para confirmar que la obra de César Vidal resulta insoportable para aquellos que no soportan ni la Verdad ni el ejercicio de la libertad.  

César Vidal ha recibido distintos premios referidos a géneros como la novelas- Premio de novela histórica Ciudad de Cartagena (2000) por La mandrágora de las doce lunas; Premio Jaén (2004) por El último tren a Zurich. Premio CCEI (2005) por la misma obra, Premio Espiritualidad 2004 por El testamento del pescador, el libro de temática espiritual más vendido en España en 2004 a excepción de La Biblia, Premio de novela Ciudad de Torrevieja 2005 con Los hijos de la luz, Premio de novela Alfonso X el Sabio por El fuego del cielo, etc – la biografía – Premio Las Luces (2002) por su biografía de Lincoln,  Premio Algaba por Pablo, el judío de Tarso – o el ensayo – Premio Finis Terrae por El caso Lutero.

EL LIBRO

  • Nº de páginas: 384 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
  • Editoral: DEBOLSILLO
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788483465387

  • Representación de Londinium, capital romana de Britania


    Britannia, amenazada por la caída del Imperio romano y por el avance de los bárbaros, ve nacer la leyenda artúrica a través de la historia real del rey Artorius. A fines del siglo V d.C., el Imperio romano agonizaba a causa de su decadencia interna y las embestidas bárbaras. Cuando Roma se desplomó, no fueron pocos los que pensaron que su civilización debía ser salvada de aquellos que pretendían aniquilarla. Entre ellos,se encontraba un oficial romano llamado Lucius Artorius Castus, que en la lejana Britannia decidió mantener la ley, el orden y la justicia frente a los invasores. Sus gestas prodigiosas darían lugar, con el paso del tiempo, a las leyendas artúricas. Artorius es la novela sobre la vida real del Arturo histórico contada por el enigmático personaje que mejor le conoció y que en los relatos míticos siempre figuró a su lado. Pero también es una narración en la que se analizan temas eternos como el amor y la lealtad, el cumplimiento del deber y la defensa de la civilización, la magia y la fe, o la preservación de la cultura y la búsqueda de la Verdad eterna. Escrita de manera atractiva, subyugante y documentada, como corresponde al estilo literario de César Vidal, Artorius es una novela que nos conduce a las raíces del ciclo artúrico y que, al tiempo, nos recuerda que no somos tan distintos de aquellos que nos precedieron tantos siglos atrás.

    IMPRESION PERSONAL

    En esta novela asistimos a una revisión del mito artúrico desde un punto de vista meramente histórico. Ambientada en el siglo V d.C. en Britania, nos cuenta las peripecias de un físico, Merlín, desde su infancia hasta su madurez en la que conoce al joven Artorius, quien se convierte en el Regisimus de Britania y posteriormente en el Imperator.

    Para el lego en la materia artúrica basta con haber visto la película Excalibur para ir reconociendo algunos de los momentos más importantes del libro. En esta ocasión Vidal nos propone una serie de acontecimientos reales que pudieron ser la base para las posteriores leyendas. Así la magia de Merlín sería el resultado de las exageraciones populares sobre sus verdaderos conocimientos médicos. Excalibur y su misterioso poder serían la consecuencia del peculiar sonido de la espada de Artorius. Etc.

    La novela se sitúa en una época complicada y bastante desconocida por el público en general, los últimos años del Imperio Romano Occidental, y trata de trasmitir la sensación de desmembramiento, caos y desorden que siguió a la retirada de las legiones romanas de Britania y la posterior caída de Roma. Pese a que gran parte del relato se centra en lograr la sensación de desasosiego y pérdida, no llega a calar en el lector. Además los continuos paralelismos que el autor ha querido enlazar con el presente español debilitan aún más cualquier atisbo de credibilidad.

    Restos del muro de Adriano y uno de los fuertes contiguos


    En realidad el protagonista no es Artorius, que no aparece hasta por lo menos la mitad del libro, sino ese "misterioso" personaje del que habla en la contraportada y cuyo nombre no se dice hasta que no quedan cuatro páginas para que acabe el libro. Nombre real que por otra parte que no hace falta.
    Curiosa esta forma de narrar sin que en ningún momento se nos revele el nombre del narrador. Han de transcurrir más de tres cuartas partes del libro para que se le empiece a llamar por el sobrenombre que el pueblo le ha puesto: Merlín.

     Merlín es el término utilizado para denominar un halcón que los campesinos de Britannia afirmaban que nadie era capaz de atraparlo porque poseía la virtud mágica de transformarse en distintos animales (Página 315).

    Lo desvelo sin que por ello te quede desentrañada para nada la trama, pues a poco que hayas leído u oído sobre la saga artúrica, enseguida deduces que no puede tratarse de nadie más que del mago Merlín.

    Eso si, el concepto de "mago" es totalmente distinto, pues lo único mágico del personaje es una capacidad para poder por su boca decir parte del futuro que vendrá. Cosa por otra parte no tan extraordinaria, pues los acontecimientos que predice son los que el lógico análisis de la situación van a deparar.

    Más que un libro sobre Artorius, es un libro sobre una época que se acababa, el fin del Imperio romano, de su descomposición, de la llegada de los "barbari", de una época oscura en que imperaba la violencia y el desorden, en que no se había establecido un poder lo suficientemente fuerte como para ser capaz de imponer un orden y una paz que permitiera la prosperidad.

     A pesar de que la presencia romana en Britannia no fue total, pues de hecho dividieron el país en dos a través de una magnífica muralla, representaban la única idea de orden en toda la isla. El derrumbamiento del imperio romano, tría consigo la caída también de esa idea de orden que conllevaba dicho imperio.

    Y al mismo tiempo era el toque de llamada para que las tribus y los pueblos más allá de las fronteras romanas intentaran hacerse con los restos que quedaban.

    En esos momentos de desorden, cuando poco queda de la presencia de Roma en Britannia, surge la figura de Artorius, descendiente de los antiguos romanos presentes en la isla. No solo es que la cultura romana fuera siendo expulsada, sino que estaba siendo sustituida por la más completa negrura.

    Atorius, aunque no era especialmente agudo, ni inteligente ni brillante, todo su ser estaba impregnado de un sentimiento profundo de la justicia (página 253).

    Consigue vencer la última invasión de los bárbaros y con el prestigio que esto le otorga y ante la ausencia de herederos varones se hace momentáneamente con el máximo cargo para gobernar Britannia, el de "Regissimuss".

    Crea un cuerpo rápido de caballería que le permite desplazarse a los puntos en que es necesaria su intervención, para lo cual arregla también las antiguas vías de comunicación romana.

    Pero lo fundamental es la historia de Merlín desde que era un crío, de su formación por Blastus, un romano que le enseña todo y le transmite su amor por los clásicos, especialmente por Virgilio y que le enseña algo fundamental: Pensar.

     Es la historia de su unión con Artorius, al que le dio las grandes ideas que permitieron durante un tiempo llevar la paz y la prosperidad a las tierras de Britannia.

    Guerreros Pictos, un pueblo pre celta, antepasados de los Escoceses


    No esperéis un libro de batallitas, pues estas apenas tienen lugar. Es mucho más que eso, pues es la narración de los grandes temas que debate la humanidad: el amor, la lealtad, el cumplimiento del deber por encima de todo y la lucha de la fe.

     Una historia de amor se nos cuenta en el libro: la de Merlín. Pero es una historia de un amor total al que le falta algo fundamental: la unión de los espíritus. Pues la fe y el cumplimiento del deber terminan contraponiéndose a la culminación de esta historia.

    El libro es débil como relato. La redacción a veces peca de ser artificialmente poética, otras veces es muy detallista para posteriormente ser vaga, rápida y poco descriptiva. La lengua utilizada recuerda a la doctrina Asimov (usar los vocablos más usados por el ciudadano medio) aderezada con latinajos (traducidos, al menos), citas de Virgilio (una por capítulo, salvo en uno) y continuas advocaciones a San Pablo (apóstol de los gentiles). No hay nervio. No engancha.

    El valor del libro en cambio puede encontrarse en su capacidad para bucear en los orígenes del mito artúrico, develando posibles (y creíbles) situaciones de las que nacerían posteriormente las leyendas.

    El autor añade al final los datos históricos sobre los personajes reales así como datos de carácter histórico que refuerzan las teorías que sitúan las aventuras de Merlín (y Arturo) a salto de caballo entre la decrepitud de la Antigüedad tardía y los albores de la Edad Media.

    En cambio le resta impacto el olor a moralina cristiano evangélica del autor, así como los continuos guiños a los "problemas" que, según César Vidal, asolan España y Europa hoy en día (pérdida de valores cristianos, debilidad cultural occidental frente a los otros, falta de capacidad de reacción, etc.).

    ACTUALMENTE LEYENDO:  EL ALFABETO DE BABEL  (Francisco de Lys)

    lunes, 19 de mayo de 2014

    A OSCURAS (John Lawton)





    EL AUTOR

    John Lawton (Washington, USA, en 1947) es un productor y director de televisión, y autor de novelas históricas, de crimen y espionaje ambientadas principalmente en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.

    Comenzó su vida laboral como pintor de brocha gorda y jardinero en la década de 1960. Tras instalarse en Inglaterra, tuvo una carrera breve y espectacular en Londres que le llevó a convertirse a mediados de 1980, en productor de documentales para el recién creado Canal 4.


     
    En 1993 dejo la televisión para dedicarse de lleno a la escritura. Se radicó en Nueva York, y en 1995 ganó un premio WH Smith por su primer libro, A oscuras (Black out) con el que dio inicio a una serie que suma cinco títulos más, protagonozada por Frederick Troy, hijo de un padre ruso inmigrante, editor de periódico y detective para Scotland Yard


    Los derechos de este personaje fueron adquiridos por Columbia Pictures.

    En 2008 fue nombrado en el Daily Telegraph (Londres) como uno de los '50 escritores de novela negra que hay que leer antes de morir'.

    EL LIBRO



  • Nº de páginas: 480 págs.
  • Editorial: RBA LIBROS
  • Lengua: CASTELLANO
  • Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
  • ISBN: 9788478717323
  • Año edicón: 2006

  • Londres, 1944, durante los ataques aéreos sobre la ciudad, cuando la Luftwaffe descarga un último ataque desesperado, los londinenses corren a refugiarse con lo han hecho tantas veces y agardan ansiosos la señal de la llegada del día D.
    Mientras tanto, en el barrio del East End, unos niños conducen a la policía hacia un cadáver enterrado entre los restos de una zona bombardeada. La víctima es alemana, El sargento detective Troy, hijo de emigrantes rusos, se verá involucrado en la persecución de un hombre que le conducirá a un mundo de refugiados apátridas, espionaje militar y corrupción en las altas esferas. Una cacería en la que Troy es a la vez presa y cazador.


    IMPRESION PERSONAL

    John Lawton nos presenta las andanzas del sargento del Scotland Yard Frederick Troy. Este es el primer título de la serie dedicada a este investigador, en el Reino Unido tiene ya publicadas seis novelas.

    Es una novela de detectives ambientada en hechos históricos, mezcla ambas dimensiones.

    Centro de Londres durante la II Guerra Mundial


    En A Oscuras (titulada en su versión original Black Out) Lawton hace la presentación de su personaje, una parte importante del texto lo dedica a ayudarnos a comprenderle desde el conocimiento de su familia, su infancia, de sus relaciones de adolescencia, etc.

    El esquema argumental se sale del esquema clásico de las novelas de detectives, pero tiene méritos suficientes para incluirla entre la obras policíacas.

    No obstante, se nota que es su primera novela. Adolece de ciertos defectos que hacen la historia menos creíble de lo que debiera. Así por ejemplo la cantidad de agresiones (y sus correspondientes heridas o lesiones), que en el mundo real implicarían si no la muerte, sí la práctica inutilidad física del protagonista. A ello le sumamos una inexplicable (científicamente hablando) ceguera temporal del protagonista a causa de una paliza, y su posterior y más inexplicable aún recuperación milagrosa.

    Sin embargo, lo que menos me ha gustado es la obsesiva y tenaz persecución del sospechoso, que dura varios años, y lo lleva a actuar fuera de su jurisdicción, todo ello siguiendo siendo Policía de Scotland Yard, algo increíble para ese Cuerpo, como todos sabemos. También resulta poco creíble el personaje de Larissa, una agente del KGB residiendo en Londres, haciéndose pasar por militar estadounidense y trabajando en el centro de la inteligencia americana en Londres durante la guerra (?). Además se trata de una ninfómana, que posteriormente en el Berlín ocupado de la postguerra sigue detentando sus dos personalidades de Agente del KGB y militar norteamericana !!!

    Berlín, Bulevar Unter den Linden, en 1946


    Pero no todo es negativo. El personaje de Troy es atractivo y hay algunos secundarios que no están nada mal. Lo bueno, segun parece por lo que he leido, es que las posteriores entregas de ésta serie mejoran notablemente la primera entrega, que estamos analizando.

    Así pués, estaremos pendientes de éste escritor y éste personaje. Ambos lo merecen.

    ACTUALMENTE LEYENDO:  ARTORIUS  (Cesar Vidal)

    martes, 13 de mayo de 2014

    EL MISTERIO DEL CUARTO AMARILLO (Gaston Leroux)





    EL AUTOR

    Gastón Louis Alfred Leroux (París, 6 de mayo de 1868 – Niza, 15 de abril de 1927),  escritor francés de principios del siglo XX, que ganó gran fama en su tiempo gracias a sus novelas de aventuras y policiacas tales como El fantasma de la ópera (Le Fantôme de l'opéra, 1910),  El misterio del cuarto amarillo (Mystère de la chambre jaune, 1907) y su secuela El perfume de la dama de negro (Le parfum de la Dame en noir, 1908).  Trabajó en los periódicos L'Écho de Paris y Le Matin.  Viajó como reportero por Suecia, Finlandia, Inglaterra, Egipto, Corea, Marruecos. En Rusia cubrió las primeras etapas de la revolución bolchevique. Aparte de su trabajo como periodista, tuvo tiempo para escribir más de cuarenta novelas que fueron publicadas como cuentos por entregas en periódicos de París.



    Gastón Leroux fue a la escuela en Normandía, estudió derecho en París y se graduó en 1889. En 1890 él comenzó a trabajar en el diario L'Écho, de París, como crítico de teatro y reportero. Se volvió famoso por un reportaje que hizo, en el cual se hizo pasar por un antropólogo que estudiaba las cárceles de París para poder entrar a la celda de un convicto que, según Gastón, había sido condenado injustamente.  Luego, pasó a trabajar para Le Matin, como reportero.

    Su hija fue la cantante Madeleine Aile.  Leroux murió a sus 57 años, a causa de una complicación después de una cirugía, la cual hizo que se infectara su tracto urinario,  y sus restos descansan en el Château du cimetière, en Niza, Francia.

    EL LIBRO

  • Nº de páginas: 296 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
  • Editoral: ALIANZA EDITORIAL
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788420655451



  • Abogado durante un breve periodo de tiempo en su juventud, luego avispado periodista de tribunales y finalmente escritor de éxito, GASTON LEROUX (1868-1929) es autor de las que son sin duda algunas de las obras más populares de la literatura francesa. Entre ellas destaca EL MISTERIO DEL CUARTO AMARILLO (1907), clásico de la literatura policiaca y de intriga, en la que su protagonista, el periodista Rouletabille ­perteneciente a la estirpe del Dupin de Poe y el Holmes de Conan Doyle­, se ve enfrentado al reto de despejar un enigmaaparentemente irresoluble, como es el de un crimen y la posterior huida del criminal en el interior de una estancia inaccesible.

    IMPRESION PERSONAL

    Entre los clásicos de la novela detectivesca ocupa un lugar notable El misterio del cuarto amarillo (1907) de Gastón Leroux, quien ya desde sus años infantiles se sentía atormentado por «el demonio de la literatura». Se desempeñó como reportero y se hizo célebre por algunos reportajes como el dedicado a un preso condenado injustamente en cuya celda consiguió entrar fingiéndose un antropólogo que estudiaba las cárceles de París.

    Escrita en 1907, alabada incluso por Agatha Christie en su obra “Los relojes” como una de las mejores obras escritas en el género, “El misterio del cuarto amarillo” nos envuelve en una historia atrapante y ágil, con una trama que va “in crescendo” hasta un final sublime.

    Cuando Gaston Leroux escribió este relato, con su joven detective (Joseph Rouletabille) como protagonista, afirmó que ¡Poe y Conan Doyle habían hecho trampa!. Sus habitaciones no estaban verdaderamente cerradas. En efecto, en Los crímenes de la calle Morgue había una chimenea (que había dejado el paso a un mono) y en La Banda de los Lunares, Sherlock descubrió que existía un orificio por el cual se había deslizado la serpiente asesina. Leroux se comprometió a no engañar al lector: ¡su cuarto amarillo está tan cerrado como una caja fuerte, sin ningún tipo de trampa o doble fondo! La puerta está cerrada con llave, bloqueada con un cerrojo por dentro, y las ventanas tienen contraventanas. Todo está sin tocar: la víctima, las huella del crimen y del asesino. Pero el criminal no está allí. ¿Cómo logró escapar?
     
    Representación de Rouletabille en una versión cinematográfica
     
     
    Este enigma es el que intenta desentramar Rouletabille, con la ayuda de su fiel amigo y abogado Sinclair. Leroux escribió esta novela por encargo de la editorial donde trabajaba, y se terminó convirtiendo – sin querer – en un clásico de esos que se dan en clases de literatura de universidades.
     
    Lo brillante de esta novela es que te va envolviendo en el misterio poco a poco. Es una de las primeras novelas del tipo "misterio del cuarto cerrado", en la que el crimen tiene lugar en una habitación a la que es imposible entrar y de la que es imposible salir… ese género que creó Poe al mismo tiempo que definía el estereotipo de detective (con su Dupin) y creaba el género policial.  El complejo argumento de la novela logra impresionar y asombrar al lector. Los razonamientos (y deducciones) son lógicos y la tensión va siempre en ascenso.

    Admito que la historia se vuelve densa en algún punto, pero sobre la mitad pasa algo demasiado sorprendente (relacionado con la “galería inexplicable”) y a partir de allí el relato no para, es imposible dejarlo hasta el final. Rouletabille es una especie de Sherlock Holmes jovencito, y me hizo mucho recordar al joven protagonista del comic (y animé) “Detective Conan” (que es fabuloso). Algunos afirman que la resolución de la historia (el giro de tuerca final) es un poco “engañoso”… pero a mí me parece fantástico. La novela aporta todas las pistas para resolver el caso, siendo así sumamente entretenida y fácil de leer.

    En esta novela, cuyo narrador es partícipe de la acción como ayudante, se puede decir que Rouletabille y Larsan compiten por resolver el misterio. Heredera de la mejor tradición de Doyle nos sumerge en una historia de intriga en la que la lógica de lo que parece imposible será la mejor aliada de un lector que acaba entregado a la trama. Una trama que, contada de forma fluida se va enredando más y más sin liarnos para que acabemos sin ser capaces de despegarnos del libro, ansiosos por conocer todos los datos y, como no, lo que sucedió en la dichosa habitación. Y para eso tenemos que llegar a un final logradísimo, de esos que te hacen pensar y te dejan más que satisfecho. Por muy difícil que nos pueda parecer durante su lectura, el autor sale airoso y nos enseña que detrás de El fantasma de la ópera hay otras obras con un registro totalmente diferente que merecen ser descubiertas de Gastón Leroux.

    ACTUALMENTE LEYENDO:  A OSCURAS  (John Lawton)

    lunes, 12 de mayo de 2014

    ADIOS HEMINGWAY (Leonardo Padura)



    EL AUTOR

    Leonardo Padura Fuentes (La Habana, 1955) es un novelista y periodista cubano, conocido especialmente por sus novelas policiacas del detective Mario Conde. El Gobierno de España concedió en 2011 la ciudadanía de ese país a Padura, quien sigue viviendo en Cuba.

    Nacido en el barrio de Mantilla, hizo sus estudios preuniversitarios en el de La Víbora, de donde es su esposa Lucía; naturalmente, estas zonas de La Habana, muy ligadas espiritualmente a Padura, se verán reflejadas más tarde en sus novelas. Padura estudió Literatura Latinoamericana en la Universidad de la Habana y comenzó su carrera como periodista en 1980 en la revista literaria El Caimán Barbudo; también escribía para el periódico Juventud Rebelde. Más tarde se dio a conocer como ensayista y escritor de guiones audiovisuales y novelista.


     


    Su primera novela —Fiebre de caballos—, básicamente una historia de amor, la escribió entre 1983 y 1984. Pasó los 6 años siguientes escribiendo largos reportajes sobre hechos culturales e históricos, que, como él mismo relata, le permitían tratar esos temas literariamente.  En aquel tiempo empezó a escribir su primera novela con el detective Mario Conde y, mientras lo hacía, se dio cuenta "que esos años que había trabajado como periodista, habían sido fundamentales" en su "desarrollo como escritor". "Primero, porque me habían dado una experiencia y una vivencia que no tenía, y segundo, porque estilísticamente yo había cambiado absolutamente con respecto a mi primera novela", explica Padura en una entrevista a Havana-Cultura.

    Las policiacas de Padura tienen también elementos de crítica a la sociedad cubana. Al respecto, el escritor ha dicho: "Aprendí de Hammett, Chandler, Vázquez Montalbán y Sciascia que es posible una novela policial que tenga una relación real con el ambiente del país, que denuncie o toque realidades concretas y no sólo imaginarias".

    Su personaje Conde —desordenado, frecuentemente borracho, descontento y desencantado, "que arrastra una melancolía", según el mismo Padura— es un policía que hubiera querido ser escritor y que siente solidaridad por los escritores, locos y borrachos. Las novelas con este teniente han tenido gran éxito internacional, han sido traducidas a varios idiomas y han obtenido prestigiosos premios. Conde, señala el escritor en la citada entrevista, refleja las "vicisitudes materiales y espirituales" que ha tenido que vivir su generación. "No es que sea mi alter ego, pero sí ha sido la manera que yo he tenido de interpretar y reflejar la realidad cubana", confiesa.

    Conde, en realidad, "no podía ni quería ser policía" y en Paisaje de otoño (1998) deja la institución y cuando reaparece en Adiós Hemingway (2001) está ya dedicado a la compraventa de libros viejos.

    Tiene también novelas en las que no figura Conde, como El hombre que amaba a los perros (2009), donde las críticas a la sociedad cubana alcanza sus cotas más altas.

    Padura ha escrito también guiones cinematográficos, tanto para documentales como para películas de argumento.

    Vive en el barrio de Mantilla, el mismo en el que nació. Al preguntarle por qué no puede dejar La Habana, el ambiente de su historia, ha dicho: “Soy una persona conversadora. La Habana es un lugar donde se puede siempre tener una conversación con un extranjero en una parada de guaguas”.


    EL LIBRO


  • Nº de páginas: 200 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editoral: TUSQUETS EDITORES
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788483831977

  • En la memoria de Mario Conde todavía brilla el recuerdo de su visita a Cojímar de la mano de su abuelo. Aquella tarde de 1960, en el pequeño pueblo de pescadores, el niño tuvo la ocasión de ver a Hemingway en persona y, movido por una extraña fascinación, se atrevió a saludarlo. Cuarenta años más tarde, abandonado su cargo de teniente investigador en la policía de La Habana y dedicado a vender libros de segunda mano, Mario Conde se ve empujado a regresar a Finca Vigía, la casa museo de Hemingway en las afueras de La Habana, para enfrentarse a un extraño caso: en el jardín de la propiedad han sido descubiertos los restos de un hombre que, según la autopsia, murió hace cuarenta años de dos tiros en el pecho. Junto al cadáver aparecerá también una placa del FBI.

    IMPRESION PERSONAL

    Adiós Hemingway es una novela del escritor cubano Leonardo Padura, publicada en 2001. A pesar de tratar con personajes históricos reales, Padura la considera una obra de ficción, ya que se toma licencias literarias en la recreación de lo sucedido los días 2 y 3 de octubre de 1958.

    El libro surgió cuando los editores brasileños de Padura le pidieron que participara en la serie Literatura o muerte. Si aceptaba, debía advertirles el nombre del escritor alrededor del cual se desarrollaría el relato. Después de pensarlo muy poco, el proyecto le entusiasmó, y de inmediato vino a su mente Ernest Hemingway. Pero al buscar el modo de enfrentar el dilema, no se le ocurrió nada mejor que pasarle sus obsesiones a Mario Conde —como había hecho tantas otras veces—, y convertirlo en el protagonista de la historia.

    Entrada principal de la casa de Hemingway en Finca Vigía


    “Adiós, Hemingway” recrea los últimos años del legendario fabulador en La Habana, a tres años de su suicidio acaecido en 1961. Una novela policial que recoge mucho de la novela-enigma condimentada con un poquito de hard boiled. En ella se nos cuentan hechos que vendrían a ser toda una delicia, dignas de lo mejor del backstage chismográfico que persigue a los grandes escritores: del cómo, por ejemplo, asado el Papa (así se le llama a Hemingway en la novela) en una pelea de gallos, este se da cuenta de que el gallo contrincante masacraba a su gallo haciendo trampa ya que tenía las plumas embadurnadas de grasa, entonces el Papa detiene la pelea, coge al gallo tramposo y le arranca la cabeza en un solo movimiento. O del encuentro, otro ejemplo, con Ava Gardner en la piscina de su casa en Finca Vigía, el cual es relatado por un obrero suyo, escondido entre los matorrales, quien de paso queda obnubilado por los pechos de la que en ese entonces era la mujer más bella del mundo.

    Más allá de estos detalles, el argumento de la novela de Padura es el siguiente: 40 años después de la muerte de Hemingway, en plena calurosa Habana, Mario Conde, teniente de la policía retirado que se gana la vida vendiendo libros de segunda mano, es buscado por un ex subalterno que lo encuentra en un bar, este le dice que en en el jardín de la casa de Hemingway han encontrado los restos de un hombre, que según la autopsia falleció un día antes que el escritor dejara la isla. Al lado del cadáver se encontró una placa del FBI, y antes de dar a conocer la noticia a los medios, Conde tiene que descifrar si fue Hemingway el asesino.

    ¿Por qué el ex subalterno de Conde le dice esto? Uno: Conde renunció a la policía para dedicarse a escribir, cosa no hace. Dos: Conde está solo, depre, porque su mujer se ha ido y no tiene con quien saciar la calentura de la noche tropical. Y tres (lo más importante): Conde es un fanático acérrimo de toda la narrativa de Hemingway, a quien de paso, cuando niño, lo saludó fugazmente.


    Hemingway y su esposa, Mary, en la casa de Finca Vigía, año 1957


    Centrándonos ya en el libro en sí mismo, decir que se trata de una obra sensiblemente más corta que el resto de los reltados de la seria Mario Conde y que la novela Adiós, Hemingway oscila y se desarrolla en dos principales vertientes temporales; en una la voz narrativa, omnisciente y ubicua, elabora lo acontecido durante la susodicha “larga noche del 2 al 3 de octubre de 1958”, precisamente en el interior de Finca Vigía, la casa cubana de Ernest Hemingway (desde 1941), donde éste, meditabundo e introspectivo, descubre en su jardín la chapa de un agente del FBI y poco después ocurre un asesinato nada menos que en la habitación de trabajo del escritor.

     En la otra vertiente es el verano de 1997 en La Habana y Mario Conde, empedernido bibliófilo, ya lleva ocho años de haber dejado la policía (como teniente investigador), a la que renunció para entregarse de cuerpo y alma a la creación literaria, lo cual, mientras subsiste de la compra-venta de libros usados y viejos para ciertos expendios callejeros, aún intenta realizar más allá de sus pálidos escarceos de amateur, signado por su recurrente, onírica e inasible visión ideal de claros visos hemingwayanos: “en su paraíso personal el Conde había hecho del mar, de sus efluvios y rumores, la escenografía perfecta para los fantasmas de su espíritu y de su empecinada memoria, entre los que sobrevivía, como un náufrago obstinado, la imagen almibarada de verse viviendo en una casa de madera, frente al mar, dedicado por las mañanas a escribir, por las tardes a pescar y a nadar y por las noches a hacerle el amor a una mujer tierna y conmovedora, con el pelo húmedo por la ducha reciente y el olor del jabón combatiendo con los aromas propios de la piel dorada por el sol”.

    Pero el meollo es que en el ahora Museo Finca Vigía, las raíces de un centenario árbol caído durante un tormentoso vendaval han exhumado los restos de un cadáver (“muerto entre 1957 y 1960”) y el teniente investigador Manuel Palacios, otrora adjunto del Conde, ha acudido a éste para que lo auxilie con las indagaciones del caso, lo cual, al Conde, le hace recordar, entre otras cosas, aquel lejano día de su niñez (julio 24 de 1960) en que su abuelo Rufino el Conde lo llevó frente al embarcadero de Cojímar y entonces, por primera y única vez en su vida, vio pasar caminando al legendario y controvertido Premio Nobel de Literatura 1954 y pudo gritarle con espontaneidad y candor infantil: “¡Adiós, Jemingüéy!”

    Y si la voz narrativa paulatinamente reconstruye el escenario del crimen y del clandestino entierro (salpimentado con vivencias e íntimas evocaciones y reflexiones que hace el propio Hemingway) y deja una pizca de suspense para que el lector deduzca y ponga los puntos sobre las íes, las indagaciones y conjeturas de Mario Conde (con cierto apoyo de Manolo Palacios) hacen algo semejante.
     
    Habitación de trabajo de Hemingway en Finca Vigía
     
          Mario Conde, protagonista de La neblina del ayer (Tusquets, 2005) [de La cola de la serpiente (Tusquets, 2011)] y de la serie policíaca “Las cuatro estaciones”: Máscaras (Tusquets, 1997), Paisaje de otoño (Tusquets, 1998), Pasado perfecto (Tusquets, 2000) y Vientos de Cuaresma (Tusquets, 2001), en la presente novela rememora y patentiza su personal y crítica lectura y vínculo con la vida y obra de Ernest Hemingway (1899-1961). Es decir, a su modo lo baja del nicho y del pedestal, lo humaniza, lo torna un ser contradictorio y con leyenda negra, vulnerable y debilitado física y narrativamente; lo cual no riñe con los testimonios de dos de sus otrora cercanos empleados. 
     
          Uno de ellos, Toribio el Tuzao, con 102 años de edad y la memoria muy viva, le dice al Conde que Hemingway era un “tremendo hijo de puta, pero le gustaban los gallos”; que “era un apostador nato”, mas “no le importaba el dinero”, sino la pelea y “el coraje de los gallos”. Que “meaba en el jardín, se tiraba de pedos dondequiera. A veces se ponía así, como a pensar, y se iba sacando los mocos con los dedos, y los hacía bolitas. No resistía que le dijeran señor. Pero pagaba más que los otros americanos ricos, y exigía que le dijeran Papa..., decía que él era el papá de todo el mundo”.

    Pero en el condimento de la urdimbre novelística también tienen particular relevancia los episodios de la vida individual y doméstica de Mario Conde (con su perrucho Basura o leyendo desnudo una biografía de Hemingway o añorando a Tamara) y los que vive con dos de sus entrañables compinches de siempre: el Flaco Carlos en su sillón de ruedas (a cuya casa suele acudir a degustar los delirantes platillos que prepara Josefina, la madre de éste) y el Conejo y su dizque “imperturbable sentido dialéctico e histórico del mundo”.

    En tal lindero es donde se entronca el ludismo y la desfachatez de Mario Conde. Por ejemplo, cuando al entrar al Museo Finca Vigía pide que lo dejen solo y entonces, antes de observar y reflexionar el entorno y los oscuros y polémicos entresijos de la historia de Hemingway, se quita sus zapatos y se calza los “viejos mocasines del escritor”; enciende un cigarrillo y se acomoda en “la poltrona personal del hombre que se hacía llamar Papa”. Y luego, en espera de que pase el súbito y veraniego chaparrón, se hecha en la cama de la tercera y última esposa de Hemingway y se queda dormido. 



    Y ya al término, para contarles al Conejo y al Flaco Carlos los pormenores de sus indagaciones, Mario Conde ha querido ir al embarcadero de Cojímar, donde otrora recalaba el yate de Hemingway y de escuincle, con su abuelo Rufino, lo vio pasar. Así, sentados los tres en el muro, ya consumida la tercera botella de ron, miran hacia el mar, hacia el norte, y recuerdan a Andrés, su compinche que emigró siete años antes. Entonces el Conde, que se ha colocado en la cabeza (a la manera de “gorro frigio”, dice) el blúmer negro de Ava Gardner (subrepticiamente hurtado por él en el museo) donde Hemingway solía envolver y guardar su pistola calibre 22, decide escribirle una carta en el papel de una cajetilla de tabacos: 


          “A Andrés, en algún lugar del norte: Cabrón, aquí nos estamos acordando de ti. Todavía te queremos y creo que te vamos a querer para siempre... Dice el Conejo que el tiempo pasa, pero yo creo que eso es mentira. Pero si fuera verdad, ojalá que allá tú nos sigas queriendo, porque hay cosas que no se pueden perder. Y si se pierden, entonces sí que estamos jodidos. Hemos perdido casi todo, pero hay que salvar lo que queremos. Es de noche, y tenemos tremendo peo, porque estamos tomando ron en Cojímar: el Flaco, que ya no es flaco, el Conejo, que no es historiador, y yo, que ya no soy policía y sigo sin poder escribir una historia escuálida y conmovedora de verdad... Y tú, ¿qué eres o qué no eres? Te mandamos un abrazo, y otro para Hemingway, si lo ves por allá, porque ahora somos hemingwayanos cubanos. Cuando recibas este mensaje, devuelve la botella, pero llena.”
          Así, en calidad de “náufragos en tierra firme”, cada uno la firma con su nombre. El Conde la introduce en uno de los pomos vacíos; se quita de la cabeza el otrora oloroso blúmer negro de Ava Gardner, lo mete en la botella, le coloca el corcho y la lanza al mar (previo trago de ron) gritando “con todas las fuerzas de sus pulmones” aquel lejano grito que restallara su garganta de niño: “¡Adiós, Hemingway!”

    ACTUALMENTE LEYENDO:  EL MISTERIO DEL CUARTO AMARILLO  (Gaston Leroux)


    domingo, 11 de mayo de 2014

    EL PALACIO DE LOS SUEÑOS (Ismail Kadare)



    EL AUTOR

    Ismaíl Kadaré (n. Gjirokastra, Albania; 28 de enero de 1936) es uno de los escritores albaneses más famosos del mundo. Ha sido galardonado con el Premio Booker Internacional y con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

    De una familia de modestos funcionarios, nació en 1936 en Gjirokastra, también llamada Argirocastro, una ciudad-museo montañesa al sur de Albania, en el interior, capital de la antigua región del Epiro. Su familia era musulmana laica, de la secta de los bektashi. Su padre fue muy conservador, pero sus tíos, muy cultos y poseedores de una gran biblioteca, se adhirieron al comunismo; vivió de niño la Segunda Guerra Mundial, en la que su ciudad natal fue sucesivamente ocupada por italianos, griegos, fuerzas reaccionarias albanesas y los nazis alemanes. Finalmente fue liberada por los partisanos albaneses. Estos acontecimientos fueron narrados o aludidos en varias de sus obras. Estudió en la Facultad de Historia y Filología de la Universidad de Tirana, y en el Instituto Gorky de Literatura Mundial de Moscú, hasta 1960.

    Ese mismo año, tras la ruptura de relaciones entre Albania y la Unión Soviética, regresa a su país donde ejerce el periodismo en diversos diarios y en suplementos culturales; fue editor en jefe del periódico en lengua francesa Les Lettres Albannaises. Publica sus primeras poesías, influidas por el poeta albanés Lagush Poradeci. En esta época, durante un viaje a Praga, pensó en exiliarse, pero se arrepintió a última hora. Con su primera novela, El General del Ejército Muerto, escrita a los veintisiete años y publicada en 1963, consigue reconocimiento dentro y fuera de su país como uno de los escritores albaneses de mayor talento. Desde entonces ha publicado regularmente numerosos títulos que lo han situado como uno de los escritores europeos más importantes del siglo XX; entre ellos destacan El Palacio de los Sueños, Abril quebrado, El Monstruo o Los Tambores de la Lluvia.

    Su obra ha sido traducida a más de 40 idiomas.

    En la década de 1970 fue diputado en la Asamblea del Pueblo, el parlamento albanés durante el régimen socialista.



    En 1990, justo antes de la caída del comunismo en Albania, Kadaré solicitó asilo en Francia, afirmando que "Las dictaduras y la literatura auténtica son incompatibles... Un escritor es el enemigo natural de una dictadura." Kadaré permaneció en Francia hasta 1999, momento en el que regresa a Albania.

    Kadaré es probablemente el intelectual más importante de Albania y uno de los más activos en Europa, donde su activo compromiso desempeñó un destacado papel en el esclarecimiento internacional del drama de los albaneses de Kosovo, defendiendo la intervención de la OTAN para detener a los serbios. Desde la estabilización parcial de la situación de los albanokosovares, Ismaíl Kadaré vuelve a pasar largas temporadas en Tirana tras casi nueve años de autoexilio en Francia. Está casado y es padre de una bióloga e investigadora, Gressa.

    Candidato varias veces al Premio Nobel, Kadaré recibió en 2005 el primer Premio Booker Internacional. En 1992 fue uno de los finalistas para el premio literario Grinzane Cavour, uno de los más prestigiosos en Italia, con su obra La ciudad de Piedra. El 6 de mayo de 1996 fue elegido miembro asociado extranjero de la Academia de las Ciencias Morales y Políticas de París. El 28 de octubre ocupó el sillón de Karl Popper. Es miembro de la Academia de las Artes de Berlín y de la Legión de Honor Francesa. Se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2009, entregado el viernes 23 de octubre de ese año.

    EL LIBRO



  • Nº de páginas: 232 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
  • Editoral: ALIANZA EDITORIAL
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788420661285

  • El libro nos cuenta las peripecias de Mark-Alem, un miembro de la poderosa familia Qyprilli, que entra a trabajar en el misterioso Tabir Saray, el Palacio de los Sueños. El destino del protagonista y de la familia van de la mano a lo largo de toda la novela. El ambiente de incertidumbre, las situaciones oníricas, la trama entre brumas y lámparas a medio gas... consiguen armar una novela completamente fascinante.

     La idea de un poderoso Palacio de los Sueños dedicado a recoger todos los sueños del imperio (un imperio con más de 40 naciones), seleccionarlos e interpretarlos para elegir, entre todos, uno (cada semana) que sea llevado al emperador y que éste decida los designios del imperio en función de este "sueño maestro", es absolutamente deslumbrante. El secreto y la incertidumbre que rodea al Tabir Saray, el misterio de sus secciones, sus pasillos laberínticos, sus incomprensibles designios (que nacen de sueños y no de hechos), sus personajes solitarios, sus puertas cerradas... nos atrapa desde las primeras páginas: uno no sabe bien (hablo por el lector, pero también por los protagonistas) en qué plano transcurre la historia: el onírico o el real.

     Sucede además que, íntimamente relacionado con este Palacio en brumas, transcurre la vida de la familia Qyprilli, la única estirpe en Europa protagonista de una epopeya que todavía se canta. Así pues, Kadaré vuelve a traer a los cantores a su novela, y lo hace no de manera casual, pues la presencia de los aeda y su canto es el momento culminante de la novela.

    IMPRESION PERSONAL

    El palacio de los sueños es un libro inquietante, críptico, causa un desasosiego en el lector que no sabe muy bien dónde se encuentra, qué está leyendo. El libro puede interpretarse como una utopía, como un cuento, como una alegoría sobre el poder, sobre el control absoluto por parte del estado de nuestros más íntimos deseos, y claro, uno ata cabos y piensa, vaya, otro libro sobre los comunistas, claro, nuestro autor es albanés, y ha padecido el horror de la falta de intimidad. Pero sigo leyendo, no me desanimo, su prosa me atrapa. Recuerdo a Kafka, posiblemente más al del Castillo que al del Proceso, o a Arthur Koestler, en El cero y el infinito, también a Paul Auster, en el País de las últimas cosas, pero no creo que ellos sean responsables del talento de nuestro autor, y ahí radica lo hermoso, lo literario, el único y verdadero sentido del arte: ( mi amigo José del Olmo mantiene que el único arte que existe es la literatura porque mantiene intactas sus posibilidades de trasformar la realidad, creándola y reinventándola) en que Kadare crea una realidad a partir de otra realidad histórica: la del imperio otomano de finales del siglo XIX.

    El palacio de los sueños tiene un aire a El Castillo, de Kafka, y aunque Kadare niega considerarse un disidente del régimen comunista, podría considerarse como una alegoría de los extremos a los que llega el poder absoluto. Situado en la capital del Imperio Otomano, narra la historia de Mark-Alem, un hombre que, después de mucho intentarlo, logra entrar a trabajar en el Palacio, en el que se analizan los sueños de todos los súbditos en busca de señales de rebelión o disidencia. Los sueños son estudiados, clasificados y seleccionados, y cada semana se elige un Sueño con mayúsculas que, debidamente interpretado, condicionará las decisiones del Sultán.

    La sensación que deja la novela es agobiante, desasosegante, alucinatoria. El universo gris y opresivo en que se mueve Mark-Alem es, como decía antes, propiamente kafkiano, y su ascenso a través de la escala jerárquica del palacio, igual de inexplicable que la sentencia contra K. en El proceso. La novela incluye también varios pasajes oníricos (como corresponde al tema, pero también a las preferencias de Kadaré, que huye siempre del realismo) que contribuyen a acentuar esa sensación de desaliento y desorientación que comparte en protagonista y el lector.

    Pero no nos engañemos, Kadare no es Kafka. El clima magistral de desasosiego, desorientación, incertidumbre, fatalismo y opresión que el maestro checo dio a sus obras principales, básicamente en El Castillo, no aparece en las obras de Kadare.

    Antigua sede del Partido Comunista Albanés, en Tirana


    El Palacio de los Sueños que domina esta novela es el símbolo de la dominación total del Estado sobre sus súbditos. En una nación que calca el modelo real del Imperio Otomano, el gobierno ha establecido la obligación de que los ciudadanos recojan sus sueños por escrito y los entreguen a una vasta red de funcionarios que alcanza incluso las aldeas más remotas. En un enorme y tétrico ministerio, el Palacio de los Sueños, los textos son recibidos por un ejército de mediocres burócratas e interpretados en busca de señales de deslealtad al régimen que pudieran quedar ocultas en el devenir diario. Interpretados y seleccionados para reducirlos a un pequeño número de sueños considerados significativos que son enviados a una instancia superior donde vuelven a ser cribados y así sucesivamente hasta encontrar El Sueño, la expresión perfecta del inconsciente colectivo del país, la señal de la dirección que ha de tomar el gobierno para mejor controlar al pueblo. Y en esa tarea imposible, imposible porque el poder nunca es lo bastante absoluto para los sedientos de él, se afana el protagonista, procedente de una familia venida a menos y miembro por recomendación de la hueste que encerrada en salas oscuras y frías analiza los sueños de sus conciudadanos, lleno de dudas y sabiéndose destinado a envejecer tristemente, acumulando con dificultad minúsculos ascensos que el menor error real o imaginario desbaratará de inmediato y condenando a personas inocentes sin darse cuenta, sólo porque alguien interpretó su interpretación de una forma en vez de otra.

    La presencia del Estado totalitario como un engranaje que tritura a los individuos, incluso controlando sus pensamientos, es la denuncia de Kadaré en esta novela simbólica que elige el Imperio Otomano para establecer una comparación, sin nombrarlo, con el estalinista y el de Enver Hoxha. Es el recurso de la novela histórica, que denuncia situaciones anteriores de gran paralelismo con las actuales. Aunque en este caso la novela de Kadaré vaya más allá, con su componente kafkiano y onírico; entronca con el control de las masas del Orwell de 1984. El tema de las novelas de Kadaré siempre gira en torno a la alienación del individuo dentro de una sociedad, la mayoría de las veces, con reglas incomprensibles. Hasta tal punto alcanza el absurdo y lo arbitrario en algunas de sus novelas, como es en el caso de El Palacio de los sueños, que el autor parece cuestionar la verdadera realidad de la experiencia de sus personajes, es decir, lo que ven, oyen, sienten, incluso recuerdan. En este sentido, se abre una vía directa, igual que en el caso de Norman Manea y de Ivan Klíma, que enlaza a Kadaré con Kafka. Esto no es casual. Lo que distancia, al final, a uno de otro, es que tal vez el albanés no esté tan interesado en lo absurdo, sino más en lo trágico, con una base de amor por los clásicos (en concreto Homero) que no aparece en el checo.
     
    Así pues, los mitos griegos como referencia intertextual de Kadaré, pero también las leyendas albanesas de las que se nutre, de abundante tradición oral, y una extraña condición abierta de sus obras, al estilo de los ciclos de la épica oral, que le lleva a reescribir las novelas una y otra vez, sin considerar nunca ningún texto definitivamente cerrado. El mundo otomano, pero como ingrediente de un realismo mágico propio y especial, que podría calificar como realismo mágico balcánico, y la guerra y el totalitarismo como temas centrales. De esta manera, la novela que me ocupa, El Palacio de los sueños, se encuadra dentro de la preocupación sobre el tema del Estado entendido como un poder despótico, pero enmarcados los sucesos en el Imperio otomano. La Albania de los años en que se redacta la obra (a principios de los años ochenta), la Albania incomunicada, hostil, la Albania del tirano decrépito y solitario, aislado, Enver Hoxha, queda en un segundo plano, en una penumbra en donde también se mantiene en otras muchas de las novelas del autor. Puede parecer, de esta manera, que Kadaré opte por silenciar los crímenes que están ocurriendo en esos momentos, pero una ausencia muy significativa que salpica sus obras hace pensar, por omisión, que la crítica existe. No mencionar el Partido en la literatura sometida al realismo socialista, donde los ingenieros del alma componían a mayor gloria del Partido. Y criticar, como critica, al sistema viviendo integrado en el propio centro del sistema de Hoxha y de su sucesor, Ramiz Alia. Con el enorme mérito, además, de que Kadaré consiguió publicar gran parte de la obra en Albania, burlando el cerco de la censura y de las represalias. Además, por si todo ello no significara ya un enorme riesgo, las obras de Kadaré suelen contener claves, pactos secretos con sus lectores, los albaneses coetáneos, que encuentran referencias a personajes públicos, lugares, acontecimientos, bien conocidos por sus compatriotas y que al leerlos asociaban de inmediato con la realidad política y cultural del momento. Nada más comenzar el relato, Mark-Alem, su protagonista, realiza un recorrido por las calles de la ciudad, cuyo nombre Kadaré evita mencionar, que parece ser fácilmente asociable o reconocible con una topografía de la Tirana de ese momento, concretamente el centro de la ciudad, los lugares donde se encontraban ministerios y edificios estatales.
     
    Casa del pueblo de Bucarest, segundo edificio más grande del mundo, uno de los símbolos en que se inspiró Kadaré para la elaboración de ésta novela
     
     
    El tema del tiempo, de la ubicación de El Palacio de los sueños en un tiempo otomano, no es una cuestión que el autor haya elegido por capricho o por mero oportunismo de tipo comercial: no es una simple treta literaria. Kadaré se caracteriza en sus novelas por recuperar los ejes temáticos fundamentales de la humanidad, esos universales temáticos comunes a todas las civilizaciones, el imaginario que reposa y rebosa, que rezuman las fuentes de la tradición clásica (en Esquilo, en Homero) y las grandes obras maestras de la literatura universal (Shakespeare, Cervantes). La línea temporal de temas tratados desde la Grecia clásica a la Inglaterra renacentista o la España barroca demuestra que el poder, las intrigas, las guerras y la violencia, de uno u otro modo, de muchos modos, son consustanciales a la historia de la literatura. Si la gran obsesión de Kadaré en su obra son los mecanismos totalitarios y la forma en que oprimen al individuo, en El Palacio de los sueños, siguiendo una línea que desarrollará en otras de sus novelas, busca, además, reflejar cómo el sistema consigue horadar hasta conformar la conciencia de uno de los integrantes de ese aparato despótico, que lo convierte en cierta monstruosidad burocrática, acabando por integrar y asumir el mecanismo de sojuzgación del que forma parte y que sabe, en algún momento, lo destrozará a él también. En este caso, ese individuo que trabaja al servicio del Estado absoluto tiene nombre: Mark-Alem. Un nombre que muy bien podría darse la mano con Josef K. o el Agrimensor K. E incluso con Winston Smith y el camarada Rubashov. En este sentido, Kadaré se muestra en esta novela muy cercano a Kafka, Orwell y Koestler.
     
    El espíritu que alimenta el propio lugar, también nace de un disparate: la importancia de los sueños y el papel que juegan en los destinos de los Estados y en sus gobernantes. Por eso, el lugar examina y clasifica los sueños de todos los súbditos del Imperio, en una tarea faraónica y absurda, además de imposible. Es en este momento cuando lo grotesco, lo kafkiano, deja paso a una visión de la kadaria que hace que la sonrisilla de estupefacción hasta ahora esbozada se hiele en los labios, intuyendo la magnitud de la tragedia que se está fraguando. Se trata de un intento de control mental absoluto, descubriendo lo que piensan los súbditos incluso cuando esos pensamientos escapan a su control, en el sueño. Es de una malignidad absoluta. Mil novecientas secciones provinciales, con sus propias subsecciones, someten a una purga previa los sueños recolectados, antes de remitir los sueños al Palacio. Entonces, llega el turno del departamento de Selección, que ejecuta una nueva criba que los divide en tres: sueños privados, los vinculados al ser carnal del hombre (provocados por hambre, fiebre, enfermedad) y los simulados, inventados por la gente para lograr notoriedad. Una vez eliminadas esas tres categorías, desde allí, los sueños válidos, es decir los que tienen que ver con el Estado, pasan a Interpretación. Allí, aparte de la detección de un posible sueño que augure un atentado contra la integridad del Estado, se elige, además, cada viernes, el Sueño maestro o suprasueño, considerado el más importante y que se le presenta personalmente al Soberano.
     
    ACTUALMENTE LEYENDO:  ADIOS HEMINGWAY  (Leonardo Padura)

    lunes, 5 de mayo de 2014

    HISTORIA DE UN ALEMAN (Sebastian Haffner)



    EL AUTOR

    Sebastian Haffner, nombre verdadero: Raimund Pretzel, (Berlín, 27 de diciembre de 1907-Ibídem, 2 de enero de 1999) fue un periodista, escritor e historiador alemán.

    Nació en una familia protestante y cursó estudios de Derecho en su ciudad natal. En 1938, debido a su malestar con el régimen nazi, emigra a Inglaterra junto a su novia judía donde trabaja como periodista para The Observer. Adoptó el seudónimo "Sebastian Haffner" para evitar que su familia en Alemania fuese víctima de represalias por su actividad como disidente del nazismo en el extranjero.



    El nombre Haffner lo tomó de la sinfonía del mismo nombre, compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart.

    En 1954, una vez acabada la II Guerra Mundial  regresa a Alemania y colabora como columnista en varios periódicos de izquierdas.

    Haffner fue un radical opositor de Hitler desde el exilio y uno de los más destacados escritores sobre la historia alemana del siglo XIX y XX.

    Aunque su libro de memorias Historia de un alemán no se publicó hasta después de su muerte,

    Haffner lo había terminado en 1939.

    En 1980 le fue conferido el Johann-Heinrich-Merck-Preis.



    EL LIBRO

  • Nº de páginas: 264 págs.
  • Encuadernación: Tapa dura
  • Editoral: DESTINO
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788423333431



  • La autobiografía de Sebastian Haffner se ha convertido ya en un clásico de la literatura memorialística y en una obra imprescindible para comprender la aparición y consolidación del movimiento nazi en la sociedad alemana. Escrita en 1939 -aunque encontrada entre los papeles del autor tras su muerte en 1999- versa, según anuncia Haffner en el prólogo, sobre un «duelo entre dos contrincantes muy desiguales: Un estado tremendamente poderoso, fuerte y despiadado, y un individuo particular pequeño, anónimo y desconocido... El estado es el Reich, el particular soy yo». Así, Haffner describe su vida como la de un hombre cualquiera, al que las circunstancias obligan a combatir contra un estado totalitario por la salvaguarda de su dignidad y de su intimidad. Estructura el libro en tres partes: «Prólogo» (del verano de 1914 al verano de 1932), «La Revolución» (del 30 de enero de 1932 al verano de 1933) y «Despedida» (verano de 1933) a lo largo de las cuales expone, de manera discreta y pudorosa, su propio itinerario vital. Parte de un autorretrato de su niñez nacionalista y militarista en absoluto complaciente, en el que progresivamente asistimos a la evolución de su pensamiento, fundamentada en la aguda observación de los hechos que sacuden a su patria. El autor narra los meses de revolución que precedieron y siguieron al armisticio, y la proclamación de la república de Weimar.

    IMPRESION PERSONAL

    Cualquiera que esté interesado en la historia del siglo XX se habrá topado en los últimos años con el nombre de Sebastian Haffner. Sus libros se citan como clásicos entre la inabarcable bibliografía sobre el nacionalsocialismo y la Alemania de los años anteriores a la IIGM, y en España se han publicado varias de sus obras en apenas tres años.

    ¿Cuál es la razón para que un autor prácticamente desconocido hasta 2000 parezca de repente imprescindible para conocer una época sobre la que parecía estar todo escrito? Se puede decir que todo comenzó con este libro.

    Publicado 60 años después de ser escrito, tras ser rescatado de los papeles que el autor dejó al morir en 1999, esta autobiografía -si se puede llamar así a una obra escrita con apenas 31 años- se plantea como la lucha desigual entre un poderoso Estado y un individuo, “pequeño y anónimo”, dice Haffner, pero lo suficientemente lúcido como para hacer balance, en 1939, del primer tercio de siglo en Alemania y de lo que esperaba a su país si seguía – como siguió- el camino iniciado en 1933.

    Libro sutil, analítico e introspectivo, probablemente inconcluso, y memorable por muchos motivos, me apetece destacar aquí tres. El primero, la soberbia descripción de los estados de ánimo colectivos durante los distintos gobiernos de la República de Weimar, desde 1918 hasta 1933. En particular, el papel del recuerdo de aquella guerra que nunca se perdió hasta que, brusca e inaplazable, llegó la derrota, en la psicología de los adolescentes alemanes de entonces; así como la incapacidad, primero de los revolucionarios de 1919, y luego de todos los partidos republicanos para ofrecer algo creible y pararle los pies al antisemitismo y al nacionalismo.

    El segundo, la descripción de una cara vista de pronto a la salida de un baile del carnaval de 1932, abruptamente interrumpido: “una cara llena de dientes”; un rostro con “ojos muertos, acuosos e incoloros, cabellos incoloros, piel incolora, labios incoloros y una prominente nariz de lucio sobre la dentadura”. Un rostro que ya “no era un rostro humano en absoluto, sino más bien la cara de un cocodrilo”. El “rostro de las SS”.

    El tercero, la espléndida distinción que el autor hace entre “la nación amada” (en su caso Francia) y el propio país, ese lugar que “si se pierde, casi se pierde también el derecho a amar a otra nación”; el elogio de “la invitación recíproca”, del “aprender a entender al otro”. Y, también,  su profunda comprensión de que, en aquellas condiciones,  “el verdadero enfrentamiento… tenía lugar entre “el nacionalismo y el sentimiento de lealtad al propio país”. Para  Haffner, como para tantos otros antes y después de él, el nacionalismo, “es decir, la autocontemplación y egolatría nacionales, es en todas partes un enfermedad mental peligrosa, capaz de desfigurar y afear los rasgos de una nación, igual que la vanidad y el egoismo desfiguran y afean los rasgos de una persona”. En pocas palabras, el peor enemigo del propio país.

    Aspecto de la Wilhelmstrasse,  céntrica calle de Berlín donde se ubicaba la sede del Partido Nazi y otros edificios oficiales,  en los años 30


    El libro se divide en tres partes: “Prólogo” (del verano de 1914 al verano de 1932), “Revolución” (del 30 de enero de 1932 al verano de 1933) y “Despedida” (verano de 1933). A lo largo de ellas Haffner recorre el itinerario del país de la mano de su propia trayectoria vital, casi a la manera de una educación sentimental en la que vemos como pasan ante sus ojos la IGM y sus desastrosas consecuencias para Alemania, la fracasada revolución espartaquista, la república de Weimar, la ocupación francesa del Ruhr y la gran crisis económica, pasos previos todos ellos a la victoria de Hitler en las elecciones de 1933.

    En cualquier caso, lo que hace diferente a este libro es la persona que lo escribe y su inusual lucidez y coraje, a la vista del comportamiento del resto de sus compatriotas. Haffner no es judío, ni comunista, ni miembro de ninguna otra minoría amenazada por el nuevo régimen. Bien al contrario, se trata de un alemán de buena posición, abogado, conservador y considerado ario. Acostumbrados como estamos a ver cómo las grandes obras de denuncia del nazismo suelen provenir de aquellos directamente amenazados por él, reconforta encontrarse con la denuncia que hace un ciudadano “de primera clase”, que además se considera patriota, ante la deriva de su país. Al final, nos dice con tristeza, sólo una derrota militar podrá salvarlos de esa deriva. Estamos en 1939.

    Revista de tropas de Asalto S.A. (Fuerzas paramilitares nazis)

    Más allá de la admiración que pueda suscitar el valor de Haffner, quedan sus críticas, y no son pocas.

    En primer lugar, el pueblo alemán. Cobarde, pusilánime, falto de dignidad y aborregado, se deja arrastrar en nombre de aquellos instintos que la civilización llevaba intentando superar durante siglos. Haffner es tan implacable con sus compatriotas como con él mismo: qué poco han luchado. A la cabeza de él, los políticos, incapaces de otra cosa que no sea esperar la llegada de Hitler, asumida como inevitable. Dicho sea de paso, cuando uno se entera de los aplausos que la socialdemocracia dedicó a Hitler en el Reichstag, no puede resistirse a recordar el poema de Kavafis en el que los senadores romanos esperan resignados, y secretamente ansiosos, la llegada salvadora de los bárbaros.
    Pero hay más críticas en el libro, en las que quizá no pensó el propio Haffner: todos aquellos – una vez más, y en primer lugar, los propios alemanes, pero también otros países y la propia Iglesia- a los que la guerra despertó a la realidad, y que después habrían de lamentarse por lo ocurrido. Después de este libro, no es creíble alegar desconocimiento para no ser culpado de, como mínimo, pasividad cómplice. Y la mayor crítica, que planea sobre todo el libro: saber que su éxito se basa, precisamente, en lo extraordinario de su caso.

    Y junto a estas críticas, un par de reflexiones: la primera es el estupor ante la degeneración de un país que representaba los más altos valores de la cultura occidental. Así como Adorno decía que no puede haber poesía después de Auschwitz, Sloterdijk dirá que el humanismo puede ser una vía muerta después de lo que ocurrido en Alemania.

    La segunda es lo inquietante del refugio nacionalista, de la autocontemplación y egolatría nacionales. Cuando Haffner dice que un alemán que cae víctima del nacionalismo deja de ser alemán – precisamente por ser éste un individuo abierto, autocrítico y generoso-, lo hace alabando también el valor romántico de su pueblo, su musicalidad, sus infinitas posibilidades intelectuales. Es esa línea sentimental, entre lo idílico y lo macabro, la que a día de hoy sigue recorriendo el nacionalismo.

    Haffner terminó abandonando Alemania, para ayudarle desde fuera, contando cómo era su país para que otros pudieran entenderlo. Y lo contó tan bien, que no son pocos los que pusieron en duda la fecha de autoría de esta obra, por su clarividencia.

    Historia de un alemán es un libro totalmente recomendable, para alemanes y no alemanes, aunque impresiona bastante, sobre todo a los no alemanes,  en la que es un alemán el que cuenta desde dentro cómo se gestó el auge del Nazismo, y así conocer mejor una época que no debe ser olvidada, para que nunca más pueda repetirse.

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