sábado, 3 de noviembre de 2012

LIBROS QUE HE LEIDO: PAJARO DE FUEGO (Wilbur Smith)



EL AUTOR

Wilbur Addison Smith (9 de enero de 1933, Rhodesia del Norte, hoy Zambia), es un escritor de novelas de aventuras, autor de superventas. Sus relatos incluyen algunos ambientados en los siglos XVI y XVII sobre los procesos fundacionales de los estados al sur de África y aventuras e intrigas internacionales relacionadas con estos asentamientos. Sus libros por lo general pertenecen a una de tres series o sagas. Estas obras que en parte son ficción explican en parte el apogeo e influencia histórica de los blancos holandeses y británicos en el sur de África quienes eventualmente proclaman a este territorio rico en diamantes y oro como su hogar.



Cuando sólo era un bebé contrajo malaria cerebral, la que perduró por 10 días. Afortunadamente, se recuperó totalmente. Se crio en una estancia ganadera donde pasó su infancia cazando y explorando. Su madre lo entretenía con novelas de aventura y escapes, consiguiendo captar su interés por la ficción. Sin embargo, su padre lo disuadió de seguir con la escritura. Se educó en el colegio de Michaelhouse y en la Universidad de Rhodes, ambos en Sudáfrica. Trabajó como periodista y, más tarde, como contable. Sus dos primeros matrimonios terminaron en divorcio; el tercero, contraído en 1971 con Danielle Thomas, duró hasta la muerte de ésta, en 1999. Al año siguiente se casó con Mojiniso Rajímova, de Tayikistán. Wilbur Smith vive ahora en Londres.

Se hizo escritor a tiempo completo en 1964, después de la publicación de Cuando comen los leones. A esta primera novela han seguido una treintena de obras ambientadas principalmente en África, más de la mitad de las cuales puede dividirse en tres series: la de Courtney, a la que pertenece su primer éxito; la de Ballantyne y la del Antiguo Egipto. Sus libros se traducen a veintiséis idiomas y lleva vendidos casi 70 millones de ejemplares.

Wilbur Smith encuentra en África su mayor inspiración. Actualmente vive en Londres, Inglaterra, pero muestra una profunda preocupación por las personas y la vida salvaje de su continente natal.

EL LIBRO



Luego de que las legiones romanas comandadas por Escipión tomaran, saquearan y destruyeran Cartago en el 146 a.d.C., nueve almirantes de la destruida flota cartaginesa y el último descendiente de Aníbal, Amílcar Barca, abordaron las pocas naves que les quedaban y enfilaron rumbo al África en busca de una nueva tierra para sus familias y tradiciones. Todos habían leído en el viejo templo de Baal Amón las aventuras de Hannon, quien trescientos años antes, había llegado a un lugar más allá de las columnas de Hércules, donde  el oro se anidaba en la superficie de las rocas, la tierra era fértil y las estaciones del año se sucedían en sentido contrario. Habitaban ese paraíso unas gentes pequeñas de apariencia amarilla, muy amables, que cambiaron con él su oro por unas telas y abalorios.

Amílcar Barca no lo pensó más. Era el lugar indicado para instalar un nuevo reino. 47 reyes gobernaron el poderoso imperio africano de Opet. El último, Lannon Hycanius, murió junto a su Sumo Sacerdote y amigo, al lado de su féretro vacío cuando las tribus bantúes sometidas por los cartagineses blancos, se rebelaron y destruyeron todo rastro de esta civilización mediterránea en el  corazón del África. Tal fue el odio de los destructores de Opet que no tomaron esclavos ni prisioneros, tampoco buscaron el inmenso tesoro, mataron a todos y destruyeron piedra por piedra las orgullosas ciudades imperiales. Acontecido esto, el rey Manatassi, quien fuera esclavo de los blancos y el que organizó las revueltas, murió sin dejar sucesores y su ejército se dividió en miles de tribus pequeñas. No quedó rastro alguno del rey negro que acabó con Opet, que por su vigor fue llamado la Bestia Negra, como tampoco de la civilización cartaginesa cuyo último Gran León (título dado al rey de Opet) murió junto a su civilización.

Pasadas ya tres cuartas partes del siglo XX, Benjamin Kazin, el jorobado arqueólogo que había sido burlescamente tratado por sus colegas, demostraba que su teoría de una gran civilización mediterránea en África era correcta. Tuvo que sufrir mucho para encontrar la vieja ciudad perdida, de la que no habían más rastros que una especie de historia pintada en una caverna y el portentoso tesoro que durante 47 generaciones amasaron los soberanos de Opet, que estaba bien oculto y que logró descubrir casi por casualidad, gracias a  que su benefactor y amigo, el millonario Louren Sturvesant, quien pagaba los gastos de la investigación, tuvo la intuición (¿o el recuerdo?) de dónde estaba el tesoro.

El caso es que los personajes del siglo XX tienen su contrapartida en los antiguos habitantes de Opet. Al encontrar los archivos de la vieja ciudad, Benjamín Kazin descubrió que el Sumo Sacerdote que murió junto al rey era un jorobado llamado Huy Ben Amón y que el propio rey se parecía demasiado a su amigo Sturvesant. Respecto del rey negro, Manatassi, el líder de las tribus revolucionarias que en pleno siglo XX amenzan la estabilidad de la región, Mageba, parece tener un más que cercano parecido. El único personaje que tiene idéntica función en el pasado y en el presente y que conserva su nombre en el relato, es el pequeño bosquímano Xhai, peronaje fundamental para el desarrollo de esta novela portentosa que nos pinta con fluidez y experticia una aventura imposible, pero sólidamente fundada en una imaginación tan prolífica como literariamente perfecta que nos propone Wilbur Smith.

Amor, traición, luchas de poder, aventuras, descripciones de desbordante viveza, personajes que representan todas las emociones humanas y una descarnada muestra de lo peor y lo mejor que puede producir nuestra humanidad, dan vida a 573 páginas que se leen sin pausa.

Por sus grandes ventas esta novela, publicada por primera vez en 1972 ha sido catalogada como best seller, lo que es cierto sólo en el más estricto sentido del término, porque es una obra literaria de esas que uno siente pena dejar de leer.

IMPRESION PERSONAL


Yacimiento Arqueologico de Gran Zimbabwe


Wilbur Smith es, para mí, unos de los máximos exponentes en la literatura novelesca. Es un artista de la aventura y de la “ficción realista” que tanto me gusta y me despeja. Sus libros, lejos de tener un contenido profundo y filosófico, presentan una narración formidable que abstrae al lector lejos del mundo en que vive para situarlo en los más extraños de los rincones del planeta, en diferentes rincones del tiempo y en las más formidable aventuras al mejor estilo Emilio Salgari.

La narración, si bien es bastante superflua, es muy fluida y está bien redactada, no cuesta seguir el hilo y los temas que trata son muy atrapantes. Se aprende mucho ya que sus historias están basadas en una importante investigación y eso hace que estén plagadas de información valiosa y creo que es una de las características por las cuales me gusta tanto.

El libro que hoy nos ocupa es, seguramente, el mejor que ha escrito Wilbur Smith. Su temática es muy original, incluso subyugante diría. Está compuesto por lo que tranquilamente pueden ser dos libros distintos pero relacionados.

La primera parte del libro transcurre en África, donde unos arqueólogos descubren los cimientos de una ciudad perdida basándose en una teoría que supone que la civilización Púnica (Fenicia-Cartago),  escapó de la devastación internándose en África central y donde prosperó por varias generaciones antes de desaparecer por completo. Debido a ésta especulación (en éste caso meramente novelesca), el libro ha sido criticado y polémico, al pretender sus detractores que el autor intenta justificar las teorías de la supremacía racial blanca, como hicieron algunos arqueologos, claramente manipulados por intereses políticos, en Sudafrica y Rhodesia (actual Zimbawe), de donde es originario Wilbur Smith.

La segunda parte, relata los últimos momentos de esta civilización que, gracias a su cultura, su tecnología y sus conocimientos se transforman en potencia para luego desaparecer por segunda vez en la historia. Es aquí, cuando empieza a mostrarse claramente un paralelismo entre los personajes de la primera parte del relato (Sudafricanos blancos de los años 60), con los de la segunda (El rey blanco, su gran sacerdote y demás personajes que fluctuan a su alrededor). Éste es quiza el aspecto más fantástico del libro, pero que le da unidad al conjunto pese a tratarse, como hemos dicho antes, de dos libros totalmente diferenciados encuadrados en un solo volumen.

Ambas historias están plagadas de información sobre la cultura púnica, sobre las culturas y políticas africanas, sobre los bosquimanos, sobre la fauna de la región y en cierta forma explica por qué siempre se derramó sangre en esa zona del planeta.

En definitiva, aventura en estado puro, pero bien escrita y sobre todo muy instructiva, respecto a un territorio y una epoca totalmente desconocidas para la gran mayoría del público.

ACTUALMENTE LEYENDO:  LA FLECHA NEGRA (Robert Louis Stevenson)

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