EL AUTOR
María de Almudena de Arteaga y del Alcázar (Madrid, 25 de junio de 1967) es una escritora española destacada en el género de novela histórica. Además, es la XVIII marquesa de Cea, título que le cedió su padre, Íñigo de Arteaga y Martín, XIX duque del Infantado.
Nació en Madrid el 25 de junio de 1967, ciudad en la que reside actualmente junto a su marido y sus dos hijas. Es licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y diplomada en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria por el Instituto Salazar y Castro.
Ejerció la abogacía durante seis años, especializándose en Derecho Civil y Laboral. Trabajó como documentalista en los libros de La insigne Orden del Toisón de Oro y La Orden Real de España, un ensayo histórico. En 1997 publicó su primera novela La Princesa de Éboli. Después del éxito obtenido dejó el ejercicio del Derecho para dedicarse en exclusiva a la literatura. A esta primera novela le siguieron otras diez obras de distintos géneros.
Reconocida por la crítica como una de las más destacadas escritoras de novela histórica actuales, sus libros han llegado a permanecer más de cuatro meses en las listas de los más vendidos, con numerosas reediciones y se han traducido a varios idiomas.
En marzo de 2012 fue galardonada con el XIX Premio Zabalín de Novela por su obra Capricho, un recorrido histórico con intriga por el Madrid del siglo XIX.
Actualmente continúa escribiendo, conferenciando en foros literarios e históricos y colaborando como articulista en periódicos y revistas de ámbito nacional.
EL LIBRO
Siglo XVII. Mientras Felipe III agoniza en su lecho, el hombre más ambicioso y poderoso del reino, el conde duque de Olivares, consuela al débil sucesor a la corona, Felipe IV, príncipe de Asturias, con una única intención: dominar su frágil voluntad para hacerse con el poder.
Conde Duque de Olivares
Entre tanto, en la villa y corte de Madrid la decadencia del gran imperio español afecta por igual al clero, la nobleza y el pueblo. La moral y las buenas costumbres que desde los tiempos de los Reyes Católicos imperaban se diluyen inexorablemente. A diario se libran riñas, violan conventos, pergeñan embustes y saquean iglesias. Cataluña, Portugal, Navarra y Andalucía amenazan con independizarse. Cuanto más crece el poder del valido del rey, más aumenta el miedo a enfrentarse a él. Sólo seis mujeres sueñan con la venganza. Y cada una tiene su propio motivo: el deshonor moverá a Ana de Guervara, el asesinato de su marido, a doña Inés de Vargas, la ruina, a la duquesa del Infantado, el rapto de un hijo recién nacido, a la Calderona, y la lealtad hacia un rey demasiado débil, a la reina Isabel y a sor María Inés de Ágreda. Esto las impulsará a unirse en un fin común: destruir al tirano.
IMPRESIONES
La escritora esculpe en esta novela el vaciado de la figura tan odiada, pero seguramente necesaria (en sentido hegeliano) del Conde Duque de Olivares (Roma, 1587-Toro,1645), valido del rey Felipe IV. La novelista construye un escenario de época bien decorado por el que deambulan conspirando señoras y colipoterras de alta gama como la Calderona, con el sarcasmo de Quevedo al fondo, y cuyo lenguaje, con un cuidado toque arcaico, nos regala esa pátina que hace verosímil y cronológico el relato.
No creo que don Gaspar de Guzmán lo tuviera nada fácil en aquel siglo en que el imperio español, ya sin remedio, declinaba. La novela de Almudena no es maniquea, si bien Felipe IV aparece tan extremadamente distraído y mujeriego como pusilánime.
Felipe IV en su juventud
Escribe Antonio Domínguez Ortiz que cuando Felipe III murió dejó, a un inexperimentado sucesor de 16 años, un conflicto bélico imprevisible y un Tesoro exhausto. Pero el nuevo rey tenía una personalidad atrayente, culto y competente artísticamente. Mecenas como sus predecesores, depositó en Velázquez su confianza y convirtió a Rubens en un diplomático a su servicio.
Aunque “fue con diferencia el más laborioso de nuestros reyes del siglo XVII y siempre estuvo bien informado de los asuntos de gobierno”, el gran historiador reconoce que Felipe IV fue un juguete de su valido: el conde duque de Olivares. Y le reprocha, como al resto de los Austrias, no haberse decidido a ser un rey español, desligándose para ello de los embrollados asuntos del centro y norte de Europa.
En efecto, la obsesión por mantener la integridad territorial del imperio en el que no se ponía el sol esquilmó los recursos económicos y humanos peninsulares. Pero resultaba difícil renunciar a jugar un papel hegemónico allende las fronteras de la península cuando las molestias por los sacrificios requeridos pesaba menos que el orgullo de una nación que paseaba armas y tecnología, genio e idioma, por todo el mundo, y comprobaba que sus novelistas, dramaturgos, teólogos y aventureros, eran internacionalmente tan famosos y valorados como sus reales de plata.
Isabel de Borbon, primera esposa de Felipe IV
A don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares y duque de Sanlúcar la Mayor, no le faltó energía. Consagró todas sus fuerzas a conservar a su rey como el señor más poderoso de la tierra. Si no aceptó sobornos, sí acumuló numerosos cargos estatales, colocando en puestos clave a familiares y amigos, no tanto por nepotismo, sino para asegurarse las palancas del Poder y aislar al rey de cualquier influencia que no fuese la suya. Sus mezquinas venganzas, contra Lerma, Uceda, Osuna, y contra D. Rodrigo Calderón (al que Domínguez Ortiz describe como “intrigante y corrompido”), cuya ejecución suscitó piedad popular, son el leitmotiv de la contravenganza ideada por las damas que conspiran contra el favorito en la novela.
La obra de Almudena ofrece también un dramatis personae que confirma y afina la realidad histórica de sus damas protagonistas, cuya perspectiva intrahistórica brinda notable motivo para la ilustración y el deleite, invitándonos a profundizar en nuestra común memoria histórica. Lo dijo Ortega: la historia es "el tesoro de los errores". Ojalá sepamos aprender de ellos.
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