EL AUTOR
Dominique Lapierre (La Rochelle, Francia, 30 de julio de 1931) es un escritor francés, autor de los best-seller La ciudad de la alegría, Mil soles, Esta noche la libertad, Era medianoche en Bhopal y de Más grandes que el amor, varios de ellos en colaboración con Larry Collins. Entre 1954 y 1967 trabajó como reportero para la revista Paris Match.
Su libro más importante y conocido, La ciudad de la alegría (1985), se desarrolla en Calcuta y cuenta la historia de los habitantes de un miserable barrio de chabolas. Allí, el autor pasó dos años investigando y documentando la vida de sus vecinos, conviviendo con afectadaospor la desigualdad social, desempleo, la enfermedad y la miseria. El libro vendió millones de ejemplares en más de treinta idiomas. Cumpliendo con una promesa, el autor destinó la mitad de las ganancias a los habitantes del barrio de chabolas. A continuación, dio conferencias y organizó colectas cuyo traspaso a la India él mismo supervisó, lo mismo que el cumplimiento de las obras. Además de obras destinadas a mejorar la salud de los habitantes, realizó obras de irrigación en los terrenos de las aldeas de campesinos de pocos recursos.
Basada en su libro, en 1992 se filmó la película La ciudad de la alegría, dirigida por Roland Joffé.
John Lawrence Collins Jr., más conocido como Larry Collins, fue un escritor y periodista estadounidense, nacido el 14 de septiembre de 1929 en West Hartford, Connecticut y fallecido el 20 de junio de 2005 en Frejus, Francia.
Cursó brillantemente sus estudios en la Universidad Yale, para instalarse después en Europa en 1954, donde dirigió la agencia United Press International en Roma, Beirut y París. Entre 1961 y 1965 dirigió la corresponsalía parisiense del semanario Newsweek y fue entonces cuando comenzó su colaboración con Dominique Lapierre, con quien escribió ¿Arde París? (1964).
Su encuentro y amistad con Dominique Lapierre, al que conoció durante el servicio militar en el cuartel de las fuerzas aliadas en Europa (Shape, Francia), les llevaría a fundar una fructífera sociedad literaria que les dio fama y dinero, con lo que se apartó provisionalmente del periodismo para lanzarse a grandes investigaciones que desembocarían en algunos de los mayores éxitos literarios de los últimos cuarenta años. Estuvo casado y fue padre de dos hijos. Falleció a los 75 años a causa de una hemorragia cerebral.
En su adaptación para la televisión, su best seller Juego mortal fue seguido por cincuenta millones de telespectadores en todo el mundo.
EL LIBRO
Oh, Jerusalén narra el nacimiento del Estado de Israel en 1948, tras la cruenta lucha entre árabel y judios. A lo largo de sus páginas, el lector vive los acontecimientos codo a codo con sus protagonistas, y descubre, entre otras cosas que, antes de que estallara el conflicto, ambos pueblos vivían en armonía e incluso compartía los mismos barrios. Oh, Jerusalén se ha convertido en una obra clásica y en un texto clave para entender por qué Israel sigue siendo, medio siglo después de su fundación, una de las zonas más conflictivas del planeta. Nadie como Dominique Lapierre y Larry Collins para ayudarnos a esclarecer esta complicada realidad.
IMPRESIONES
Tenía ganas de encontrar un libro que me contase todos los detalles sobre el problema en Palestina, y lo he encontrado, más de seiscientas páginas que te cuentan todo, hasta el armamento que compraban y utilizaban los dos bandos. Y lo mejor que tiene es que no es un mero informe, un montón de datos solamente, sino que está novelado y habla de personas, tanto de las conocidas (Ben Gurion, Golda Meir...), como de la gente anónima que perdieron su casa, su familia y muchos su vida.
Hubo momentos en que se me hizo un nudo en la garganta, sobre todo sabiendo que son hechos reales pues está basado en los testimonios de decenas de personas.
Según dice el libro antes de que los judíos comenzaran a emigrar en masa a Palestina la convivencia entre árabes y judíos era buena.
Lo que sí he notado es que los árabes salen bastante desfavorecidos: mientras los judíos son organizados, esforzados, voluntariosos, agradecidos y se les da un brillo heroico a los árabes los presentan como incapaces de hacer las cosas ordenadamente, gente prepotente, que van a pillaje y que pierden la guerra por confiarse en su poderío y no saber aprovechar sus oportunidades.
A medio camino entre la crónica periodística y la historia novelada, Oh Jerusalén es uno de los libros más famosos de esta pareja de escritores y en él se narra la creación del estado actual de Israel que todos conocemos y los primeros años de conflicto que siguieron en Palestina entre los pueblos árabe y judío.
Plan de particion de Palestina, elaborado por la ONU en 1947
Un trabajo periodístico basado en documentos oficiales, entrevistas personales a gente pública y anónima que vivieron esos momentos y redactado con todo lujo de detalles de una manera amena para el gran público, pese a la profusión de fechas y testimonios. La historia en sí se ve continuamente interrumpida por las sensaciones y pensamientos de una enorme multitud de personajes, la mayoría de ellos residentes en la ciudad de Jerusalén y que recuerda en cierta forma a esa manera de dar voz al pueblo que Arturo Pérez-Reverte –también periodista- utilizó en su novela Un día de cólera.
Este libro-reportaje comienza con la votación en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York que daría una tierra al pueblo judío. La partición de los territorios palestinos tuvo lugar por una ajustada votación, resultado de una serie de presiones políticas y de intervenciones en la soberanía de muchos países –incluso a través de amenazas- que dio como inmediato resultado una gran celebración en las calles de la Ciudad Tres Veces Santa. Aparte de ir dando cabida a los personajes públicos más importantes –Ben Gurion, Golda Meir, los políticos británicos que abandonaban el lugar, los jeques árabes de los principales países limítrofes, etc- se nos muestra cómo, independientemente de qué hubiese salido en esa votación, la guerra estaba asegurada. Ambos bandos estaban ya preparados para lo peor y sus milicias más que dispuestas, entrenadas y listas para la acción. Las constantes amenazas de guerra solo van a recrudecerse y a convertirse en realidad.
En ese momento, los autores deciden romper la narración e informar a los lectores de la historia del pueblo judío en rasgos generales –resulta irónico que su mayor momento de prosperidad y paz en la antigüedad fuera en la convivencia con los califatos de España, antes de la Reconquista- y como esas tradiciones milenarias y sus ideas religiosas acabaron dando un giro político a finales del siglo XIX. Luego vendría la creación del sionismo, los primeros líderes judíos y el nacimiento de la idea de una nación judía. Se dibuja al mismo tiempo un cierto paralelismo entre los principales líderes de la época de cada bando, donde los autores no pueden evitar cargar las tintas en favor de Ben Gurion y en detrimento de El Muftí, líder de la comunidad musulmana en Jerusalén. Al tiempo señalan una de las primeras claves de la superioridad judía del momento: mientras que unos habían apostado por una mayor formación en todos los aspectos de la vida –reseñable la obligatoriedad de aprender hebreo para tener una lengua común, esencial para un pueblo tan disperso-, los otros se habían dejado gobernar por un tirano mezquino más preocupado por vivir a un altísimo nivel que por su pueblo, que para colmo apostó sin tapujos por el nazismo.
David Ben Gurion, Primer Presidente y padre fundador del Estado de Israel
En lo que ambos líderes coincidieron fue en los preparativos de la guerra que iba a tener lugar y que comenzó el mismo día después de la votación en la ONU. Y no lo hizo por medio de tanques y ejércitos, sino por el pueblo que se manifestó de forma violenta y comenzó a asesinar impunemente en las propias calles de su ciudad. Por supuesto con el paso de las semanas y los meses el conflicto fue recrudeciéndose y profesionalizándose, convertida la vieja Europa en un almacén de saldo de armamento. Merece destacarse en esta parte del libro, entre tanta escaramuza, la narración o más bien la radiología, tal es el grado de implicación para el lector, de dos tremendos atentados perpetrados por el brazo fuerte de los judíos, la Haganah. Siendo una de sus consignas más importantes que ningún judío abandonara su lugar de vivienda, ya sea de forma pacífica o por la fuerza, les quedaba como último remedio la expulsión de los vecinos musulmanes de aquellos núcleos donde residieran judíos. Primero volaron un hotel por los aires desde los mismos cimientos –entre cuyas víctimas se encontraba un embajador español- y luego mataron a un montón de inocentes en plena calle de una forma horrorosa.
La táctica seguida por los musulmanes era bien distinta: sabedores de su superioridad numérica y de su abundante armamento, optaron por el sitio de la ciudad, aislando la parte judía del resto del mundo y convirtiendo los aprovisionamientos de agua y alimentos en peligrosas hazañas a vida o muerte. Por supuesto tampoco dejaron de combatir a ras de calle y uno de los mayores atentados del conflicto, tres camiones bomba con una tonelada de TNT en cada uno de ellos, hicieron explosión en una calle de Jerusalén, llevándose con ellos a más de cincuenta personas. Los árabes, que esperaban minar el espíritu judío y consiguieron todo lo contrario, contaron con la ayuda de unos renegados del ejército británico.
El papel del Imperio en aquellos momentos iniciales fue discutible. Decidido a mantener un amago de paz hasta su abandono de los territorios conquistados, siempre favoreció al bando árabe, deseoso de no enemistarse con las grandes potencias de Oriente Medio que controlaban el petróleo. Haciendo la vista gorda permitió la entrada de armas a gran escala en el futuro estado e incluso dejó a un lado el primer enviado de las Naciones Unidas, español de nacimiento. La ONU también tiene su parte de responsabilidad, incapaz de hacer cumplir sus directrices y perdida en un proyecto idealista e imposible: el de crear la primera ciudad internacional del mundo.
Integrantes de la Legion Arabe (tropas de elite jordanas), posando en sus famosos autocañones
Las escaramuzas y la lucha por los barrios limítrofes van a tomar un nuevo giro hacia la violencia: con la marcha del último soldado británico de la zona, en mayo de 1948 y la proclamación del Estado de Israel por parte de los sionistas –en contra de los deseos de la mayoría de potencias mundiales, incluida Estados Unidos, donde el presidente Truman se veía muy influenciado por su ministro Marshall- se desata una auténtica guerra por la ciudad de Jerusalén cuya primera etapa ha caído del lado de los judíos, cuya organización superior le ha permitido hacerse con los principales puntos estratégicos de la ciudad amurallada.
Resulta curioso como en poco tiempo las cosas van a ponerse tan movidas que cualquier bando podría haber ganado esta guerra por la ciudad de Jerusalén. Los países árabes lograron por fin ponerse de acuerdo y la Legión Árabe, mandada por británicos, sitió y penetró en la ciudad, haciéndose con la ciudad vieja y poniendo a los judíos de rodillas, al borde de la derrota más absoluta, tal era la delicada situación en la que se encontraban, faltos de comida, agua y armas. Pero las presiones de los Estados Unidos sobre Inglaterra, una vez reconsiderada su postura política frente al nuevo Estado de Israel, propiciaron una tregua salvadora para el pueblo judío, que fue capaz de rearmarse con una rapidez y precisión asombrosa, dándole un vuelco al conflicto y logrando expulsar a los árabes de toda la ciudad excepto de la parte vieja, que recuperarían veinte años después cuando declararan la guerra a Jordania.
Oh Jerusalén narra estos fatídicos días, apenas unos años en la historia que dieron con la creación de un nuevo estado que hoy en día se ha reafirmado de manera asombrosa. Sus artífices aplican todo su saber periodístico para, sin escamotear ningún detalle, interesar al lector con una apasionada crónica que combina desde la parte más costumbrista de los habitantes de la ciudad, pasando por la política internacional, hasta los lances bélicos que sacudieron los viejos muros de Jerusalén. Un libro muy interesante que no llega a aburrir en ningún momento, esencial para comprender un poco mejor un conflicto que dura ya demasiado años y que todavía, por desgracia, tiene mucho que decir en la historia.
ACTUALMENTE LEYENDO: MUERTE EN LA FENICE (Donna Leon)