EL AUTOR
Juan Cesar Morcillo. nace en Almería en 1953. Es Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Granada. Ha dirigido varias empresas del sector alimentario y hostelería. Actualmente desarrolla y comparte su actividad profesional en el campo de la publicidad y la gestión inmobiliaria. Autodidacta compulsivo y apasionado por la Pintura, la Literatura y la Historia, ha dedicado gran parte de su vida a documentarse en esas áreas, llegando a escribir multitud de ensayos sobre el pensamiento humano que forman parte de su colección privada. Es el autor del libro Una noche en el Scriptorium, una obra de 385 páginas que mezcla el ensayo con la novela histórica en un contexto general autobiográfico. Es un gran aficionado a la fotografía, a los viajes, y en deportes, a la caza y el golf. Fué fundador y presidente de la asociación cultural Círculo Polar Geográfico Almería, dedicada a la difusión del conocimiento geográfico y a la comprensión y el acercamiento a otras culturas.
SINOPSIS DEL LIBRO
Juan, divorciado, con dos hijos ya adultos y que vive solo, tras liquidar el negocio al que se había dedicado durante más de una década, toma una decisión insolita el dia de su 51 cumpleaños. Buscando un nuevo sentido a la vida y sobre todo, tratando de encontrarse a sí mismo en medio de un mar de dudas existenciales y cada vez más alejado de los valores mundanos tradicionales que hasta ahora habían constituido su mundo, decide viajar y hospedarse durante ocho días en el interior del Monasterio de Leyre (Navarra).
Monasterio de Leyre (Navarra)
Al llegar conoce al Padre Carlos, hospedero y único de los monjes benedictinos que habitan el monasterio autorizado para establecer contacto directo con los visitantes. Tras acomodarle en su celda y enseñarle el Monasterio, conversan largamente, descubriendo Juan con agradable sorpresa que el monje, lejos de los clichés establecidos, resulta ser un hombre de mente abierta, tolerante, comprensivo y conocedor del mundo exterior al Monasterio. Pese a estar prohibido el acceso a los huéspedes, Juan consigue que Carlos le muestre la impresionante biblioteca del Monasterio, que alberga mas de 65.000 volumenes, muchos de ellos manuscritos e incunables. Asimismo y conocedor ya del amor por los libros de su huésped, Carlos le cuenta la leyenda de San Virila, Abad del Monasterio en el siglo IX y le enseña la fuente bautizada como de San Virila, que se encuentra en los alrededores del Monasterio, asi como de la existencia de un manuscrito del siglo XIII donde se relata la experiencia mística de San Virila, manuscrito que fue robado del Monasterio en el siglo XV por un vidriero veneciano llamado Bramante della Querzia, y que permanece desaparecido hasta el día de hoy.
Vista parcial de la biblioteca del monasterio de Leyre
Tras una gratificante estancia en el Monasterio y tras hacer partícipe al fraile, a través de varias y estimulantes conversaciones, de sus inquietudes y dudas, el Padre Carlos en el momento de la despedida, le desvela a Juan de un hecho insolito. Se ha puesto en contacto con un descendiente directo de Bramante della Querzia, que se siente en deuda con el Monasterio por el robo de su antepasado, y que ha accedido a recibir a Juan en su casa de Venecia, dentro de unas semanas.
Una vez en Venecia, ciudad que Juan conocía al haberla visitado el año anterior como turista en compañía de sus hijos, acude a la cita con Giulio Bramante, vidriero de profesión al igual que su antepasado, aunque ya retirado, y conoce a éste hombre que es prototipo de aquel hombre del Renacimiento Italiano por el que Juan siente tanta admiración. Vidriero retirado, alquimista, políglota, un poco misántropo, cuenta con una vastísima cultura y una biblioteca de muchos miles de volúmenes, casi todos ellos anteriores al año 1850. También conoce a su joven esposa, Marlene de origen corso. Tras un tanteo inicial durante el cual el vidriero intenta conocer más a Juan, indagando en su personalidad, decide proponerle una especie de desafío. Le revela que el manuscrito de San Virila fue traído por su antepasado a Venecia y a partir de ahí fue pasando por sucesivas manos, casi todos ellos grandes artistas del Renacimiento Italiano, hasta que se perdió su pista definitivamente en España, en el Monasterio de El Escorial en el siglo XVII. Así pues le propone que con las escasas pistas que le proporcionará, Juan deberá investigar (igual que hizo durante décadas el propio Giulio Bramante) y decirle quienes de estos personajes tuvieron en su poder el manuscrito. Si falla en la identificación de alguno de ellos, la prueba habrá terminado y Juan regresará a España, debiendo comprometerse en ese caso a buscar durante el resto de su vida el manuscrito y caso de encontrarlo, llevarlo a Venecia y entregárselo al vidriero.
Fuente de San Virila, alrededores del monasterio de Leyre
Así comienza la apasionante trama principal de éste libro, durante la cual Juan irá buceando en bibliotecas, Museos y otros lugares públicos, investigando en el apasionante mundo del Quatrocento italiano. Para ello contará con un inesperado aliado. Una bibliotecaria llamada Alina, antigua conocida de Bramante, y por la que irá sintiendo sucesivamente agradecimiento, admiración y finalmente amor.
Conforme se van desvelando los sucesivos enigmas planteados por Bramante, éste irá sintiendo cada vez más respeto por Juan, al que irá transmitiendo poco a poco sus conocimientos de variadas materias, así como mostrándole los rincones más celosamente guardados de su casa, la biblioteca y su taller.
Tras superar con éxito todas las pruebas, excepto la última, Juan regresa a España con la idea de seguir buscando el manuscrito. No ha logrado superar la ultima prueba del vidriero, pero se ha dado cuenta de algo más importante. Es otra persona, la busqueda de su propio yo no ha acabado, eso nunca termina, pero se ha dado cuenta de que las respuestas no son lo más importante, que lo realmente gratificante son las propias preguntas y sobre todo, la búsqueda tenaz y sincera de esas respuestas.
Finalmente, tras una breve estancia en su casa y paso por el Escorial en busca de la pista del manuscrito, que también desapareció de allí, Juan regresa a Leyre a contar al Padre Carlos su experiencia veneciana y agradecerle sus atenciones, especialmente la de haberle hecho conocer al vidriero.
Allí volverán a tener gratificantes conversaciones y Juan pasará una noche en el Scriptorium, donde llegará a conocer muchos de los enigmas que se plantean en el libro, internos y externos.
IMPRESIÓN PERSONAL
Un libro, como un viaje, se comienza con inquietud y se termina con melancolía.
José de Vasconcelos
Andre Gide.
Las palabras tienen más sentido del que nosotros les damos al usarlas; por consiguiente, un libro entero debe significar mucho más que lo que su autor cree
Lewis Carroll
Lo importante es no dejar de hacerse preguntas. Albert Einstein
De repente y de una forma totalmente inesperada, que es como suelen ocurrir éstas cosas, me he encontrado con un libro extraordinario. Uno, que ya va teniendo sus años y que ha leído muchísimos libros (y espero poder leer muchos más), a veces dejándose llevar por una autosuficiencia absurda cuando no patética, llega a pensar que su capacidad de sorpresa en cuestiones de literatura es algo que pertenece al pasado y que ya está superado. Craso error y en ésta ocasión, una vez más, una joya enfundada en apariencia de libro ha venido a recordarme la impostura de ésta creencia.
Cuando hablo de que éste libro es extraordinario no lo estoy definiendo con alguna de las acepciones que la Real Academia de la Lengua Española nos ofrece para éste vocablo, sino que me refiero a todas ellas (excepcional, asombroso, sensacional, impresionante, raro, insólito, inhabitual, inusual, extraño, singular, sobresaliente, sorprendente, chocante), porque creo que todas ellas, en conjunto, describen el libro y por el contrario, utilizar solamente alguna, no le haría justicia en absoluto.
Pero empecemos por el principio, que es la única manera de trasladar al posible lector mis impresiones sobre el libro de una forma medianamente coherente y por tanto, comprensible.
“Una noche en el Scriptorium” es un libro extraordinario, porque extraordinario es su autor. Efectivamente, nos encontramos ante un autor novel y en consecuencia no profesional, que de manera callada, casi anónima, nos abruma de pronto con una historia extravagante, densa, culta, bien estructurada, original y ante todo, sincera. Para un autor con tan poco bagaje editorial, lo fácil hubiera sido debutar con una obra menos extensa, muchísimo menos complicada y escudarse en una temática más comercial y asequible a la generalidad de los posibles lectores.
Pues no. Nos encontramos ante un relato, narrado en primera persona, donde el autor desnuda su alma, donde solo intervienen cinco personajes relevantes (uno de ellos el propio autor) y donde por añadidura, nos regala un curso magistral sobre el arte en el renacimiento italiano. El gran inconveniente de todo esto es que el libro no es apto para todos los públicos, es decir, hay que tener una base cultural solida para entender completamente la trama del relato.
Para intentar dar a conocer un poco el libro a aquellos que aún no lo han leído, más que ir analizando la trama del mismo, lo cual resultaría absurdo y nos llevaría a un laberinto que lejos de aclarar las cosas al sufrido lector de éste blog no haría sino confundirlo aún más, he decidido que lo más práctico es analizar un poco los cinco personajes que aparecen en la obra, lo cual nos llevará finalmente a la comprensión (en la medida de lo posible) de la urdimbre del libro.
El Padre Carlos. Se trata del monje hospedero del Monasterio de Leyre. Es la persona con la que Juan se sincera al principio del libro y, aunque en el conjunto de la obra tiene un papel residual, es importantísimo `pues sin su aportación el relato no hubiera existido. Es quien le habla del manuscrito de San Virila y sobre todo, el que le proporciona el contacto con Giulio Bramante. A través de sus intervenciones, iremos viendo su personalidad y su pasado. Para finalizar, añadir que es quien hace posible que Juan pase una noche en el scriptorium, momento que culmina el relato.
Marlene, es la esposa de Giulio Bramante. De origen corso, aparece inicialmente con un papel secundario. Mucho más joven que su marido, que la ama con locura, en el transcurso del relato se va revelando su personalidad, mucho más compleja de lo que en un principio podría parecer. Es también pintora, y de forma indirecta, apoya a Juan en el “duelo” que sostiene con su esposo.
Alina. Es uno de esos personajes que sin absorber el relato, sin embargo deviene en parte imprescindible del mismo. Es bibliotecaria y trabaja en la Biblioteca Marciana de Venecia, donde Juan la conoce. Antigua amiga de Giulio Bramante, se trata de una mujer de mediana edad, cuya belleza aún no ha decaído y, según se aprecia al avanzar el relato, muy inteligente. Rapidamente se pone de parte de Juan, ayudándolo en su búsqueda y convirtiéndose, a veces, en herramienta imprescindible para la solución de los enigmas que propone el vidriero. Su relación con Juan va haciéndose más íntima pasando de la gratitud a la admiración y finalmente al amor. Sin embargo las circunstancias personales de Alina, casada y con un marido parapléjico, harán imposible que la relación prospere.
Biblioteca Marciana, Venecia
Juan. Se trata del propio autor. Es el eje central y el hilo conductor del relato. Todo lo que ocurre en el libro nos llega a través de él, de sus percepciones. Es como si nos pusiéramos en su piel y viviéramos esa extraordinaria Odisea veneciana hacia su propio interior. Es, evidentemente el único personaje del cual conocemos su pensamiento. Todo lo demás, ocurre solo estando él presente, lo cual nos deja sin conocer algunos aspectos interesantes de la trama, como por ejemplo el contenido del email que le envía el padre Carlos a Giulio Bramante y que provoca que éste acceda a conocerlo (cosa insolita en éste personaje como posteriormente descubriremos), o lo que hablarían sobre Juan el propio Bramante y su esposa después de haberlo conocido o cuando ella tuvo que entregar su autorretrato a Juan. Tampoco conocemos la tormenta interior en que se debatiría Alina, en la soledad de su casa, con un matrimonio ya inexistente y la súbita aparición de sentimientos que creía ya olvidados para siempre.
La lucha de Juan es titánica y muy difícil de ganar, pues es luchar por conocerse y tratar de vencerse a si mismo. El personaje alterna un lenguaje coloquial , en ocasiones, haciendo uso de expresiones muy almerienses y nada ortodoxas para la Real Academia de la Lengua, junto con brillantes y eruditos discursos sobre aspectos filosóficos y culturales, especialmente de pintura renacentista italiana.
Aunque el nucleo central del libro es su busca por Venecia en un periodo de aproximadamente un mes o algo menos, Juan rememora a través de conversaciones con el resto de personajes, prácticamente toda su vida, desde su niñez hasta el momento en que tomó la decisión de viajar al Monasterio de Leyre, unas semanas atrás solamente.
Así pués y sobre todo los que conocemos personalmente al autor, hemos reido rememorando sus gamberradas juveniles y hemos llorado con él evocando el recuerdo de su padre, aquel hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno, usando la expresión de Machado.
También nos hemos visto sorprendidos por el repentino viraje que da a toda su vida (es algo que sorprende incluso a sus propios hijos), y sin pretenderlo ni esperarlo, nos vemos envueltos con él en la búsqueda de algo que ni él mismo sabe qué es, aunque quisiera saberlo. Lo demás tendrán que leerlo en el propio libro. Solamente añadir que finalmente se llega a la conclusión que la búsqueda en si misma, en ocasiones, es mucho más importante que el resultado de la misma, o como dijo Borges, “busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar”.
Giulio Bramante. “El mejor maestro es el que enseña a estudiarnos a nosotros mismos”. Goethe
Aunque no podemos decir que sea el personaje central del relato, por las razones anteriormente expuestas, es sin embargo de manera indiscutible, el gran personaje de éste libro. Alter ego del propio autor, se trata de un vidriero veneciano ya retirado de la profesión, alquimista, políglota, coleccionista de libros especialmente antiguos, ávido lector de los mismos, autodidacta perpetuo, misántropo, de vuelta ya de todos los avatares de la vida, que vive voluntariamente recluido en su casa veneciana, de donde apenas sale, dedicado a sus grandes pasiones, sus libros, su taller y sobre todo, su esposa.
La arrolladora personalidad de Bramante y sus vastísima cultura, junto con su peculiar filosofía de la vida, absorben el propio relato, así como al resto de los personajes incluyendo al propio Juan (si nos fijamos bien, todos los personajes giran en torno a Bramante como satélites orbitando alrededor un cuerpo celeste principal). Es difícil, y normalmente solo está al alcance de muy grandes escritores, construir un personaje que deje una huella tan honda en los lectores de una obra literaria. Aguardamos expectantes, a medida que transcurre el relato, la siguiente entrevista de Juan con el vidriero y, finalmente, al concluir el mismo, nos quedamos con ganas de conocer más a éste peculiar personaje que, no obstante, tiene también sus defectos, lo cual lo hace mucho más humano.
Barrio de Dordoduro, donde se ubica la residencia de Giulio Bramante
No me voy a extender en mayores consideraciones sobre la personalidad de nuestro vidriero veneciano, porque creo que lo mejor es que el lector lo descubra por sí mismo, y evidentemente, para cada lector habrá un Giulio Bramante diferente. Analizando pués a éste fascinante personaje, paradigma de la heterodoxia, llegaremos a la conclusión que una cosa, sobre todo, hace sugestivo el pensamiento humano: la inquietud.
Para concluir ésta breve impresión personal sobre el libro “Una noche en el Scriptorium”, que no es crítca de la obra ya que yo no soy ni me considero crítico, solo un humilde lector sin mayor pretensión que la de adquirir conocimientos a través de mis lecturas, o como dijo alguien, pensar usando el cerebro de otros, simplemente manifestar que se trata como dije al principio de un libro extraordinario por su contenido, su tematica, su enfoque e incluso su calidad literaria, cuya lectura recomiendo fervientemente a todos aquellos que al menos posean un nivel cultural medio, asegurándoles de antemano que su lectura no va a dejar indiferente a nadie.
Por último y en su plano mucho más personal, felicitar al autor no sólo por la calidad del libro de lo que ya se ha hablado, sino por haber tenido el valor de escribirlo, haber dado a su vida el rumbo que ha estimado más oportuno, recordarle que son los grandes conocimientos los que engendran las grandes dudas y, citando en ésta ocasión al filosofo escocés David Hume, concluir advirtiéndole que el hombre que se ha sentido escritor una vez, será escritor toda su vida.