EL AUTOR
Alexandre Dumas (Villers-Cotterêts, 1802 - Puys, cerca de Dieppe, 1870), conocido en los países hispanohablantes como Alejandro Dumas, fue un novelista y dramaturgo francés. Su hijo, Alexandre Dumas fue también un escritor conocido.
Nació el 24 de julio de 1802 en Villers-Cotterêts. Hijo del general francés Thomas Alexandre Davy de la Pailleterie, mejor conocido como Thomas-Alexandre Dumas, y de Marie-Louise Elisabeth Labouret. Su padre era un hombre robusto, diestro en el uso de la espada y del que se cuentan numerosas proezas, todas ellas relacionadas con su capacidad y poder físico.
Apasionado cazador, el padre de Dumas murió cuando él aún no tenía cuatro años de edad. Dada la exigua pensión de que disponía su madre, Dumas recibió una escasa educación escolar. Con unos estudios deficientes empezó a trabajar como mensajero, vendedor de tabaco y como pasante de un notario. Dumas tenía un carácter indómito y soñador, dedicaba su tiempo a la caza y al cortejo de las muchachas de su edad.
En 1822 realizó su primer viaje a París, financiado con el producto de la caza. Quedó fascinado por la ciudad y el teatro. Por ello, unos meses después decidió volver con algunas cartas de recomendación para los antiguos amigos de su padre, afectos casi todos ellos a los Borbones.
En 1823 se instala en París y entra al servicio del Duque de Orléans como escribiente, gracias a su perfecta caligrafía y a la recomendación del General Foy. Continúa escribiendo y completando su formación de manera autodidacta. En 1825 se estrena su primer vaudeville, La caza y el amor y en 1826 publica su primera novela en prosa, Blanca de Beaulieu.
Con la representación, por la Comédie française en 1830, de Enrique III y su corte, consigue gran notoriedad y, en 1831, con Antony alcanza su primer éxito. Éxito que continuará a lo largo de su carrera literaria con el género de su predilección: el drama y la novela histórica. Se dice que fue el introductor del Romanticismo en el teatro francés, mostrando personajes orgullosos de sus propias pasiones.
Repartía el tiempo entre el trabajo, el estudio y el amor, que en 1824 lo sorprendió con un hijo, Alejandro Dumas hijo, fruto de su romance con la costurera Marie-Catherine Lebay. El 5 de marzo de 1831 vino al mundo Marie-Alexandrine, fruto de su relación con la actriz Belle Krebsamer, quien lo obligó a reconocer a la recién nacida, así como a su primogénito.
En 1832 Dumas realizó su primer viaje al extranjero (Suiza). Siguieron Italia (1835), Bélgica y Alemania (1838). Así inició su producción de diarios de viajes. También en 1838 sufrió la pérdida de su madre, a quien siempre dedicó sus mayores cuidados. En 1840 se casa con la actriz Ida Ferrer. Aunque no duró mucho el matrimonio, continuó ligado a ella debido a asuntos legales y económicos.
Es un autor prolífico (tragedias, dramas, melodramas, aventuras...) aunque, para atender a la creciente demanda del público, tuvo que recurrir a la ayuda, notoria, de "colaboradores" entre los que destacó Auguste Maquet (1839-1851) que intervino en varias de sus novelas, entre ellas Los tres mosqueteros y El Conde de Montecristo (1844). La discusión en torno a este tema ha concluido gracias la aparición de las papeletas en las que de manera autógrafa consta que fue él quien encontró las Memorias de D´Artagnan, obra de Gatien Courtilz de Sandras (editada por Emecé en 1961), base de su famosa novela. Fue Auguste Maquet quien investigó el trasfondo histórico y Alejandro Dumas quien le dio forma a la novela. Maquet publicaría poco después su propia versión, pero tanto ésta como la de Gatien son verdaderos esperpentos literarios, mientras la de Alejandro Dumas es muy ágil y divertida. Sus novelas históricas, llenas de vivacidad, gozaron del beneplácito del público, propiciadas por su publicación, por entregas, en los periódicos.
En 1846, cuando se encontraba en la cúspide de su carrera y su fama desbordaba las fronteras de su país natal, el ministro de Instrucción Pública de Francia, M. de Salvandy, invitó a Dumas a viajar a Argelia, a donde fue junto a su hijo y a un grupo de amigos. Recorrieron España y luego tomaron el barco La Veloce en el puerto de Cádiz, que los condujo a Argelia y Túnez. Las vivencias durante esos dos viajes se recogen en sus libros De París a Cádiz y La Veloce.
Amasó una considerable fortuna que dilapidó con prodigalidad en fiestas y cenas. Se hizo construir un castillo en Le Port-Marly denominado Monte-Cristo. Para ello llevó decoradores de Argelia y compró los muebles clásicos más caros. Mantenía a sus hijos, a las madres de ellos y a varias amantes, muchas de ellas actrices. Vivía con gran lujo y derroche; y aunque llegó a ganar sumas enormes de dinero, siempre estaba endeudado.
Tomó parte activa en la Revolución de 1848, con lo que se vio involucrado en problemas políticos. En ese mismo año rompió su relación con Maquet, el cual le denunció por haberse aprovechado de él. El juicio dictó que tenía que pagarle 145,000 francos en 10 años. Asediado por los acreedores, huyó a Bruselas en 1850, en donde terminó de escribir sus Memorias.
Regresó a París en 1853 y se embarcó en diversas empresas, cada cual más ruinosa. En 1847 había fundado el Théâtre Historique que, cuatro años más tarde, fue a la bancarrota. Fue también fundador del semanario Le Monte-Cristo (1857-1860) que también quebró.
En 1858 fue invitado por una acaudalada familia rusa a un viaje de placer, que lo llevó a San Petersburgo, Moscú, Astrakhan, Bakú, Georgia y las costa del Mar Negro. Ese viaje de nueve meses fue de gran provecho para su trabajo literario. A su regreso publicó varios libros sobre ese tema, así como traducciones de importantes autores rusos de esa época.
En 1859 viajó a Italia. Ahí conoció al general Giuseppe Garibaldi, a quien se une en Sicilia y ayuda con la compra de armas en Marsella, que él mismo transportaría en su buque Emma. Luego se dirigió a Tierra Santa. Camino hacia allá recibe la noticia de que Garibaldi ha desembarcado en Nápoles, por lo que se traslada a Palermo, desde donde comienza a transmitir a La Presse sus escritos sobre la situación de la guerra. (Los Garibaldinos).
Después de la victoria, Garibaldi nombra a Dumas Jefe de Excavaciones y Museos de Nápoles, donde vivió hasta 1864. De ese período es su libro La San Felice y también por esos días nació su otra hija Micaela, de su relación sentimental con Emilia Cordier.
A pesar de la vejez y la enfermedad, los relatos de Dumas continuaban llenando los diarios de París. Así que hasta sus últimos días sus seguidores pudieron disfrutar de El caballero Hector de Sainte-Hermine, su última novela publicada por entregas en Le Moniteur Universal.
También desde 1869 trabajó en la recopilación de recetas de cocina de varios países que había visitado, para publicarlas en un gran volumen. Ese libro se terminó póstumamente (1873), bajo el título de Gran Diccionario de Cocina.
En 1870 Dumas se refugia en la casa de campo de su hijo en Puys, imposibilitado de regresar a la capital por la guerra con Prusia y su estado de salud. Muere de un ataque al corazón el 5 de diciembre, el mismo día en que los prusianos entraban en el pueblo.
Publicó aproximadamente 300 obras y numerosos artículos, convirtiéndose en uno de los autores más prolíficos y populares de Francia. Sus novelas van desde la aventura a la fantasía, pasando por la historia.
EL LIBRO
Tras extraviarse durante una cacería, el conde Élim descubre, en medio de una tormenta, un castillo que se alza en lo más profundo de un bosque alemán. Es la residencia del noble linaje de los Eppstein.
No tarda el forastero en descubrir los misterios que rodean al castillo, en particular a una de sus estancias, la cámara roja. Una macabra leyenda pesa sobre la familia desde tiempos inmemoriales: todas las mujeres que mueren en el castillo la noche del 24 de diciembre no encuentran el reposo eterno y regresan del más allá para atormentar a sus moradores. Y Albina, la bella esposa del malvado conde Maximiliano, no será una excepción.
IMPRESION PERSONAL
Es considerado un relato menor dentro de la vastísima obra de Dumas, pero no por ello deja de tener su encanto y sobre todo, calidad literaria. Cuando considerarmos a unos de estos "monstruos" que dio la literatura del siglo XIX, no podemos dejar de asombrarnos de su capacidad para novelar, atesorando así una ingente obra literaria, cuando sólo se escribía con pluma y no existían los medios tecnicos de hoy ni la facilidad de acceso a la información y a los viajes que disfrutatmos en el presente. Sorprende aún más que el nivel cualitativo de su escritura no decaiga en ningún momento, ni siquiera en éstas relatos injustamente considerados menores, dentro de su producción literaria.
Aunque como todos sabemos, Alejandro Dumas es conocido principalmente por sus novelas de Los tres mosqueteros fue también un prolífico escritor, en cierto modo camaleónico, pues se atrevió a cultivar con especial desparpajo todos los géneros narrativos y, en la mayoría de los casos, con una maestría y un éxito notables.
Paisaje de los Montes Taunus, cerca de Frankfurt, donde se sitúa la acción del relato
La prueba de ello es esta novelita de 200 páginas que podríamos encuadrar en el romanticismo y no creo errar si la etiqueto también como gótico, pues tiene todos los ingredientes del género.
Así, en esta novela pasearemos por los fantasmagóricos bosques del condado de Eppstein y las oscuras cámaras de su castillo dándonos, en ocasiones, de bruces con las ánimas pero respirando principalmente el aroma de esa presencia ultraterrena sin llegar a verla, flotando en todas partes como un ente que no escapa a nuestro pensamiento y perfuma la narración de principio a fin pues, si bien la novela tiene una trama argumental centrada en el descubrimiento del mundo por parte del príncipe Everard, no será sino la figura de su madre, muerta en Nochebuena, la que ocupe nuestros pensamientos de continuo y espíe nuestros gestos a través de las páginas de la obra.
A. Dumas nos guiará con mano magistral a través de una prosa arcaizante y poética al extremo (cómo sólo en su época se podía conseguir) y en los últimos tramos de la novela con una clara concepción teatral, a través de los oscuros pasillos que el destino ha urdido con respecto a la familia Eppstein y, así, asistiremos al enfrentamiento entre Conrado, hijo menor del conde, y su padre, lo que le valdrá el exilio; a la toma de posesión del condado por Maximiliano, un hijo "de apariencia", pues hace lo que debe hacer como noble sin importar el daño que haga ni a quién (incluso sintiendo satisfacción en caso de causarlo); a la pérdida de la inocencia y de amor de Albina, que finalmente fallecerá a manos de Maximiliano en la fecha señalada por la profecía maldita; al nacimiento de Everard y su exclusión de Eppstein; a la adolescencia de éste y su romance con Rosamunda; a los enfrentamientos de Everard con su padre, y demás situaciones que harán de esta novela una historia con secretos, con doncellas puras e inmorales y maquiavélicos amantes (bueno, uno); con amores apasionados, lealtad ciega y traición desatada; con inocencia y pureza; con espectrales venganzas, y con historia; sí, he dicho historia, pues la novela toma como fondo la época en que el mundo comenzaba a ver nacer a uno de los mayores generales de la historia, Napoleón Bonaparte, y Europa empezaba a acusar su influjo.
Es ésta una novela que pone un especial acento en las relaciones personales. Con unos personajes que encarnan el ideal caballeresco de los tiempos feudales, tan propio del romanticismo y donde el virtuosismo y la entrega altruista están presentes en la pareja de jóvenes que conducen el hilo de la narración, y metaforicamente nos muestra una sociedad que, de tener permanentemente estos valores, sería mucho más placentera, juiciosa, justa y equilibrada.
Encontraremos así mismo, un fuerte contraste entre los valores y acciones encarnados por estos personajes (y prácticamente por todos los personajes que pueblan sus páginas) con los actos éticamente reprobables y carentes de afecto de Maximiliano, cuyo carácter fuerte e irascible acompaña a su tendencia a sentirse El Señor y, por tanto, omnipotente a su antojo. Se observa así un amor casto y puro, profundo y sin brechas entre dos jóvenes unidos por una infancia común y cuya diferencia de formación académica servirá para unirlos más aún en un amor ideal y verdadero. Un amor impregnado siempre del aura que emana del espíritu de Albina y mancillado continuamente por el terror que despide Maximiliano.
Los personajes, por tanto, están muy bien dibujados. Quizás no presenten un gran desarrollo en cuanto a evolución interior, pues se manifiestan tal y como son de principio a fin, y siempre conocemos de antemano cual será su actitud frente a las diferentes situaciones, algo que puede ser un defecto al no tener capacidad para sorprenderte, pero que en este texto se convierte en una virtud, pues son tan vívidos que despiertan con facilidad las emociones hacia ellos.
Pocas pegas puedo poner al libro, que me ha parecido una delicia y lo he leído de un tirón. Me ha enganchado desde el principio con su lenguaje musical, y me he visto forzado a parar de leer en ocasiones, para no bebérmelo de un sólo trago y poder paladearlo tranquilamente . Quizás las últimas cincuenta páginas hayan sido, para mí, las menos satisfactorias, pues me han parecido mucho más teatrales que narrativas, y no me gusta demasiado este giro en la voz, pero no es algo que perturbe el contenido final de la novela.
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