EL AUTOR
Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, España, 27 de julio de 1939 - Bangkok, Tailandia, 18 de octubre de 2003) fue un escritor español conocido sobre todo por sus novelas protagonizadas por el detective Pepe Carvalho.
Personalidad casi inabarcable, se definió a sí mismo como "periodista, novelista, poeta, ensayista, antólogo, prologuista, humorista, crítico, gastrónomo, culé y prolífico en general", campos todos en los que destacó.
Hijo único de una modista y de un militante del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), no conoció a su padre hasta los 5 años, después de que éste saliera de la cárcel. Él mismo militaría más tarde en ese partido, tras su paso por el Frente de Liberación Popular (FELIPE) ingresaría en 1961 en el PSUC y llegaría a ser miembro de su Comité Central, así como también en Iniciativa per Catalunya (ICV).
Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona y Periodismo en la Escuela de Periodismo de Barcelona.
En 1962 un consejo de guerra lo condenó a tres años de prisión por sus actividades políticas, y fue en la cárcel de Lérida donde escribió su primer libro, el ensayo Informe sobre la información.
Después de su estancia en prisión, comienza su carrera periodística en la revista Triunfo bajo el seudónimo Sixto Cámara. Colabora en diversas publicaciones como Siglo XX, Tele/Xprés, Por Favor y más tarde en El País e Interviú, en los que escribió hasta su muerte.
En 1966 nació su único hijo, Daniel Vázquez Sallés, que se convertiría también en escritor y le daría dos nietos: Daniel y Marc. A su esposa, la historiadora Anna Sallés, la había conocido en la universidad.
En 1967 publicó su primer poemario, Una educación sentimental, seguido en 1969 por Movimientos sin éxito. Ese mismo año aparece la novela Recordando a Dardé, acompañada por una serie de relatos; se trata de su primera incursión en la narrativa. En 1972 publicó la primera novela en la que el protagonista es el detective privado Pepe Carvalho, su personaje más popular, titulada Yo maté a Kennedy.
En 1995 recibió Premio Nacional de las Letras Españolas en reconocimiento a toda su obra.
Vázquez Montalbán murió el 18 de octubre de 2003 debido a un paro cardíaco en el aeropuerto de Bangkok, la capital de Tailandia. Tenía 64 años.
El 3 de febrero de 2009 se inauguró en Barcelona la plaza Manuel Vázquez Montalbán, situada entre la calle de Sant Rafael y la Rambla del Raval, cerca de donde nació el escritor.
EL LIBRO
El secretario general del PCE es asesinado mientras el partido celebraba un congreso del Comité Central. A parte de la investigación que lleva a cabo la policía para dar con el asesino, el PCE, contrata a Carvalho, antiguo comunista por convicción, pero hoy exceptico con la política del partido. Mientras seguimos las pesquisas para dar con el traidor, Pepe Carvalho, nos hace un recorrido por la historia del PCE, y por la actualidad de la recién estrenada democracia española. Como no podía ser de otra forma, los acontecimientos que se suceden durante la novela, están regados de buenos caldos, de mujeres y de platos exquisitos, elemental tratándose de Pepe Carvalho.
IMPRESION PERSONAL
Asesinato en el Comité Central, quinta entrega de la serie Carvalho quizás sea la novela más controvertida y comentada de Manuel Vázquez Montalbán. El motivo lo tiene la trama: el asesinato de Fernando Garrido, Secretario General del PCE, en una reunión del Comité Central del partido a puerta cerrada.
La oportunidad histórica la marcaba la época en la que apareció la novela, 1981, año en el que el Partido Comunista de España estaba sumido en una profunda crisis institucional. La aparición de una obra en la que se investigaba el asesinato de su supuesto Secretario General supuso todo un acontecimiento.
Esta novela, junto a la Autobiografía de Federico Sánchez de Semprún, significaron una cierta humanización de los comunistas, presentados hasta entonces como demonios con cuernos y rabo por la propaganda franquista y la iglesia o como héroes perfectos y abnegados luchadores por la resistencia democrática. Aquí aparece su lado humano, sus pequeñas o grandes mezquindades, sus enfrentamientos internos y su cada vez mayor marginalidad política.
Más allá de la época, la novela nos presenta una trama cuidada, matizada por un elenco de personajes figurados pero reales (arquetipos, como dice Vázquez Montalbán) que van desde políticos, militantes de base, espías y ex-espías, sicarios y comisarios en plena Transición, entre la nostalgia franquista y la realidad de los nuevos tiempo.
Asesinato en el Comité Central es, cuando menos, tan interesante y tan divertida como los buenos relatos de intriga que transitan desde hace años ininterrumpidamente a lo largo de la senda abierta por los creadores y maestros de las diversas variantes del género. En la novela se dan cita los ejercicios de inferencia deductiva nacidos en las nieblas británicas, las violencias oriundas de California, el olfato intuitivo y costumbrista procedente de las comisarías francesas y los enroques y gambitos de los servicios secretos de todas las latitudes. ¿Qué razón hay para que el cambio de escenarios urbanos o de la ortografía de los apellidos, la sostitución de San Francisco por Barcelona o de un mister por un señor, resten verosimilitud a historias heroicamente improbables? Tal vez la cultura en la que nace un género literario marque de tal forma su creación que condicione la aceptación por algunos lectores de sus convenciones al cumplimiento de ciertos requisitos de paisaje y de costumbres. Pero la serie de Pepe Carvalho demuestra que, una vez vencida la extrañeza inicial de que las Ramblas o la Gran Vía sirvan de marco a crímenes misteriosos y a persecuciones implacables, el invento funciona con la misma suavidad, gratuidad y eficacia que en cualquier otro paraje.
Comité Central del PCE en 1980
Ahora bien, el trasfondo y la trama del relato se hallan tan cargados de connotaciones políticas que resulta muy probable, o quizá inevitable, que suscite también el interés de personas todavía no enviciadas con el género policiaco, pero ansiosas de las emociones fuertes que proporcionan los libros de chismografía política o las novelas con claves fácilmente descifrables. De añadidura, Manuel Vázquez Montalbán, miembro del Comité Ejecutivo del PSUC, el partido de los comunistas catalanes, es un escritor situado en los antípodas de aquel intelectual objeto al que los partidos comunistas de la época estaliniana cuidaban como a las niñas de sus ojos, sin exigirle otra obligación que firmar manifiestos o concurrir a congresos y sin pedirle más contraprestación que no expresar opiniones sobre los temas —que eran casi todos— que la dirección consideraba como campo exclusivo de su competencia. Vázquez Montalbán no sólo se pronuncia con notable desenfado sobre lo humano, sino que también mete baza en lo divino. Así, sus colaboraciones de muchos años en Triunfo, Por Favor y La Calle le acreditan como un original analista político, capaz de realizar diagnósticos y pronósticos de coyuntura con bastante más solvencia y perspicacia que muchos de los especialistas oficiales de su propio partido.
Sin embargo, en la faja del libro podría figurar la advertencia, lesiva, desde luego, para el departamento comercial de la editorial, de morbosos, abstenerse. Porque el asesinato de Fernando Garrido, dentro de una sala cerrada en la que sólo se hallan los miembros del Comité Central del Partido Comunsita de España, no es ni la ensoñación sustitutoria de un parricidio ritual ni una alegoría maliciosa de los actuales conflictos dentro de las filas comunistas. No faltan, en cambio, reflexiones ideológicas y políticas de carácter más general, cuyo hilo central es un cierto respeto reverencial hacia la vieja guardia, depositaria de un patrimonio moral en gran medida negativo, en tanto que capacidad de resistencia a la adversidad y de rechazo al salvajismo fascista y un decidido desprecio hacia los aduladores miméticos de los combatientes de la guerra civil y del exilio. No son, paradójicamente, los supervivientes de la clandestinidad, sino sus herederos que transforman el gesto en rictus, las voces en ecos, la épica en burocracia y la apuesta dramática en jactancia retórica, quienes salen malparados de esta aproximación simpática e irritada, emocional y fría, comprometida y distanciada, fideista y desesperanzada al mundo comunista.
Comedor del Restaurante Lhardy, uno de los sitios visitados por Carvalho
Pese a la inicial advertencia sobre la diferencia entre los arquetipos y los personajes reales, este viaje al interior del PCE reviste, sin embargo, en ocasiones, los rasgos de un ascenso por el río de la memoria hacia el corazón de las tinieblas, con la consiguiente satanización de alguna víctima a la que se le asigna, con notable crueldad y desmedida injusticia, la función de percha en la que colgar la ropa sucia colegiada o de cubo de la basura para arrojar los desperdicios colectivos. Me malicio que ningún militante o ex militante comunista pueda librarse de esa maniquea propensión a proyectar sobre un chivo expiatorio las culpas de la organización entera, incluidas las propias. Y mucho me temo que el ajuste de cuentas de Vázquez Montalbán con su malvado particular, apenas disimulado en un arquetipo extraparlamentario, sea un atracón, indigno de un buen gastrónomo, de ese plato que nunca se enfría que es la venganza.
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