EL AUTOR
William Wilkie Collins (Londres, 8 de enero de 1824 - ib., 23 de septiembre de 1889) fue un novelista, dramaturgo y autor de relatos cortos inglés. Fue muy popular en su tiempo, dejando escritas 27 novelas, más de 60 relatos cortos, al menos 14 obras de teatro y más de 100 obras de no ficción.
Es considerado uno de los creadores del género de novela policíaca, a través de una narrativa caracterizada por la atmósfera de misterio y fantasía, el suspense melodramático y el relato minucioso. Sus obras más conocidas son La dama de blanco (1860), Armadale, (1866) y La piedra lunar (1868).
Collins nació en Londres, el 8 de enero de 1824, hijo del conocido pintor paisajista y académico William Collins. Su segundo nombre, Wilkie, le fue impuesto en honor a su padrino, el también artista plástico David Wilkie. Desde los doce a los quince años vivió con su familia en Italia, etapa que marcó en buena medida su educación y la formación de su carácter. A los 17 años abandonó la escuela y se empleó como aprendiz en una importante firma de comercio de té, pero después de cinco infelices años, durante los cuales escribió (en 1844) su primera novela, Ioláni o Tahití tal como era (que permanecería inédita durante un siglo y medio, hasta 1999), ingresó en el Lincoln's Inn para comenzar a estudiar Derecho, aunque nunca llegaría a ejercer como abogado, pues se dedicó por entero a la literatura. Tras la muerte de su padre, en 1847, Collins publicó su primer libro, Memorias de la vida de William Collins (1848). También llegó a considerar la idea de iniciar una carrera como pintor, exponiendo un cuadro propio en la exposición de verano de la Royal Academy en 1849. Pero fue con la publicación de su segunda novela, Antonina o la caída de Roma (1850), y con la continuación de la misma, Basil (1851), cuando su carrera como escritor comenzó en serio.
Un acontecimiento decisivo en la carrera literaria de Collins tuvo lugar en marzo de 1851, cuando conoció a Charles Dickens por mediación de un amigo común, Augustus Egg. Desde ese momento, Collins y Dickens se hicieron grandes amigos, gracias, entre otras cosas, a su común afición por el teatro, y colaboraron mano a mano en revistas y ediciones, llegando incluso a ser coautores de varias obras. Además, Collins, en su labor como editor, lo fue de la obra de Dickens Household Words, y varias de las novelas de aquél serían publicadas por entregas en el semanario All the Year Round, editado por el autor de Oliver Twist, que acabaría editando y publicando por su cuenta las obras de su amigo. La amistad entre ambos duraría toda la vida, hasta el punto de que llegaron a ser parientes, pues el hermano menor de Wilkie Collins, Charles Allston, contrajo matrimonio con Kate Macready Dickens, segunda hija de Charles Dickens y de Catherine Thompson Hogarth. Tras la muerte de Dickens, Collins también asesoró a Georgina Hogarth, cuñada del gran escritor, cuando ésta preparaba, en 1880 y en colaboración con la hija mayor de Dickens, Mary Angela, una edición de las Cartas de Charles Dickens desde 1833 a 1870.
Collins padecía una variación de artritis conocida como gota reumática que le acabó provocando una seria adicción al opio, que tomaba en forma de láudano para aliviar el intenso dolor. Como consecuencia de ello, comenzó a experimentar ilusiones paranoicas en las que creía estar continuamente acompañado por un clon suyo al que llamaba "Ghost Wilkie". En su célebre novela La piedra lunar (1868) planteaba de forma destacada el tema de los efectos de la adicción al opio.
Mientras escribía dicha novela, su consumo de láudano era tan desmesurado, que posteriormente confesó no recordar lo que había escrito en una gran parte de la narración.
Collins nunca contrajo matrimonio, pero desde 1858 hasta su muerte mantuvo sucesivas relaciones intermitentes con la viuda Caroline Graves y posteriormente con su hija Elizabeth, a la que el escritor llamaba "Carrie". Cuando Caroline le abandonó definitivamente para casarse con un tal Joseph Charles Clow (octubre de 1868), Collins conoció a otra mujer, Martha Rudd, con la que tuvo tres hijos: Marian (n. 1869), Harriet (n. 1871) y Charles William (n. 1874). Entre medias, la viuda Graves había vuelto con Collins, manteniendo ambos su relación de forma discontinua hasta la muerte del escritor. Wilkie Collins murió en Londres, el 23 de septiembre de 1889, y fue enterrado en el cementerio Kensal Green de la capital británica. El epitafio de su tumba le destaca como el autor de la novela La dama de blanco.
Collins fue autor o co-autor de 27 novelas, más de 60 relatos cortos, al menos 14 obras de teatro y un centenar de piezas de no ficción. Algunas de sus obras narrativas fueron calificadas en su momento como "sensation novels", un género equivalente y precursor de las actuales novelas policiacas y de suspense y misterio. También escribió sobre la situación de las mujeres, sobre asuntos sociales y sobre la realidad cotidiana de su tiempo. Así, su obra Hide and Seek (1854) estaba protagonizada por uno de los primeros personajes sordos de la literatura inglesa. Como muchos otros escritores de su tiempo, publicó la mayor parte de sus novelas por entregas, en revistas como la mencionada All the Year Round, y por ellas llegó a ser reconocido como un maestro del estilo, creando el grado justo de suspense e intriga para lograr mantener a su público lector pendiente de la historia semana tras semana. La tirada de All the Year Round se incrementó notablemente con la publicación consecutiva de Historia de dos ciudades (1859), de Dickens, y La dama de blanco (1860), de Collins.
Tras la publicación de esta novela, Collins disfrutó de diez años de gran éxito. Su siguiente obra, Sin nombre (1862), combinaba denuncia social —criticaba una absurda ley que se aplicaba en aquella época a los hijos de padres no casados— con una densa estructura de thriller de venganzas.
Armadale (1866), la única novela escrita por Collins en la década de 1860 que no apareció por entregas en All the Year Round, suscitó feroces críticas, generalmente centradas en un personaje transgresor para la época: la malvada Lydia Gwilt. Además, la novela supuso un golpe financiero para el autor y un rotundo fracaso comercial: la suma adelantada por la revista The Cornhill Magazine en concepto de derechos de publicación fue excepcional, eclipsando por un margen sustancial los precios pagados por la gran mayoría de las novelas similares de la época, y finalmente las ventas, muy por debajo de las expectativas creadas, no consiguieron amortizar la inversión de los editores. La piedra lunar, publicada en 1868, fue la última de las novelas del ciclo más exitoso del autor y, pese a una acogida inicial un tanto fría por parte de los críticos y del propio Charles Dickens, significó un retorno de Collins a su estilo más característico y restableció el valor comercial de un escritor cuyo éxito en el competitivo mercado editorial victoriano había ido decreciendo desde su primera obra maestra. Considerada por muchos como obra precursora de la novela policiaca dentro de la tradición de la narrativa inglesa, La piedra lunar sigue siendo la novela de Collins más popular y más aclamada por la crítica. En su momento, fue definida por el poeta y dramaturgo T. S. Eliot como "la primera, la más larga y la mejor novela de la moderna literatura policiaca inglesa, en un género inventado por Collins y no por Poe", y la escritora de género policiaco Dorothy L. Sayers (1893-1957) se refirió a ella como "probablemente la mejor novela policiaca jamás escrita". Además, uno de sus personajes centrales, el Sargento Cuff, ha sido considerado como precursor literario del célebre detective de ficción Sherlock Holmes, creado por Arthur Conan Doyle en 1887.
La dama de blanco y La piedra lunar comparten una estructura narrativa poco común, similar a la de una novela epistolar, en la que cada parte del libro tiene narradores diferentes, cada uno con una voz narrativa diferenciada. (Armadale también tiene una estructura parecida, aunque en menor medida, de narración a través de la correspondencia entre personajes.)
Sin embargo, diversos factores (frecuentemente se citan la muerte de Dickens en 1870, que supuso para Collins la pérdida de su mentor literario; su creciente drogodependencia; y una inclinación poco aconsejable a utilizar su narrativa como vehículo de denuncia recurrente de las injusticias sociales, en detrimento del suspense y la intriga que tan buenos resultados le habían dado) condujeron a Collins a su declive en las décadas de 1870 y 1880. Sus obras (novelas y relatos cortos) de ese periodo, si bien no desprovistas de cierto valor literario, son generalmente consideradas como menores y, desde luego, inferiores a sus grandes producciones anteriores, por lo que han llegado a nuestros días prácticamente ignoradas por la crítica.
Las novelas posteriores a La piedra lunar contenían menos elementos de thriller y más crítica social. Los temas tratados seguían teniendo interés, pero la popularidad del autor disminuyó considerablemente. El controvertido poeta inglés Algernon Charles Swinburne (1837-1909) comentó acerca de Collins: "¿Qué fue lo que llevó a la perdición el gran genio de Wilkie? Algún demonio susurró: «¡Wilkie tiene una misión!»".
EL LIBRO
La historia tiene lugar en Inglaterra, entre los años 1848 - 1850, y gira en torno a una bella joven de la aristocracia llamada Rachel Verinder quien en el día de su décimo octavo aniversario recibe como legado un fabuloso diamante conocido como "la piedra lunar" (The moonstone). El diamante provenía de la India y le había sido legado por su tío John Herncastle, un corrupto oficial inglés que había prestado servicios en esa entonces colonia inglesa. El diamante, además de su incalculable valor, tenía una enorme significación religiosa. En efecto, Herncastle lo había arrancado de la frente de una deidad hindú durante la toma de Srirangapatna, asesinando para ello a los monjes a cargo de su custodia. A partir de ese momento, tres devotos consagrarían su vida a recuperar del diamante. La narración utiliza elementos históricos reales, tales como la mencionada batalla de Srirangapatna y probablemente otros concernientes los legendarios orígenes del Diamante Hope o tal vez del diamante Orlov.
El aniversario de Rachel se celebra en un tenso, enrarecido ambiente. Entre los invitados se encuentran sus primos y a la vez pretendientes Franklin Blake y Godfrey Ablewhite. En esa ocasión, Rachel luce en sus atavíos el diamante y todos los invitados pueden verlo. Pero también tres funámbulos, con rasgos indostánicos, que merodeaban en los alrededores de la mansión. Más tarde en la noche, el diamante desaparece misteriosamente del dormitorio de Rachel.
Los funámbulos son arrestados, pero el diamante no se encontraba en su posesión. Rachel se niega a responder a la policía y a que se efectúen búsquedas entre sus pertenencias, levantando así sospechas. Una joven al servicio de Raquel llamada Rosanna Spearman, enamorada a su vez de Franklin Blake, actúa asimismo de manera harto extraña y se suicida luego arrojándose en un siniestro pantano infestado de arenas movedizas. Rachel rechaza las atenciones de Franklin Blake y afectada de una profunda crisis emocional parte hacia Londres.
A partir de ese momento, comienza la búsqueda del diamante. Cada uno a su turno, los principales testigos van a dejar por escrito su versión de los hechos, comenzando por Gabriel Betteredge, jefe del personal de servicio y admirador de Robinson Crusoe.
Personajes
· Rachel Verinder – personaje central, legataria del diamante denominado "la piedra lunar".
· Franklin Blake – Primo y pretendiente de Rachel Verinder, cuarto narrador.
· Godfrey Ablewhite – Filántropo, también primo de Rachel Verinder y esperanzado pretendiente.
· Gabriel Betteredge – Jefe del personal de servicio, primer narrador
· Rosanna Spearman – segunda dama de servicio, ladrona reformada, carácter trágico.
· Drusilla Clack – prima de Rachel Verinder, segunda narradora, dama estricta, distribuidora de panfletos religiosos.
· Mr. Bruff – Abogado de la familia, tercer narrador
· Sargento Cuff – famoso detective, afecto a las rosas
· Dr. Candy – Médico de cabecera de la familia, pierde luego su juicio.
· Ezra Jennings – Raro e impopular asistente del Dr. Candy, sufre de cáncer y utiliza opio para aliviar sus dolores.
· Los tres funámbulos hindúes, también referidos en la obra como "los hindúes"
· Lady Julia - Madre de Rachel
IMPRESION PERSONAL
Debo confesar que hasta ahora nunca había leido a Wilkie Collins. Para ser totalmente sincero, ni siquiera lo conocía. Casualmente y encontrándome en una librería un cliente, al parecer amigo del librero, estaba adquiriendo una obra suya. El librero le dijo: "¿Te llevas a Collins? Entonces, estás perdido". Ante semejante afirmación, me picó el gusanillo y empecé a investigar sobre él, con el resultado que decidí que tenía que leer algo suyo de inmediato. Y aquí estamos.
Qué quien es Wilkie Collins? Bueno, si han leído El Alienista y recuerdan la simpática pareja de criminalistas judíos, Caleb Carr nos dice de ellos que la lectura de los libros de Collins influye decisivamente en la elección de su profesión. La acción de El Alienista se desarrolla en 1896, y nada puede ser más lógico. Aunque, para el lector moderno, sólo el genial cocainómano de Baker Street ha sobrevivido a la literatura detectivesca decimonónica, lo cierto es que sus contemporáneos habrían tenido muy presente a Collins.
Para quien se haya acostumbrado a Holmes, intenso y ocurrente en sus cuentos cortos y tostón insufrible en sus novelas, La piedra lunar sorprenderá por su extensión (más de 700 páginas).
Sorprenderá aún más a quien tenga alguna experiencia en la narrativa. Sostener el interés en una historia que depende de la solución puzzlesca de un enigma durante tanto tiempo requiere de grandes dotes que ni siquiera Doyle poseía.
Años antes de la aparición de Sherlock Holmes y su descendencia literaria, Wilkie Collins inauguró el género de las novelas de detectives con La Piedra Lunar. En ella parte de una desaparición aparentemente insoluble y recurre a una original estructura narrativa para desentrañar el misterio
Ante la dificultad para resolver el caso, cada uno de los testigos debe escribir detalladamente lo que vio y escuchó durante esos días. Collins despliega así su talento literario y su profundo conocimiento de la condición humana, y consigue perfilar nitidamente a cada uno de los personajes a través de las sospechas, posibles motivaciones e historias secundarias que surgen en sus testimonios, así como por medio de un contraste satírico de sus interpretaciones, en ocasiones opuestas. Una obra maestra que nos presenta una serie de hechos misteriosos desde los dispares puntos de vista de unos personajes inolvidables.
Además de la atenta lectura que Arthur Conan Doyle hizo de Wilkie Collins, apunto que también otro de los clásicos ingleses de finales del XIX le leyó también con notable fruición: estoy hablando de Bram Stoker, quien considero que aprendió bastante en La dama de blanco y en La piedra lunar sobre la estructura, el ritmo y la creación de un misterio para llevar a cabo la escritura de su Drácula.
Sabía que La piedra lunar era uno de esos clásicos del siglo XIX que admiraba Jorge Luis Borges.
En La piedra lunar, como en La dama de blanco, la novela también va cediendo la voz narrativa a diferentes personajes; pero además de acercarnos al género epistolar o al diario personal, uno de los protagonistas, Franklin Blake, pide a los participantes de la historia que narren su relación con los sucesos. “Fui a ver a mi abogado para tratar algunos asuntos de familia y, entre otras cosas, hablamos de la pérdida del diamante hindú, acaecida hace dos años en la casa de mi tía en Yorkshire. El abogado opina, de acuerdo conmigo, que en honor a la verdad toda la historia debería quedar registrada para siempre por escrito.” (pág. 15)
La novela sitúa su acción en 1848, y después de una carta fechada en 1799 -donde se describe cómo el gran diamante conocido como la Piedra Lunar, llega desde la India a Inglaterra- el primer narrador será Gabriel Betteredge, el anciano mayordomo que lleva más de 50 años al servicio de la familia; y con una socarronería puramente inglesa nos acercará al nudo del misterio: a la desaparición de la Piedra Lunar, en la mansión de la familia en Yorkshire, la noche del cumpleaños de la joven Rachel Verinder, y el acoso de la casa por tres sospechosos hindúes.
La narración de Betteredge, que ocupa unas 300 páginas de las 718 totales, es la más extensa del libro y para mí la más conseguida, por su desarrollo en ella del nudo argumental, por el manejo narrativo de la intervención de múltiples personajes, pero sobre todo por el hallazgo de la propia voz narrativa, la de anciano mayordomo. Y, sin olvidarnos de la aparición de uno de los puntales de esta novela: el sargento Cuff.
Al principio, cuando el famoso sargento Cuff llega de Londres a la mansión de Yorkshire para intentar resolver el enigma de la desaparición del diamante, me pareció que ese policía mayor, en extremo delgado y que se muestra más interesado en el cultivo de las rosas que en el drama que tiene lugar a su alrededor, era un plagio de Sherlock Holmes. Después, pensando un poco en las fechas, me pareció que podía ser al revés. Lo comprobé en Internet: el sargento Cuff aparece en 1868 (más de 20 años después de la aparición en 1841 del Dupin de Poe), y el nacimiento de Sherlock holmes tiene lugar en 1887 en Estudio en escarlata. Así que ya sólo por esta razón empecé a valorar más esta novela; según avanzaba en su lectura no me cabía duda de que Arthur Conan Doyle la había tenido muy presente a la hora de crear a su inmortal personaje. De hecho, la relación que se establece entre el mayordomo Gabriel Betteredge y el sargento Cuff, en la que el primero actúa como asombrado narrador de las peculiaridades del segundo, prefigura la creación de la pareja Watson y Sherlock Holmes.
Y sobre esto imagino que habrá múltiples estudios, pero no existe conocimiento más grato que el que uno descubre por sí mismo.
También resulta fascinante la creación de la segunda voz narrativa, miss Clack, la prima solterona de Rachel Verinder (la joven a la que le es robada la Piedra Lunar). Y con su narración llegamos ya a la página 400 de la historia.
Y hasta aquí la novela, más allá del misterio planteado, funciona perfectamente gracias a las voces narrativas creadas: la del mayordomo y la de la prima solterona, que además son personajes absolutamente literarios, ya que ambos confían para dirigirse en sus vidas en el poder contundente de la palabra escrita. El primero es un gran admirador de la obra Robinson Crusoe de Daniel Defoe, libro que consulta como si fuese un oráculo; y la segunda cree plenamente en la capacidad redentora de sus panfletos religiosos, que intenta siempre repartir entre sus conocidos.
La narración la toma después el abogado Bruff y aquí parecía que ya se caía mi teoría de la creación de personajes literarios que confían por encima de todo en la palabra escrita; pero más tarde, traspasada ya la página 600, en la narración correspondiente al médico Ezra Jennings, nos encontramos al abogado Bruff retratado de esta forma: “Míster Bruff la ha abierto (la puerta) ante mí con sus papeles en la mano… sumergido en las leyes, impermeable a la influencia de la medicina.” (pág 640) y en la página 654: “Apoderándose en seguida de la pluma ha redactado la declaración con la fluida presteza de una mano experta”.
Cuando es Franklin Blake quien toma la voz narrativa la creación del personaje me ha parecido más convencional: aquí está el galán en apuros de la base folletinesca de la historia, el enamorado de Rachel Verinder, separado de ella por el misterio que envuelve la desaparición de la Piedra Lunar (un personaje que guarda más que un parecido con Walter Hartrhigt, el protagonista de La dama de blanco). Pero es él quien ha organizado la redacción de las experiencias del resto de los participantes en la trama y quien puede hacer metaliteratura al comentar los textos de sus compañeros. En uno de los momentos fundamentales para la resolución de su futuro, en concordancia con mi teoría, Blake aguarda su destino leyendo: “Míster Blake ha vuelto a hojear los volúmenes que se hallaban sobre la mesa de su alcoba. El guardián, Tatler y Pamela de Richardson; El hombre sensible de Mackenzie; Lorenzo de Médicis de Roscoe y Carlos V de Robertson…; todas ellas obras clásicas; todas (naturalmente) muy superiores a cualquier obra aparecida con posterioridad y todas, también (según mi actual punto de vista), poseedoras del gran mérito de no encadenar la voluntad del lector ni de excitar el cerebro de nadie”, escribe en la página 638 el médico Jennings al referirse a Blake; Jennings, el hombre solitario que se siente repudiado por los demás debido a su aspecto extraño, es otra de las grandes creaciones del libro; otro personaje puramente literario ya que acostumbra a escribir un diario con el que quiere que le entierren, pero regala a Blake las hojas correspondientes a su relación con él.
Es destacable también la creación del personaje de Rosanna Spearman, en cuya aparición trágica de pobre sirvienta la novela cobra tintes góticos.
La mayoría de los críticos consideran a esta obra como la precursora de la moderna novela de suspenso o misterio. T. S. Eliot se refiere a ella calificándola como "la primera, la más larga y la mejor de las modernas novelas detectivescas de Inglaterra". "La piedra lunar" utiliza en efecto recursos que llegaron a ser arquetipos de este género: una cantidad considerable de "sospechosos", ingeniosos sofismas en las argumentaciones, personajes presentes en el lugar del crimen que al mismo tiempo participan en su investigación en tanto que talentosos aficionados, la presencia de dos oficiales de policía que ejemplifican, uno al inepto policía regional, el otro al hábil investigador del Scotland Yard.
En esta novela Collins utiliza una vez más con éxito el recurso estilístico de la novela epistolar y narración múltiple de la cual ya se había servido en "La mujer de blanco" (The Woman in White): la sección narrada por Gabriel Betteredge (el jefe del personal de servicio) y por Miss Clack (una pariente pobre, morbosamente religiosa) brindan humor y patetismo a través del contraste con los testimonios de los otros narradores a medida en que se avanza en el desarrollo de la intriga.
Otro de los factores del éxito de "la piedra lunar" fue la colorida descripción de la adicción al opio.
Sin que sus lectores lo supieran Wilkie Collins escribía en realidad sobre su propia experiencia: en efecto, en sus años maduros fue víctima de una severa adicción al láudano y como consecuencia sufría delirios paranoicos. El más remarcable de ellos era su convencimiento de que estaba permanentemente acompañado por su doble, a quien humorísticamente apodaba "el fantasma Wilkie" (Ghost Wilkie)
Este fue el último gran éxito de Collins quien cerró así un ciclo extraordinariamente productivo de cuatro novelas sucesivas que se transformaron en "best sellers". Luego de "la piedra lunar" escribió otras novelas con críticas sociales más explícitas y que no alcanzaron a tener la misma audiencia que las precedentes.
Analizada hoy en día, desde una perspectiva post-colonial, la caracterización que Collins hace en "la piedra lunar" de los tres misteriosos hindúes presentes durante toda la intriga, es inhabitualmente positiva para una obra de esa época.
Esto da lugar a que este libro tenga una estructura muy moderna, ya que cada parte de la novela tiene un narrador distinto. Estos narradores múltiples aportan más matices a la historia que si fuera uno único, y hace que la historia sea coral, de manera que el único protagonista es el diamante.
A pesar de ser un libro bastante voluminoso, resulta una narración muy ágil y entretenida, que engancha desde el primer momento, y que aborda temas que en su día fueron motivo de escándalo como su descripción de los saqueos y abusos cometidos por algunos militares ingleses en la India, o la adicción al opio, que el propio Wilkie Collins padecía. En su época tuvo un gran éxito, tanto en su primera edición por entregas, como en la posterior recopilación en forma de libro.
También destaca en La piedra lunar la maestría de Collins para mostrarnos la verdadera personalidad de sus personajes a través de sus actos, que la mayoría de las veces se contradicen con sus palabras. Así el mayordomo, Betteredge, se ve a sí mismo como el perfecto mayordomo inglés, cuando en realidad es más bien un excéntrico, o la señorita Clark, que se considera una mujer religiosa y un compendio de virtudes, y que en realidad es una puritana celosa y metomentodo.
Como una de las primeras novelas de detectives de la historia, esta obra introdujo lo que luego serían convenciones del género: múltiples sospechosos con motivo y oportunidad, un detective extremadamente inteligente que muestra su alma sensible con un hobby delicado (el cultivo de las rosas), la reconstrucción del crimen, un giro final sorprendente, etc.
Por todo esto, además de un libro muy entretenido estamos ante una novela muy interesante para los escritores, por la estructura de narradores múltiples, la presentación de los personajes y los arquetipos del género que presenta.
Quizá sea un libro demasiado largo para contar tan sólo el misterio de la desaparición de un diamante y puede que muchos no lleguéis al final. Pero si lo hacéis creo que, en mayor o menor grado, habréis disfrutado de una gran historia y de un grandísimo escritor como es Wilkie Collins. Tengo más libros suyos rodando por mi casa, y después de leer La piedra lunar estoy segura de que poco a poco iré leyendo todo lo que ha escrito éste genio injustamente olvidado.